Identidad e independencia en el idioma: los nombres importan en Kyiv, Odesa y Mikolaiv
ÁLVARO ALBA
El tema de cómo escribir y pronunciar los nombres de las ciudades ucranianas estaba en los titulares de la prensa internacional antes de comenzar la invasión de Rusia a Ucrania el 24 de febrero del 2022. Hace ya varios años que los ucranianos vienen pidiendo que se escuchen sus argumentos. Ya se lee en inglés Kyiv o Myikolaiv. Los medios hispanos todavía fluctúan entre Kiev o Kyiv, Odesa u Odessa, Járkov o Jarkiv, Rovno o Rivne.
Kiev (iev) es como nombran a la capital ucraniana en ruso y Kyiv (yiv) en el idioma ucraniano. El nombre deriva del eslavo antiguo, la lengua que primaba en la región en los inicios, allá por el año 989 cuando adoptaron los eslavos orientales el cristianismo. En la actualidad Kyiv es la transliteración latina oficial del nombre de la capital en ucraniano. Desde su independencia en 1991, al colapsar la Unión Soviética, los ucranianos han sido bien precisos en la forma de nombrar sus ciudades, regiones y hasta del país. Existen estándares oficiales para traducir sus nombres toponímicos del cirílico al latín utilizando la transcripción ucraniana. En varias ocasiones las autoridades ucranianas han pedido a los organismos internacionales y la comunidad internacional que se respeten esas reglas, algunas ya adoptadas. No es algo pueril o trivial lo que solicitan desde Ucrania, que la prensa utilice los nombres de sus ciudades como ellos las llaman. Es un pedido, quizás con carácter simbólico, de los que escriben hoy día una de las páginas más importantes de la historia anticolonial e independentista del siglo XXI.
En la región del centro y el este de Europa las lenguas eslavas tienen mucho en común, hay palabras similares, sonidos fonéticos en ocasiones idénticos. El idioma ruso y el ucraniano, al igual que el bielorruso, son de la familia de las lenguas eslavas orientales (hay otras lenguas y dialectos derivadas del idioma antiguo eslavo oriental que se hablan en regiones de Polonia, Hungría, Eslovaquia como el ruteno). Los vecinos checos, polacos, eslovacos, se consideran lenguas eslavas occidentales (también en la zona se hablan otras lenguas y dialectos como el moravo) y las lenguas del sur o meridionales son el serbio, búlgaro y bosnio.
Para los ucranianos el tema es muy importante en términos de identidad e independencia. No comprenden cómo todavía se leen en importantes diarios de lengua española el nombre de la capital de Ucrania como Kiev, según la transliteración rusa. Para los ucranianos cualquier referencia a los nombres con la ortografía rusa es parte de la herencia política de "rusificación", tanto por el imperio ruso como por el soviético. Durante siglos Rusia, con una política imperialista de conquista y dominación, intentó suprimir el idioma ucraniano, como lo intentó hacer con la lengua polaca o rusificar el finés.
No es historia antigua ni un lejano pasado las épocas cuando se prohibía el idioma ucraniano, suprimiendo y desterrando la enseñanza y la lectura en esa lengua, los libros y hasta los cantos. Eran políticas para que prevalecieran por la fuerza los designios de Moscú, incluidos los lingüísticos. Desde San Petersburgo o Moscú, la política imperial hacia los vecinos del oeste era la misma – erradicar la cultura, incluso el idioma. Diferentes emperadores o emperatrices rusas eliminaban el ucraniano de la enseñanza, cerrando inclusive la Academia Kyiv-Mohyla, la principal universidad del país, creada en 1615. Toda educación en Ucrania, en aquel entonces, era en ruso. En el siglo XIX varios edictos ministeriales prohibían las publicaciones, discursos y sermones en idioma ucraniano y así se mantuvo hasta inicios del siglo XX.
Por generaciones los ucranianos estuvieron sujetos a represiones, humillaciones, hambrunas, deportaciones masivas y un intenso apartheid educativo y prohibiciones lingüísticas. Hay dos documentos que demuestran la represión al idioma y la voluntad de independencia y lucha. El primero es la Circular del entonces ministro del interior de Rusia, Peter Alexievich Valuev, de 1863, enviada a los comités de censura en Moscú, Kyiv y San Petersburgo, prohibiendo el uso del idioma ucraniano. La orden que utilizaba para los ucranianos el término de “pequeños rusos” decía: “La mayoría de los pequeños rusos prueban completamente que no hubo, no hay ni puede haber ningún idioma especial pequeño ruso, y que su dialecto, usado por la gente común, es el mismo idioma ruso, estropeado por la influencia de Polonia en él…”. En 1876, el emperador Alejandro II, estando de vacaciones en la ciudad alemana de Ems, firmó un ucase prohibiendo el ucraniano en todo el imperio ruso.
