Fragmento de “Pobre Cuba”

ALBERTO MULLER

Capítulo 5. Horrores de la prisión política

«Cuando Gregorio se despertó después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto». Metamorfosis de Franz Kafka LOS HORRORES EN LA PRISIÓN POLÍTICA CUBANA En un libro de memorias, en cualquier libro de memorias, siempre hay momentos en los que debemos compartir lo que no quisiéramos recordar ni haber vivido, porque nos resultan desagradables, tristes, angustiosos y en ocasiones por ser recuerdossangrantes o sangrientos, que preferiríamos desaparecerlos de la memoria, pero es imposible, créanme. Salen por los poros de la piel, salen de la mente con fuerza de tormenta y salen de los sueños sin pedir permiso. En el intento de apagarlos y vencerlos nos va la vida. Algunos de esos momentos los he denunciado en cónclaves de derechos humano y sobre otros he escrito hasta crónicas de una tristeza infinita.

Las violaciones de los derechos humanos padecidas por el pueblo cubano y en especial los presos y presas políticas a través de estas seis décadas de maltratos, intimidación y torturas en los centros de detención del régimen castrista por toda la isla, son escalofriantes y de naturaleza genocida. Sé que algunos no serán fáciles de leer ni por los que pertenecen al círculo de simpatizantes del régimen castrista ni por los que sufrieron en carne propia estos arrebatos de torturas y abusos de dicho régimen castrista. Estamos ante un horror extendido que ha representado un hondo sufrimiento para los afectados directamente, así como para todos sus familiares y amistades.

Debo decir que este horror me tocó muy de cerca: me golpeó de forma inclemente, en varias ocasiones sentí muy de cerca que la muerte me acechaba y me ganaba la partida, pero por suerte no fue así. Confieso que nunca pensé que sobreviviría y que hoy a los 81 años de edad tendría la fuerza síquica, física y moral para sentarme ante mi mesa de escritor y contarlos. Valga decir también, contarlos con dignidad, porque me ajustaré al balance y a la objetividad que requieren los géneros literarios de denuncia con absoluta profesionalidad. Inicialmente pensé que sería fácil este recuento de mis memorias, pero al final he descubierto que ha sido doloroso, hondo y lacerante, porque he tenido que volver a repetir en la mente y en el alma tantas jornadas de torturas y de dolor agudo inimaginables. De haber conocido de antemano que este recuento sería profundamente doloroso, no estoy seguro de haberlo compartido en un libro de memorias.

Guardo en mi muslo derecho, como un tesoro inapreciable de desprecio humano, las dos cicatrices de sendos bayonetazos durante el Plan de Trabajo Forzado en el Presidio de isla de Pinos, donde mis espaldas fueron intensamente golpeadas cientos de veces en ese mismo período. A esto se suman las dos torturas en la Zanja de Excrementos, los casi dos años en etapas alternas en las Celdas de Castigo de Isla Pinos y todos los enfrentamientos con las autoridades carcelarias, que se derivaban de esta situación de aislamiento. El aislamiento tiene múltiples complejidades de orden sicológico y moral, porque está concebido para debilitarte o quebrarte mentalmente y distanciarte aún más del marco social y familiar.

Edificios circulares de la prisión de Isla de Pinos, donde Alberto Muller fue torturado y maltratado.

Casi convertirte en un insecto solitario como el de la Metamorfosis de Kafka. También el Simulacro de Fusilamiento que padecí en mi primera noche de detención en el Campamento de Las Mercedes en la Sierra Maestra tuvo características de terror aniquilantes. Un simulacro de fusilamiento es una especie de muerte anunciada por varios minutos y obviamente conlleva una hostilidad monstruosa por una de las dos partes, en donde los fusileros se paran ante ti durante unos minutos, te ofenden, te vuelven a ofender, te amenazan y te anuncian que te van a matar como un perro o a triturarte como a un insecto que se pisotea para no verlo más. «Preparen, Apunten, Fuego» , pero al final los disparos ni te impactan ni te matan. Obviamente resultó ser un fusilamiento en simulacro, una tortura sicológica que es profundamente cruel y malsana. Yo recuerdo que a la espera de los impactos de los proyectiles, me despedía en la mente de mis seres queridos, me ponía en manos del Dios Creador, porque esos golpes en el pecho de los disparos que esperaba ansiosamente, serían la complacencia o la angustia de lo terminal. Después de ellos la vida material cedería su paso al misterio de la naturaleza espiritual. Parece fácil decirlo, pero padecerlo lleva jirones de siglos y de odios distantes que se acumulan y se acercan en el tiempo, como una montaña gigantesca. Acto seguido al simulacro de fusilamiento fui trasladado a las celdas de condenados a muerte en el el Castillito en Santiago de Cuba, sede de la Seguridad del Estado en la provincia oriental. Tenía entonces 21 años de edad.