Unos años antes de esos ucases y ordenanzas había fallecido el poeta ucraniano Taras Shevchenko, quien había dejado su Zapovit/Testamento en unos versos que han pasado a la historia ucraniana y a la literatura universal. En la traducción al castellano de Serhiy Borschevsky, uno de los más eruditos traductores ucranianos, se palpa la fiereza del poeta por la libertad de su patria - “Las olas rugientes/llevando de Ucrania/la sangre malvada/hacia el mar… Enteradme y alzados, /romped las cadenas, /en la sangre enemiga/ahogad sus penas…”.
Tras la toma de Kyiv por los bolcheviques permitieron al inicio un retorno a la lengua natal en Ucrania, bajo la política de “korenización” (nativización), con el propósito de unir a los pueblos que componían la URSS. Ya en 1930 se puso fin a esa política pasando a una rusificación estricta, haciendo del ruso el idioma principal. A la Siberia fueron enviados cientos de miles de intelectuales y clérigos ucranianos para suprimir todo vestigio de cultura y educación ucraniana. Históricamente el idioma ruso fue un instrumento de dominación por parte de Rusia, de ahí el empeño de los ucranianos por desafiar la rusificación de Ucrania. Esta lucha también tiene su reflejo en el uso correcto de la ortografía para nombrar la capital de Ucrania, Kyiv.
En el siglo XX, durante la existencia de la URSS, la capital ucraniana era conocida en los medios de prensa como Kiev, que es la forma rusa de pronunciar el nombre. La rusificación de la cultura en las restantes repúblicas de la Unión Soviética es solo uno de los aspectos de la dominación soviética. La implementación forzada del alfabeto cirílico en Moldavia, Kazajistán, Azerbaiyán, Turkmenistán y Uzbekistán hizo que estos países, al recobrar la independencia volvieran a sus raíces culturales con un alfabeto nada cirílico. En algunos casos recuperaban el alfabeto latino, azerí, o turco. Con los nombres de ciudades que componían el país soviético sucedía algo similar. La capital de Moldavia es la ciudad de Chisinau y no Kishiniov, la versión rusa del nombre.
La lucha por el renacer de Ucrania va de la mano de la enseñanza del idioma, entendido desde la perceptiva de la nación que ha pasado por una profunda crisis de identidad nacional provocada por siglos de rusificación zarista y soviética. Desde la proclamación de la independencia en 1991, Ucrania ha venido realizando campañas para la transcripción en ucraniano de los nombres de sus ciudades y en 1995 el gobierno ucraniano adoptó la transcripción "Kyiv" como la ortografía estándar de su capital.
Pocos medios de prensa prestaron atención al cambio, quizás los diplomáticos acreditados en Kyiv y los medios de prensa que entonces cubrían el espacio post-soviético, la mayoría desde Moscú. No hubo impacto ni metodología para implementar un plan que llamara la atención sobre el nombre. La Décima Conferencia de Estandarización de Nombres Geográficos de la ONU en el 2012 aprobó el uso de la romanización de los nombres geográficos en Ucrania.[1]
Entre los medios de prensa hispanos ha seguido prevaleciendo lo que se origina en Moscú para determinar las políticas de cobertura noticiosa. Los pedidos de los ucranianos tenían como respuestas las mismas que se veían en los medios de propaganda rusa: delirios de ultranacionalismo ucraniano, presunción “cuasi” analfabeta. Alegaban que tal pedido era un espectáculo secundario populista de las elites políticas, nacionales y culturales del país con el fin de distraer a las masas y quitar la atención de los problemas reales, como la corrupción o buscar soluciones a las crisis socioeconómicas. Muchos de estos críticos también veían con malos ojos la política de des-sovietización de los nombres en calles y ciudades. En el debate, en especial en las redes sociales, por mantener el Kiev se ven especialistas en periodismo, traducción, lingüística, lexicografía y ortotipografía, y se reconoce que algunos usuarios comienzan a utilizar Kyiv.[2] Sobre las diferencias en el topónimo de la capital ucraniana varios medios de prensa en español, tras la incursión militar rusa en Ucrania, expusieron el debate y las razones en sus páginas.[3]
Los más puros en la defensa del idioma español critican hoy el uso de Kyiv apelando a los casos de Moscú y Londres (Moskva y London). Viene entonces la teorización y apego a los exónimos. Repiten los casos de Finlandia (Suomi) Alemania (Deutschland) o los Países Bajos (The Netherlands). Piensan que los países tienen derecho a decidir por sí mismos cómo quieren que otros lugares se llamen en su idioma, en este caso el español.
Pero es que en los antes mencionados no fueron imperios extranjeros los que pusieron los nombres a esas dos urbes o a esos tres países. Cuando varias ciudades en diferentes países se independizaron en el siglo XX decidieron ellos cambiar sus nombres o el de las propias naciones. Entonces no hubo objeciones lingüísticas. Sobran ejemplos de cambios de nombres de ciudades como para no asombrarnos ni oponernos fehacientemente. Ya no hay Rhodesia sino Zimbabue y Ceilán hoy es Sir Lanka, Birmania es Myanmar. La ciudad india de Bombay hoy es Mumbai y la muy nombrada Calcuta ahora es Kolkata. Para algunos defensores de la lengua hispana el cambio de nombre al finalizar el colonialismo inglés era bienvenido, pero no con el colonialismo soviético.
Similar proceso de cambio lo hizo Persia en 1953 que pasó a llamarse Irán. Anteriormente Bizancio fue Constantinopla y hoy Estambul, como San Petersburgo fue Petrogrado, Leningrado para volver a llamarse San Petersburgo. Los vietnamitas cambiaron Saigón por Ciudad Ho Chi Minh. En los países Camboya fue Kampuchea y ahora de nuevo Camboya, el Alto Volta es hoy Burkina Faso y Suazilandia pasó a ser en el 2018 Esuatini. Recientemente las Naciones Unidas adoptó oficialmente a inicios de junio el cambio de nombre de Turquía por el de Türkiye, porque en Ankara no desean que el país sea nombrado como Pavo en inglés.
Es cierto que aun tras la proclamación de la independencia de Ucrania en 1991 los nombres geográficos de las ciudades ucranianas que más eran citados en la prensa internacional: Kyiv, Odesa, Jarkiv, Rivne o Lviv, lo hacían con el alfabeto ruso: Kiev, Odessa, Rovno, Lvov. Los menos citados o conocidos sí tenían más posibilidad de que se utilizara el nombre ucraniano cuando aparecían en historias o reportajes.
Con Kyiv el tema toma más actualidad y vigencia para los ucranianos desde 2014, después de que Rusia anexó Crimea y respaldó a los separatistas en el este de Ucrania. En octubre del 2018 la cancillería ucraniana comenzó una campaña internacional utilizando las etiquetas #KyivNotKiev y #CorrectUA, donde pedían el cambio a los medios de prensa internacional. Fue precisamente con esta iniciativa que la prensa internacional comenzó a prestar atención a los nombres.
Una fuente en la Administración del Presidente Volodímir Zelenski, dijo que la insistencia de las autoridades ucranianas por los nombres con transliteración a partir de la pronunciación ucraniana “es parte de la descolonización. Todos veían a Ucrania durante décadas a través del prisma de la URSS y después de la Federación Rusa. Es decir, la escritura tradicional española no refleja las reglas lingüísticas, sino cuestiones políticas”. Reconocen en la administración presidencial que “se ha hecho un apelo a todos los gobiernos haciendo la campaña global KyivNotKiev” y manifestó asombro por el empeño de muchos hispanoparlantes en mantener Kiev. “No sé qué pasa en los países de la América Latina, pero la Embajada de Ucrania en España ha solicitado corregir este tema a diferentes medios (El País, TVE, Antena 3) y tienen una reunión planeada con la RAE”.