No podré olvidar nunca los dos interrogatorios desnudos en un cuarto frío de esa entidad represiva. Sé que estos incidentes los conté al principio del libro, pero los vuelvo a compartir, porque el desahogo alivia los dolores agudos más intensos e internos. El desnudarte entre tres guardias que obviamente tenían la fuerza a su favor, era para quebrarte la moral y abochornarte. Ellos querían que te sintieses débil y sin ninguna protección. Y el frío era para hacerte temblar o tiriar hasta el alma y ponerte en peligro de que una neumonía punzante te atacara destructivamente. Estas fueron horas que pensé con mucha honestidad y humildad personal que serían las últimas horas de mi vida. Se decía entonces en el Castillito entre los que esperábamos la muerte minuto a minuto, que el comandante Raúl Castro estaba ejecutando fusilamientos en masa en toda la provincia de Oriente. Horas de angustia infinita. Pero qué alegría interna al comprobar que por minutos me sentía más fuerte que ellos. Ni la desnudez ni el frío ni las amenazas de muerte lograron debilitarme. Claro, ellos ignoraban que yo no era friolento ni débil de mente. Al final internamente me burlé de todos ellos, porque para mí la muerte es tránsito hacia una naturaleza de orden espiritual.

EL MALTRATO A OTROS

Pero me parece justo añadir algunos detalles relevantes padecidos por el resto de la población penal, que indirectamente nos hacían sufrir hondamente. En cada preso maltratado y torturado sentíamos mucho de ese maltrato físico y en cada asesinado nos mataban también a una parte de nosotros mismos. Me parece importante que el lector conozca el marco de algunos momentos plenos de terror degradantes, que marcaron el quehacer de todos los presos políticos en Cuba de forma aterradora, porque nos afectó profundamente a todos. Permítanme confesar que lo más lacerante de este ejercicio de hacer visible lo sufrido, no es lo sufrido personalmente, que duele y desgarra mucho en sentido personal, pero que es más manejable emocionalmente. Lo más aterrador es ver el asesinato o la tortura a un compañero. Y enterarnos de que se lo hicieron a una compañera presa era doblemente más doloroso que el simulacro de fusilamiento que padecí en el campamento de Las Mercedes en la Sierra Maestra, porque uno controla su muerte, la resiste, la sufre y hasta la vence, porque se convierte en un reto personal, pero la muerte ajena de un amigo o amiga presa, nos penetra y nos destruye espiritualmente por dentro como un virus que cercena el alma de una forma desgarrante. No nos queda más que sufrir, resistir o llorar en silencio sin que nadie lo siente o lo vea. Por eso lo más doloroso fue la laceración y la muerte en otros, sobre todo la de los compañeros que militaban en el Directorio Revolucionario Estudiantil, porque de una forma directa al yo ocupar la máxima autoridad de la organización por ser su secretario general, me sentía moralmente responsable por relación organizativa y hasta fraterna. Cuando era uno de nuestra organización al que maltrataban o mataban, hacían lo mismo con algo muy personal y algo muy nuestro. Y venía la pregunta obligada, ¿por qué ellos? Duro y doloroso, porque nunca eludí esa obligación de ser el primero en los riesgos al mando del equipo que llevaba en mis hombros.

Y esto, tanto al principio como al final, tuvo su precio físico y moral, que es este compendio de memorias que comparto y hago visibles. Y sé que algunos hasta sufrirán mucho leyendo algunos pasajes del recuento. Misterios de la propia vida. Sufrí hondamente la madrugada del 9 de agosto de 1964 cuando fue herido mortalmente Ernesto Díaz Madruga, joven estudiante, natural de Sagua La Grande y militante del Directorio Revolucionario Estudiantil. Falleció al tercer día de haber sido herido por los bayonetazos recibidos de los guardias del penal que le perforaron los intestinos y el recto en 13 puntos diferentes. ¡Vaya forma de morir! O mejor decir ¡Vaya forma de matar! Ernesto Díaz Madruga, natural de Sagua la Grande provincia de Las Villas, un hombre muy joven y miembro del Directorio Revolucionario Estudiantil, se convirtió en el Primer Mártir del Trabajo Forzado en la prisión de Isla de Pinos. Dios lo acoja en su seno de amor eterno. Díaz Madruga tenía al morir apenas 23 años. Este Plan macabro del Trabajo Forzado comenzó en el mes de junio de 1963. Y todavía recuerdo sus hechos, como si fuera la lluvia que cayó esta madrugada, con la diferencia que estos recuerdos no refrescan el alma, mientras la lluvia siempre es refrescante.

Después de que el Trabajo Forzado había comenzado en la mayoría de los edificios o circulares del presidio de Isla de Pinos, el propio sargento Porfirio García, Jefe del Orden Interior, quien pocos días antes había sido el asesino de Díaz Madruga, se presentó en la Circular # 4, aún sin estar incorporada al trabajo esclavo, con la intención de organizar dos nuevos bloques de presos políticos y sumarlos al resto del penal. Uno de esos bloques sería el de los estudiantes, el Bloque 19, y el otro el Bloque 20 de presos en general. Los presos de esa circular lo recibieron cantando el HImno Nacional y pidendo justicia por el asesinato del estudiante asesinado. Inmediatamente y bajo una golpiza brutal fueron conducidos a las celdas de castigo los siguientes reclusos: Alfredo Izaguierre de la Riva, exdirector del diario «El Crisol», el periodista Emilio Adolfo Rivaro Caro y los hermanos estudiantes Juan Antonio y Alberto Muller. Posteriormente Alfredo Izaguierre y otros se negaron a salir al trabajo forzado y cumplieron años de maltrato y aislamiento.

PRESIDIO POLÍTICO DE MUJERES

Y de todo este horror, otro ángulo extremadamente sensible que también nos desgarraba a fondo eran los sufrimientos en el presidio político de mujeres, donde la dictadura castrista mantuvo bajo un régimen de abusos y torturas sistemáticas a nuestras compañeras de lucha. Ante estos relatos que nos llegaban por distintas vías, cómo de Albertina O’Farril, Margocita Calvo, Cary Roque, Yara Borges, Eladia Aguilera, alias la China, de su hermana Mercedes (Mechi) —ambas nuestras dos queridas compañeras guerrilleras en el alzamiento del Directorio en la Sierra Maestra—, y de Mignon Medrano, entre tantas otras, nos sentíamos impotentes al no poder defenderlas directamente de tantos abusos que recibían, que sin lugar a dudas hubiese sido nuestro primer deber de haber estado juntos o más cerca de ellas. Hay una declaración del mes enero de 1963 del oficial Manolo Martínez, Jefe de Prisiones de Guanajay(la prisión de Mujeres), citada por Mignon Medrano en su libro «Todo lo dieron por Cuba», que refleja todo el horror deshumanizante que el régimen castrista aplicó contra la mujer cubana. Léanla despacio, porque es muy repugnante y sucia. No es fácil leer sin sentir desprecio y hasta asco de alguien que se supone sea un ser humano. Así dijo este oficial: «cuando estas mujeres salgan de este engaleramiento, van a salir caminando en cuatro patas».