Afirma la fuente de Bankova que “es importante llamar la atención del público sobre el tema, a través de publicaciones en los medios. Creo que también podría ser útil un llamamiento colectivo a la RAE ya los medios principales. Esto daría más empuje a los esfuerzos de la Embajada” y como tarea inicial menciona que “vale la pena cuidar la ortografía de los nombres de lugares ucranianos en mapas en publicaciones académicas: atlas educativos, enciclopedias, etc.”. Señala además, inexactitudes cuando se mencionan las ciudades ucranianas y recalca que “los medios están realmente llenos de discordia: Odessa / Odesa, Lviv / Leopolis, Jersón / Kherson. Mykolaiv tiene mil formas de escribirlo. La única constante que se escribe en ruso siempre es transliteración de KIEV. Y no es necesario limitarse a las ciudades: por qué el río Dniéper sigue siendo Dniéper, pero al mismo tiempo se usa el nuevo nombre de la ciudad Dnipro. Ahora que Ucrania está saliendo en las noticias y los mapas de batalla se actualizan regularmente, es hora de escribir y estandarizarlos correctamente”.
Los ucranianos consideran que la rusificación inclusive de los nombres de las ciudades, aldeas, poblados, es un intento de Kremlin por seguir la obstinación por despojar a Ucrania de una identidad independiente, lo mismo fuera del país como adentro. Elemento imprescindible en esa recuperación nacional está el dejar a un lado la ambigüedad lingüística. Dentro de la amplia gama de estudios lingüísticos, sobre el origen de los idiomas en esa zona del planeta están los que consideran que el idioma ruso no es una lengua esclava, con más parentescos con las lenguas fino-húngaras.
La profesora Anna Bajtina, especialista en lengua ucraniana, considera que el imperio ruso prohibió en Ucrania las formas más auténticas del idioma ruska, que era el idioma que hablando en la Rus que tenía su sede en Kyiv. Nos recuerda la catedrática que “las tierras de la parte europea de la Rusia Moderna, que entonces se llamaba Zalissya, nunca fueron Rus, y los eslavos no vivían allí en ese momento” y que “la literatura que ha sobrevivido hasta nuestros días fue escrita en el idioma eslavo eclesiástico. Ese idioma se formó sobre la base del búlgaro antiguo”.
Señala Olga Tarnovska, profesora de la Universidad Boris Grinchenko que el idioma es “un reflejo de la transformación político-social del mundo, los países que cambian sus nombres, que se liberan, que vuelven a sus raíces y se descolonizan. De hecho, el río se llama Dnipro, como la ciudad que cambió su nombre hace unos años (de Dniepropetrovsk a Dnipro)”.
Los ucranianos, afirma Tarnovska, buscan “promover una cosa justa y correcta hoy en día, en vista de la política imperialista rusa apoyada, en parte, por los medios hispanos al recusar reconocer nuestra identidad lingüística y empeñándose en definirnos en términos “rusos” y recuerda ella que “el fundador de Kyiv, uno de los tres hermanos, se llamaba Kyi, es decir, desde sus inicios la ciudad llevaba su nombre y se pronunciaba Kyiv desde sus orígenes”.
Para Anna Bajtina, en Rus hablaban un idioma "mucho más cercano al ucraniano moderno que al ruso” argumentando que “el idioma de Moscovia (así a Rusia nombraron entonces) no era considerado por nadie en el mundo como “idioma ruso”, sino que se llamaba específicamente el idioma de los moscovitas, el idioma moscovito” y esta lengua “no ha sido hasta ahora reconocido por los lingüistas europeos (incluidos los países eslavos) incluso en eslavo, pero pertenecía a los dialectos finlandeses”.
El manual de AP y los cambios en la prensa
En agosto del 2019 la Guía de Estilo de la agencia noticiosa de prensa AP[4] hacia pública su decisión de usar Kyiv: "El cambio está en línea con el nombre y la transliteración preferidos del gobierno ucraniano. La ortografía Kyiv también ha ido ganando uso durante la última década entre gobiernos, organismos internacionales y organizaciones de medios". Recalcaba AP que, aunque ellos prefieren “las grafías tradicionales en inglés para muchas ciudades, como Roma, Moscú y Varsovia, consideramos que la grafía ucraniana de Kyiv es una adaptación importante porque está vinculada al estatus actual de Ucrania. Para muchos ucranianos, la antigua grafía Kiev parece anticuada porque se asocia a una época en la que Ucrania formaba parte de los estados ruso y soviético, en lugar de ser un país independiente”.
Después que AP hizo el cambio, aparecía el Kyiv en los más importantes diarios de Estados Unidos: The Wall Street Journal, The Washington Post, Telegraph, Financial Times, The Guardian, Independent, BBC, The Globe and Mail, han seguido su ejemplo.