Por suerte y por la dignidad propia de estas compañeras, no salieron de la prisión política caminando en «cuatro patas», como predijo este monstruo carcelario del régimen castrista. Todavía estas mujeres heroicas caminan con la frente en alto como todos los seres humanos dignos. Y las que murieron se despidieron con su dignidad al más alto nivel posible por haber defendido la libertad de su país y la dignidad de la mujer cubana. Confieso que este sufrimiento y el significado de esta frase que conocimos por nuestra amiga Mignon Medrano, se convertía en la más aguda y lacerante realidad a asimilar, por ser ellas nuestras hermanas y compañeras en el esfuerzo de evitar que el totalitarismo comunista se apoderara de Cuba. Hay que decir en voz muy alta y sin dobleces, que el régimen castrista deja un legado escalofriante de abusos a la mujer cubana en esta larga historia de totalitarismo comunista, que nunca anteriormente fue visto en Cuba ni en la historia del continente americano en sus luchas políticas ni en sus guerras de independencia. Sin lugar a dudas, la mayor página sombría y en tinieblas del régimen castrista hay que ubicarla en este maltrato sistemático y sostenido a la mujer cubana, porque además, en este tema el régimen castrista muestra una cobardía intrínseca, única e indiscutible. Abusar y maltratar a una mujer —además indefensa— es como maltratar a una madre, a una niña o a una anciana. Y eso no solamente lo hizo el régimen castrista en tiempos pasados, sino que todavía lo hacen con las Damas de Blanco, con las periodistas independientes y con cualquier mujer cubana, como la maestra Omara Ruiz Urquiola, expulsada de la Escuela de Artes y a la cual le han negado el tratamiento médico para el cáncer que padece, por el simple hecho de ser una crítica del régimen castrista. Aunque todos los centros de detención para mujeres en todas las provincias cubanas tenían el mismo equipaje de terror y torturas, la Prisión de Mujeres en Guanajay era la que servía de guía a otros centros. En Guanajay estaban las celdas tapiadas, siempre en tinieblas, en donde golpeaban salvajemente a las mujeres y las dejaban durmiendo en el suelo, en la mayoría de los casos sin ropas o sólo en ropa interiores.

A estos maltratos se unía la estrategia inconcebible y violatoria de todos los códigos que regulan el Derecho de los Presos Políticos de juntar a las presas políticas con las presas comunes, que en ocasiones traían consigo enfermedades de todo tipo, sobre todo enfermedades venéreas. Este tipo de celdas se encontraban también en la Cárcel de Mujeres de Guanabacoa y en todas las cárceles de mujeres por todas las provincias de Cuba. En estas celdas concebidas para una o dos personas, los carceleros metían a seis u ocho reclusas. Por eso este maltrato sistemático a la mujer cubana en todas las instalaciones carcelarias en la isla y en todas sus variantes, es parte de ese largo calvario que constituye el Genocidio Castrista y para el cual este libro aspira a aportar algunas evidencias que lo confirmen.

Libro escrito por Mignon Medrano sobre el presidio político de mujeres.

DINAMITAR LA PRISIÓN DE ISLA DE PINOS

Al quedar superado el conflicto entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, en lo que se denominó la Crisis de los Misiles rusos en Cuba en el mes de octubre de 1962, con el Pacto Kennedy-Jruschov, el régimen castrista decidió desactivar uno de los crímenes potenciales más monstruosos que había elaborado para asesinar a toda la población penal y obviamente a toda la guarnición militar de la Prisión de Isla de Pinos de un solo golpe de TNT. Repasemos con calma este hecho de naturaleza genocida. Una vez acaecido el conflicto de Playa Girón, el gobierno de Fidel Castro procedió a dinamitar los edificios circulares de la prisión de Isla de Pinos. Estas cargas de dinamitas se colocaron en los túneles que sirven de cimientos de los cuatro edificios circulares del presidio. A finales de 1961 comienzan las perforaciones en sistema triangular en estos túnelas subterráneos, que era considerado por los técnicos como un sistema de demolición profesional. Cada perforación tenía el diámetro de una carga de TNT de 4 kilogramos. Se comentó insistentemente que el equipo militar que dirigió toda la instalación estuvo al mando del Jefe del Cuerpo de Ingenieros del Ejército Rebelde, comandante Julio García Olivera, nuestro viejo amigo del Directorio 13 de Marzo convertido en colaborador del régimen castrista.

Entonces el régimen inició las perforaciones para la instalación de TNT en todos los túneles subterráneos de los edificios de la prisión de Isla de Pinos. Los oficiales del Ministerio de las Fuerzas Armadas perforaron las paredes de concreto en sistema triangular para así hacer más efectivo el sistema de demolición. Cada perforación tenía el diámetro de una carga de TNT de 4 kilogramos. El explosivo era de manufactura soviética. En la prisión teníamos a tres presos de la Agencia Central de Inteligencia: Eustace Danbrook, Daniel Caswell y Edmundo Taransky. Uno de ellos, Caswell, era un experto en construcciones subterráneas. Los tres estaban presos por intentar instalar equipos de espionaje en la oficina de la Agencia de noticias china Sinjuá en el Hotel Habana Hilton (rebautizados por los castristas Habana Libre). Entre ellos tres y los técnicos de explosivos que teníamos en la prisión se llegó a la conclusión de que se trataba de un sistema de detonación para demoler a todos los edificios del penal y hacernos desaparecer a todos de una forma definitivamente criminal e inaudita. La población penal logró conocer todos los pormenores de la instalación del TNT, porque los presos designados bajaban por los túneles de las instalaciones sanitarias y comprobaban las perforaciones, el TNT que venía en las cajas y los detonadores. Se calcula que alrededor de 6,700 libras de dinamita estaban debidamente instaladas en cada edificio circular. Por la onda expansiva del TNT se hacía difícil y casi imposible el poder detener las explosiones en cadena del plan criminal para asesinar a los casi siete mil presos políticos que se encontraban en el Presidio de Isla de Pinos y por supuesto a su guarnición militar que no quedaría a salvo. La onda expansiva del TNT posiblemente se iba a extender en una diámetro de un kilometro o una milla a las poblaciones cercanas a la redonda de los edificios de la prisión, por lo que el daño colateral iba a ser aún mayor y desastroso. Nada más que en mentes muy oscuras y sombrías como en las de Fidel y Raúl Castro cabe un plan tan demoníaco para hacer trizas por medio de una explosión en cadena de TNT a todos los seres humanos que allí se encontraban cumpliendo sus condenas de prisión política. Ruinas sobre ruinas y cadáveres sobre cadáveres hubiese sido la resultante gráfica y el desastre con vidas humanas que dejarían los rastros humeantes de estas explosiones de TNT. Alberto Muller 152 La tensión que esta dinamita creaba entre la población penal era intensa y agobiante. Algunos enfermaban de los nervios, pues no soportaban esta amenaza permanente. A otros en un fin de semana se les caía todo el pelo de la cabeza por el nerviosismo incontrolable. Unos cuántos intentaron el suicidio. Tuvimos varios casos de autoagresión para escapar del horror y así lograr que los enviaran al hospital y salir de esta marco de tensión infernal. Realmente una situación de matices perversos y criminales. No fue nada fácil enfrentar estos meses sabiendo que dormíamos sobre un colchón de TNT que nos haría desaparecer a todos. Esto fue una realidad que vivimos y sufrimos todos los presos políticos de la Prisión de Isla de Pinos. Sé que algún lector podrá pensar que esto es una exageración. Pero puedo asegurarles que fue una realidad vivida y sufrida intensamente. Todavía quedan vivos miles de testigos de este barbarismo contemporáneo.

LA ZANJA DE EXCREMENTOS

Durante la crisis de los Misiles (octubre de 1962), conjuntamente con otros dirigentes políticos, fuimos aislados en las celdas de castigo de la prisión de Isla de Pinos, mientras constantemente los oficiales nos amenazaban con que seríamos ultimados en caso de que Estados Unidos invadieran la isla. En este marco histórico y en dos ocasiones fui introducido en la Zanja de Excrementos de la prisión de Isla de Pinos, en una de las torturas más sucias y degradantes que recuerdo en mi vida y que para relatarlas hay que hacer un esfuerzo mental por su carácter brutal, soez y destructor. Confieso que relatar estas dos experiencias en la Zanja de Excrementos resulta agobiante porque cuesta emocionalmente volver a ellas por su naturaleza repugnante. Pero bueno, cumplo con el compromiso moral de compartirlas que exige un libro de memorias. Estábamos en las celdas de castigo y los tres designados para el castigo fuimos los reclusos Emilio Rivero Caro (excelente persona y amigo), Juan Antonio Muller (mi hermano mayor) y yo. Esta zanja de excrementos, de un metro de ancho, unos cincos pies de alto, salía de la prisión de Isla de Pinos para evacuar todos los residuos de todos los edificios de la prisión y los llevaba hacia lo que se llamaba el Pantano o La Mojonera, que relataremos posteriormente sobre ella.