En junio del 2019 la Junta de Nombres Geográficos de los Estados Unidos (BGN)[5], en votación unánime, había decidido retirar el nombre de Kiev y en lo adelante solo se utilizaría Kyiv para nombrar la capital ucraniana. En octubre del 2019 la Organización Internacional de la Aviación Civil hacia el cambio de Kiev a Kyiv en los aeropuertos internacionales.
Para el mes de noviembre del 2019, durante las sesiones del juicio político al entonces presidente Donald Trump, el diario The New York Times[6] destacaba la diferencia en la pronunciando del nombre de la capital ucraniana en alguno de los que participaban en las sesiones. Tanto los congresistas como los funcionarios de diferentes departamentos de la administración estadounidense pronunciaban los nombres ucranianos de diversas maneras.
Buscando esclarecer dudas, el diario neoyorquino indaga con Yuri Shevchuk, profesor de ucraniano en la Universidad de Columbia, quien aclaró que los ucranianos nativos acentúan la primera vocal y la segunda vocal se pronuncia como una sílaba separada y suena como dos i juntas. El académico afirmó al rotativo que los “empleados del Departamento de Estado y otras personas que trabajan en política exterior en Washington generalmente tratan de pronunciarlo al estilo ucraniano, por respeto a los ucranianos”. "No hay más razón que la vieja inercia colonialista para seguir usando la ortografía rusa para el nombre de una ciudad ucraniana", dijo el Dr. Shevchuk. Durante las audiencias en el Congreso, el diplomático estadounidense George Kent, al frente de la política hacia Europa y Eurasia, quien domina ucraniano y ruso, usaba la pronunciación del ucraniano. Tras la publicación de la nota, el New York Times dejó de escribir Kiev, que es la transliteración del ruso.
National Public Radio (NPR), los primeros en aclarar el nombre tras la invasión
El 25 de febrero del 2022, un día después de la invasión rusa, en el boletín de noticias [7] de la agencia pública estadounidense NPR anunciaba sus normas de redacción. La cadena de noticias dijo que se trata de "una señal de respeto cuando aprendes a pronunciar el nombre de alguien de la forma en que lo pronuncian ellos mismos. Lo mismo es cierto para la ciudad capital de Ucrania”.
El boletín se elabora bajo la guía de la Oficina del Editor Público que dirige Kelly McBride, quien es además vicepresidente del Centro de Ética y Liderazgo del Instituto Poynter y una de las voces más autorizadas en Estados Unidos en ética y estándares periodísticos. Se afirma en el envío de NPR que la pronunciación al estilo ruso del nombre de la capital ucraniana era más familiar al odio de los estadounidenses “los residentes reales de esa ciudad tienen su propio idioma y su propia pronunciación. Con el ejército ruso encaramado en la frontera de Ucrania, ves el problema con esa antigua pronunciación, ¿verdad? Usar el lenguaje de los vecinos amenazantes es más que inexacto, es una falta de respeto”.
El editor gerente de NPR, Terry Samuel, relata la información, había enviado un correo electrónico a la sala de redacción con la instrucción de decir la pronunciación ucraniana de Kyiv, en lugar de la pronunciación rusa de Kiev; y se debía informar a la audiencia que NPR usaba la pronunciación ucraniana y no la rusa para denominar la capital. La aclaración de NPR, que suscriben además las periodistas Amaris Castillo y Kayla Randall afirma que “lograr la pronunciación ahora mismo, en medio de un conflicto geopolítico, es un reconocimiento certero y tardío de la autonomía de Ucrania”.
Resistencia de la Academia Española
La Real Academia de Lengua Española (RAE) al ser inquirida al inicio de la invasión rusa a Ucrania sobre el tema lanzó tres twitters expresando su preferencia por mantener el uso de Kiev, alegando inclusive que el ruso es “lengua puente” y no colonizadora en Ucrania.
Los mensajes decían: "El topónimo tradicionalmente usado en español para denominar a la capital de Ucrania es «Kiev» (basado en la transcripción de la forma rusa Киев), documentado por primera vez en 1834 y que también usó Juan Valera en su correspondencia a mediados del s. XIX. Le seguía otro mensaje: La transliteración de la forma ucraniana Київ es «Kyiv» —pronunciada aproximadamente [kíiv] o [kíyiv]—, pero esa grafía no se adecua a nuestra ortografía, pues contiene una «y» con valor vocálico en interior de palabra, rasgo ajeno a nuestra ortografía, y finalizando así: Cuando un topónimo tiene arraigo tradicional en nuestra lengua, aunque provenga de una lengua puente (aquí el ruso) y no de la lengua del territorio donde se sitúa el lugar nombrado, conviene mantenerlo para dar estabilidad al léxico toponímico".