En la primera ocasión alrededor de siete guardias nos condujeron hasta la zanja que estaría a una distancia de unos trescientos metros del Edificio de las Celdas de Castigo. Cuando llegamos al borde la zanja los guardias nos ordenaron que entráramos a la zanja para limpiarla. Le dijimos los tres que una zanja de excrementos no se limpiaba. Aquí comenzaron a golpearnos con las bayonetas y a empujarnos dentro de la zanja. En esta primera ocasión nossacaron de las zanjas inmediatamente y nos devolvieron a las celdas de castigo, porque comenzó a llover fuertemente con rayos y relámpagos. Un vez que regresamos a la celda no pudimos limpiarnos porque nos cortaron el agua de exprofeso por una cuantas horas. Pero no habían pasado dos o tres días de esta primera experiencia y unos diez custodias pertrechados con armas largas y bayonetas nos volvieron a sacar de las celdas para aplicarnos el mismo castigo de días anteriores en la zanja de excrementos. En esta segunda ocasión eran diez custodios en lugar de siete y no llovía. De la misma forma nos sacaron de las celdas y nos condujeron a la zanja por donde corrían los excrementos. El pretexto abyecto y asqueroso era el mismo, que teníamos que limpiar la zanja. Como nos negamos a esta putrefacta orden, pues comenzaron a descargar bayonetazos sobre los tres, además de improperios, ofensas y empujones. Finalmente lograron introducirnos dentro de la zanja, pero querían más, a golpe continuo querían que nos sumergiéramos a limpiarla en el fondo. ¡Que cobardía moral! Obviamente nos opusimos a esta orden malsana y cruel, por lo que aquella zanja se convirtió en un infierno morboso y loco. En un momento inesperado, mientras éramos golpeados salvajemente y los tres sangrábamos de las espaldas y de los brazos, y manteníamos la negativa a sumergirnos en la zanja, Emilio Rivero Caro, ya fallecido, cogió una tapa oxidada de leche condensada que encontró en el borde superior de la zanja y comenzó a cortarse las venas... ¡Inolvidable momento de rabia y orgullo compartido! Cada tajo se convertía en un grito universal de condena y de reclamo de libertad. Inmediatamente mi hermano Juan Antonio y yo nos abrazamos a Emilio con fuerza fraterna para detener la acción sangrante de los tajos que se aplicaba a su brazo izquierdo. Aquel fue un momento inolvidable de fraternidad, sangre pura, golpes de bayoneta, excrementos pestilentes y todo observado muy de cerca por el borde cortante de una tapa de leche condensada. Casi un chispazo eucarístico de cariño humano entre los tres. En la mirada de Emilio se inyectaba un sentimiento de odio tierno y de impotencia infantil, casi brutal. Los custodios atemorizados se distanciaron del borde de la zanja. La cobardía es así de temblorosa ante la ira. Cuando arde el alma, el cobarde se espanta y huye. Mis brazos y los de mi hermano Juan Antonio se fundieron con los de Emilio en un instante de fertilidad indivisible e inolvidable pleno de sangramiento. Tres hombres jóvenes abrazados para toda la vida. Y nuestras ropas tenían las mismas manchas eucarísticas de la consagración. Sangre viva y pura. Un momento inolvidable en mi vida, el cual recordaré hasta el día de mi respiro final. Emilio Rivero Caro y mi hermano Juan Antonio siempre estarán a mi lado simplemente porque este acto compartido es inolvidable y unificador.

Pienso que la hermandad siempre tiene sangre, dolor y hasta sonrisas. Recuerdo que a Emilio no le hablé de Dios, porque sabía que él no era creyente, pero sí le dije: «tú vales más que toda esta miseria autoritaria, Emilio», como le decía con frecuencia fraternal. Y los tres sonreímos, mientras seguíamos abrazados. Los guardias seguían distantes, atemorizados, entonces nosotros por decisión propia salimos de la zanja. Y los guardias hicieron el silencio de los cobardes y nos regresaron a las celdas de castigo. Y por supuesto en las celdas no había agua. Todos nuestros cuerpos olían a pestilencia, pero un sentido de misticismo fraterno se vivió entre nosotros tres. Hasta horas avanzadas de la madrugada no tuvimos agua en la celda para quitarnos un poco la pestilencia. Pero entonces en el momento que llegó el agua, procedimos a quitarnos toda la pestilencia, me refiero a todo lo material en las botas, la ropa y nuestra rasgada piel.

Siento que nuestros espíritus estaban limpios, en paz y brillantes. Puede existir un dejo de ignominia adicional a esta tortura salvaje. No lo creo. Con Emilio Rivero Caro, tanto mi hermano Juan Antonio como yo, sostuvimos una amistad larga y muy cercana después que salimos del presidio, pues aunque él vivía en Washington nos llamábamos con frecuencia para analizar el quehacer político relacionado con Cuba. Hace unos años cuando me comunicaron que había fallecido de un infarto, inmediatamente me senté en un rincón de mi hogar y lloré como el niño desconsolado para recordarlo. Lo recordaré siempre. Un buen hombre y un gran combatiente por la libertad de Cuba que recordaré con un aprecio único y especial.

Confieso que este recuerdo eucarístico de la sangre en nuestros cuerpos me hizo sentir la fuerza de la confianza en el ser humano. A las generaciones futuras de jóvenes cubanos habrá que hablarles mucho de la importancia de la libertad que llegará sin dudas y que este patriota que se llamó en vida Emilio Rivero Caro la supo defender en vida con su propia sangre.

LOS PRIMEROS FUSILADOS DE 1959

Saltemos de momento atrás, porque no seríamos justos con la memoria ni con el amigo lector, si no compartiéramos lo que sentimos al triunfo de la revolución en 1959 por las injusticias cometidas con los funcionarios, soldados, oficiales, miembros de los cuerpos policíacos o de seguridad, simpatizantes y funcionarios destacados de la dictadura de Fulgencio Batista que fueron detenidos. A ellos inicialmente se les consideraba Prisioneros de Guerra, pero al margen de la denominación, eran todos cubanos que equivocadamente habían confiado en un gobierno dictatorial que acababa de ser derrotado por una revolución triunfante y popular. El consenso popular, en cuanto al trato esperado para esos miles de detenidos en toda Cuba, era que el gobierno revolucionario debería ser generoso con los recién detenidos, en virtud del reconocimiento nacional e internacional del triunfo revolucionario; y los que hubiesen cometido delitos y violaciones de derechos humanos comprobadas ante un tribunal, fuesen juzgados consecuentemente, pero dentro de un orden jurídico. No fue así.

Lamentablemente se les juzgó a la inmensa mayoría de ellos arbitrariamente. El paredón de fusilamiento se instaló en todos los rincones de Cuba y se fusilaron a cientos de ellos de forma injusta e innecesaria y sin una instrumentación jurídica adecuada. El día dos de enero en la ciudad de Fomento el Che Guevara ordenó el fusilamiento, sin ninguna instrumentación jurídica ni testigos, de tres altos oficiales de la dictadura de Fulgencio Batista, los coroneles Cornelio Rojas y Joaquín Casillas Lumpuy, y el comandante Alejandro García Olayón. Después, ya instalado en la Fortaleza de la Cabaña, Ernesto Guevara mostró su odio y sed de sangre hacia el adversario, ordenando el fusilamiento de cientos de prisioneros políticos cubanos de la misma forma. Todos estos fusilamientos iniciales y posteriores de la era del régimen castrista violaron burda y sistemáticamente la Convención de Ginebra que establece: «Ningún prisionero de guerra debe ser condenado y mucho menos condenado a muerte sin la oportunidad de presentar su defensa y si es condenado a muerte, la ejecución no debe llevarse a cabo durante un plazo de seis meses». Nada de esta reglamentación universal fue cumplida por el régimen de Fidel Castro.