Con ese sentido “académico” los ucranianos se unen a los gallegos, que por años pedían que modificaran en su diccionario la entrada del significado de ser “tontos” en Costa Rica y “tartamudos” en El Salvador. Y los gitanos que exigían el retirar la definición que los catalogaba como persona que “se sirve de engaños y artificios para defraudar a una persona en algún asunto. Que intenta engañar a alguien con astucias y mentiras”. Y la palabra judiada que tiene entre las definiciones la de: “Mala pasada o acción que perjudica a alguien".[8] La Fundación del Español Urgente (FundéuRAE), creada en el 2005 por la RAE y la agencia de noticias EFE, mantiene el uso de la fonética rusa para la capital ucraniana. La sugerencia que hace usar Kiev es que “contiene una combinación gráfica ajena al español”. [9]
Con este tema Barcelona se adelantó a Madrid cuando la Sección Filológica del Institut d'Estudis Catalans (Instituto de Estudios Catalanes - IEC) adoptó para el nombre de la capital de Ucrania el de Kiiv. La nota que publica la página oficial del IEC aclara que “se priorizaron las formas en la lengua originaria y no las recibidas a través de lenguas intermedias, como en este caso el ruso para la forma Kiev, especialmente en el caso de la toponimia de las antiguas repúblicas soviéticas. La forma Kiiv corresponde a la transcripción en catalán del nombre propio en lengua ucraniana”.[10]
Oleksandr Pronkevych, decano de la Facultad de Filología en la Universidad Petr Mogilo del Mar Negro, en la ciudad de Mykolaiv y presidente de la Asociación de Hispanistas de Ucrania declaró en entrevista reciente que los ucranianos han insistido ante la RAE para que se revise el tema sin que hayan recibido respuesta.[11] “Soy también presidente de la Asociación de Hispanistas Ucrania y en un momento de la guerra los diputados del Consejo Supremo de la Rada se dirigieron a mí. Firmé una carta dirigida a la Academia Real Española solicitando los cambios ortográficos, pero todavía no me han escrito nada y no sabemos qué pasa con nuestra carta. Me parece que es el espíritu como de inercia”, dijo el académico.
Otro de los hispanistas ucranianos Sergiy Fokin, docente de la Universidad Nacional Tarás Shevchenko de Kyiv, al ser inquirido recuerda la ley catalana, que detalla claramente que “sus nombres geográficos se transcriben únicamente del catalán” y aboga por que se transcriban los nombres y se pronuncien de la forma "más auténtica posible”. Para limar asperezas el profesor de la Universidad de Kyiv Taras Shevchenko señala las conferencias de las Naciones Unidas sobre normalización de nombres geográficos como la plaza ideal para buscar soluciones, aunque lanza la interrogante de “si escribimos Kyiv en español porque lo transmitimos del cirílico a los caracteres latinos de esta forma, entonces, también tiene que ser así en polaco, en lugar de Kijów”.
Fokin no es de la opinión de que el tema se pueda resolver al nivel de los hispanistas, reconociendo que “a nivel de dos naciones siempre habrá lugar a debates como este, que modificamos desde Ucrania la lengua española o que Kiev no es necesariamente del ruso sino de los tiempos de Rus de Kiev, se empezaría a transcribir desde que Anna Yaroslavna viajó a Francia, hay que explorar por ahí...”. Presenta el profesor ucraniano el criterio de los traductores españoles de la Comisión Europea que siguen al pie de la letra las instrucciones de la RAE en cuanto a topónimos y antropónimos ucranianos.