FUSILAMIENTOS MASIVOS Y MEDIÁTICOS

El primero de los fusilamientos masivos ordenados por Raúl Castro se realizó el 12 de enero de 1959 en Santiago de Cuba y se calcula que alrededor de 80 personas fueron fusiladas de pie sobre una tumba colectiva. El amigo sacerdote católico Bez Chabebe, secretario del Arzobispo de Santiago de Cuba, monseñor Enrique Pérez Serantes, confirmó posteriormente haber sido testigo de este fusilamiento masivo. Un acto criminal, teniendo en cuenta que las Naciones Unidas definen el acto genocida como: «La aniquilación o el exterminio sistemático y deliberado de un grupo social por motivos raciales, políticos o religiosos». En la ciudad de La Habana, el 22 de enero, Fidel Castro organiza el juicio público del Comandante Jesús Sosa Blanco en el Palacio de los Deportes de la capital habanera. El evento, que se asemejó más a un circo romano o a un juicio mediático que a un juicio político en busca de justicia, contó con la presencia del sacerdote católico Francisco Javier Arzuaga, como testigo de excepción. El gobierno de Fidel Castro estaba obligado a cumplir con los requerimientos de la Justicia antes de ordenar el fusilamiento de cualquier oficial o funcionario de la dictadura de Fulgencio Batista, por muy mala y abusiva que hubiese sido su ejecutoria. Y no lo hizo. Debo compartir con el lector, que los fusilamientos fueron el elemento racional que abrió en mi mente el primer distanciamiento con la revolución cubana de 1959, a pesar de que por estos días iniciales me incorporé al trabajo alfabetizador de los Comandos Rurales en la Sierra Maestra, ya relatado anteriormente.

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Alberto Müller nació en La Habana, Cuba, el 23 de mayo de 1939. Estudia en los colegios Columbus School (primera enseñanza); Instituto de La Habana (ingreso); Belén y Escolapios de Guanabacoa (segunda enseñanza); Derecho en la Universidad de La Habana; Bachelor of Arts en St. Thomas University, Miami, Master en Relaciones Internacionales en FIU. Miami.

En febrero de 1960 organiza una manifestación estudiantil repudiando la visita a Cuba de Anastas Mikoyán,el dirigente soviético que dirigió la masacre al pueblo húngaro en 1956.Organiza en Miami,conjuntamente con otros estudiantes,el Directorio Revolucionario Estudiantil,organización que es tradición en Cuba para combatir a las dictaduras y es nominado su Secretario General,por lo que vuelve inmediatamente a la Isla para luchar en clandestinidad noviembre de 1960.Organiza un alzamiento de estudiantes y campesinos en las montañas de la Sierra Maestra y es hecho prisionero en abril de 1961.

En su primera noche como prisionero es sometido a un Simulacro de Fusilamiento; en dos ocasiones padeció la tortura de la Zanja de Excrementos; durante el Plan de Trabajo Forzado en Isla de Pinos, es herido en dos ocasiones con bayonetazos y es golpeado decenas de veces en sus espaldas con bayonetas. El tiempo aislado en celdas de castigo suman más de dos años.

Ha publicado las siguientes obras: ‘USA Tierra condenada’ (poemas); ‘Tierra Metalizada’ (poemas); ‘Todos heridos por el Norte y por el Sur’ (cuentos); ‘Cuba entre dos extremos’ (ensayo); El Proyecto Varela (ensayo); ‘Monólogo con Yolanda’ (novela); ‘Retos del Periodismo’ (crónicas y opinión); Che Guevara valgo más vivo que muerto (Ensayo de investigación periodística), ¿Por qué Fidel abandonó al Che? (Ensayo de investigación histórica) y ¡Pobre Cuba! Mis memorias.

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