Algunos medios hispanos como el ABC de Madrid, El País, Reforma de México, siguen con Kiev; sin embargo, tanto el ABC como el Clarín de Argentina, nombran las ciudades ucranianas de Jarkiv, Mikolaiv y Chernihiv. El servicio en español de la Voz de América (VOA) usa Kiev y Jarkov, mientras que Radio y Televisión Martí se decanta por Kyiv, Jarkiv y Lviv. Inclusive los ucranianos que escriben para la prensa española sus textos aparecen con nombres de ciudades ucranianas con la variente rusa, como declaró el profesor Oleksander Pronkevych, quien tiene una columna de opinión en La Voz de Galicia con el título de Diario Íntimo de una Guerra.[12] “Cuando mando mis textos en que aparece el nombre Kiev y escribo Kyiv con y griega; pero me corrigen y ponen ie, de Kiev. Yo pregunté una vez el por qué y me responden que es la Academia Real Española. Pero por ejemplo en Cataluña en textos dedicados a Ucrania escriben Kyiv, con i griega. Como queremos nosotros. Todo depende de la libertad en una sociedad concreta. Y no me sorprende que en los Estados Unidos eso se hace sin problema, porque los Estados Unidos es un país con tan variedad de culturas, de lenguas, de todo. Eso significa que poco a poco se desarrolla la tolerancia y la comprensión de la sensibilidad cuando hablamos sobre estas cosas”.
A pesar de enviar cientos de miles de soldados a invadir a Ucrania, cometer cientos de crímenes de guerra, violar a mujeres, niñas y adolescentes ucranianos, Putin mantiene el discurso de que rusos y ucranianos son “hermanos”, "un solo pueblo" (es decir, rusos), y los que han pedido la ayuda a Moscú desde el este de Ucrania llaman a los ucranianos traidores y ayudan a las tropas rusas a convertir a Ucrania en una especie de protectorado ruso, con la idea de volver a tenerlo dentro de los predios del imperio y con nombre, sea lo mismo Malaya Rossia (Rusia Pequeña) o Novayarossia (Rusia Nueva).
En Ucrania ven hoy día el que llamen a la capital Kiev como táctica de la maquinaria de propaganda rusa, como parte de una campaña insidiosa para imponer el idioma ruso a millones de ucranianos y difundir desinformación sobre Ucrania. Usar las transliteraciones de los nombres ucranianos al idioma ruso para los pueblos y ciudades que están atacadas, bajo asedios, bombardeadas se ha convertido no solo en un absurdo sino también en gesto grotesco. El viaje de construcción nacional de Ucrania está lejos de terminar, pero establecer nombres ucranianos para lugares ucranianos es un primer paso esencial en el largo camino hacia la recuperación. La adopción en curso de los medios internacionales de la ortografía preferida "Kyiv" puede parecer intrascendente, pero representa una contribución significativa a este proceso
El uso en la prensa hispana de los nombres como Kyiv, Odesa o Mikolaiv puede que sea considerado como un pequeño gesto para los ucranianos que leen en español, pero es muy significativo para aquellos que resisten al imperialismo cultural de Rusia y se consideran herederos de una tenacidad de siglos. Es reconocer la independencia y autonomía de Ucrania y hacer un mínimo de justicia a un idioma que sigue recuperándose de siglos de dominación y entereza nacional.
Referencias
[2] https://amp.elperiodico.com/es/internacional/20220226/kiev-kyiv-nombre-capital-ucrania-13294609
[3] https://as.com/diarioas/2022/03/09/actualidad/1646811413_857349.amp.html
[4] https://blog.ap.org/announcements/an-update-on-ap-style-on-kyiv
[5] https://geonames.nga.mil/gns/html/PDFDocs/BGNStatement_Kyiv.pdf
[6] https://www.nytimes.com/2019/11/13/us/politics/kiev-pronunciation.html?referringSource=articleShare
[7] https://www.npr.org/sections/publiceditor/2022/02/25/1083055646/how-do-you-say-kyiv
[9] https://www.fundeu.es/recomendacion/guerra-en-ucrania-claves-de-redaccion/
[10] https://www.iec.cat/activitats/noticiasencera.asp?id_noticies=3263
[12] https://www.lavozdegalicia.es/firmas/oleksandr-pronkevich
Álvaro Alba Historiador y periodista, nacido en Cuba en 1963, especializado en temas de Europa del Este y la ex Unión Soviética. Máster en Historia por la Universidad Estatal de Odesa, Ucrania. Premio Emmy 2017 (Emmy Award) en la categoría de Documental Histórico.
Ha publicado en ABC, Diario de Las Américas, El Nuevo Herald, entre otros. Actualmente trabaja en MartiNoticias.com. Autor de Castro y Stalin, almas gemelas (2002); En la pupila del Kremlin (2011) y Rusia: la herencia del estalinismo (2012). Es Asociado Principal de Investigación (Senior Research Associate) del Centro de Estudios Cubanos (Cuban Studies Institute CSI) de Miami y miembro de la Asociación para Estudios Eslavos y del Este de Europa (ASEEES).