Entrevista a José Prats Sariol
JORGE SOTOLONGO
ZWEIG SE BAÑA EN EL CARIBE MULATO
Entrevista al autor de Diarios para Stefan Zweig
José Prats Sariol (La Habana, 1946). A sus novelas Mariel, Lila, y Guanabo Gay, se suman varios libros de cuentos, agrupados en Por sí o por no, 2014. Sus libros de crítica literaria: Por la poesía cubana, Criticar al crítico, Estudios de poesía cubana, Pellicer río de voces, No leas poesía y Lezama Lima o el azar concurrente; se enriquecieron en 2016 con dos nuevos títulos: Leer por gusto y Erritas agridulces. En Cuba, fue director de la revista El Placer de Leer y de los Círculos Populares de Cultura. En México, fue profesor en la universidad Iberoamericana y en la Universidad de las Américas, donde fundó y dirigió la revista Instantes. Dictó cursos en el doctorado en Lengua y Literaturas Hispánicas en la universidad de Phoenix, Arizona. A raíz de la publicación de su novela Diarios para Stefan Zweig (Editorial Casa Vacia, 2022), le concedió esta entrevista a Insularis Magazine.
Tras mi lectura de Diarios para Stefan Zweig, le pedí a su autor que accediera a responder cinco preguntas sobre la novela y sus proposiciones argumentales, así como sobre el panorama actual de la narrativa, en particular sobre sus proyectos literarios.
Hay consenso en que sus novelas, cuentos y ensayos sitúan a José Prats Sariol entre los más relevantes autores cubanos vivos. Se trata de un viejo amigo de la Universidad de La Habana, del célebre banco de madera que estaba a la entrada del edificio Dihigo, sede en ese entonces de las escuelas de Historia y de Letras. Allí deschabábamos hasta del Comandante en Jefe, aunque atentos a los informantes del G2. También nos veíamos en 12 y 23, esquina caliente del céntrico barrio habanero de El Vedado, donde casi cada semana coincidíamos en la Cinemateca.
La intrigante y simbólica novela puede adquirirse en las más importantes librerías de España, México y Argentina, así como en varios servidores de Internet, como Amazon. Yo la adquirí en el sitio web de la Editorial Casa Vacía, que la edita y anuncia la publicación en inglés para esta primavera, en traducción de Anja Bernardy.
Jorge Sotolongo.-- ¿Por qué aparece Stefan Zweig en el título?
José Prats Sariol.-- Los dos personajes centrales –la austriaca Edith y el cubano Federico-- encarnan una curiosa unión que tiene en el espíritu pacifista y democrático del autor austriaco, en las acciones en las que participa en la casa de los Kekesfalva, una triste actualidad en la guerra entre Rusia y la OTAN, que hace más de un año se libra contra Ucrania. Y tiene al mundo al borde de la Tercera Guerra Mundial. Como Zweig en 1939 sobre el nazismo, muchos estamos advirtiendo del enorme peligro de una hecatombe atómica global.
El contrapunteo entre la visión eurocéntrica y el supersincretismo caribeño arma el motivo de Diarios para Stefan Zweig, que se corporiza en Edith-Europa y Federico-Caribe, en los diarios de cada uno, según se van alternando en la novela. Tal punto de partida favorece formarlos como seres humanos, antes, durante y después de enamorarse hasta el delirio en el fabuloso París de entreguerras, que ambos disfrutan sin prejuicios sociales de ninguna especie, bajo el placer de los cuerpos y de las comuniones espirituales.
El viaje a la semilla en Hamburgo y luego en Suiza, incluye una admirada reflexión al ideario de intelectuales de principios y mediados del pasado siglo como Zweig o su amigo Romain Rolland. En el mismo sentido hay una oposición a la idea romántica de que Los pasos perdidos deben conducir a América y no al Continente matriz, de que aquí y no en Europa podría encontrarse una visión no contaminada de la naturaleza humana. En tal polémica, años antes de que Alejo Carpentier publicara su gran novela --Los pasos perdidos-- participa el escritor austriaco, sobre todo tras refugiarse en Brasil, donde, como sabes, se suicida con una sobredosis de barbitúricos en Petrópolis, junto a su segunda esposa, Charlotte E. Altmann, el 22 de febrero de 1942, cuando sólo contaba sesenta años de edad…
Mi novela es un homenaje a su mejor libro, sus memorias, publicado póstumamente bajo el título de El mundo de ayer. Hay varias analogías espirituales y políticas entre el mundo de Federico Lafargue y de Edith von Kekesfalva con el de Stefan Zweig. Son mundos que devienen borrascosos, de ayer y de ahora mismo.
Jorge Sotolongo.— ¿Por qué escogiste la forma “Diarios” para armar la novela? ¿Podrías explicarme a cuáles propósitos obedece tal opción estilística?
José Prats Sariol.— Hay un juego de voces íntimas, de ahí que se alternen hasta que se conocen y reconocen uno en el otro y decenas de amorosas viceversas. Aunque observa que la voz de ella es muy diferente a la de él, hasta en la sintaxis. Federico ignora la coma, apenas separa con punto cada oración, es mucho más impresionista, escribe como si fueran fotografías instantáneas, apenas se mueve. Aunque tal vez sólo algunos lectores se percaten de ese uso de los signos de puntuación…
De otra parte, el personaje del editor añade otro juego con el lector. Engañan sus pesquisas, engañan sus erudiciones y notas, engañan sus gestiones… Fue muy divertido para mí asociarme al personaje del editor, tal vez por mi condición, como sabes, de crítico literario. Me han pedido que lo asocie a alguno de los editores que he conocido. Tal vez en Cuba habría que pensar en José Rodríguez Feo, que editó mis dos primeros libros de crítica literaria. Pero en este caso tomé como modelo al gran Mario Muchnik, más judío que argentino, inolvidable editor de Elías Canetti. Aunque el de la novela sea un puro invento, como los textos que encuentra y las indagaciones que realiza.
Jorge Sotolongo.— ¿Qué significa esta nueva novela respecto de tu obra narrativa anterior?
José Prats Sariol.— Es mi primera excursión por el campo minado de la mal llamada narrativa de la no ficción, muy abundante en lengua inglesa. Para mí cada novela es un desafío verbal y un reto en la estructura, en la caracterización de cada personaje, incluyendo a los secundarios. Creo que Diarios rompe con el narrador omnisciente porque la atmósfera íntima del diario permite confesiones que estarían vedadas hoy en día, según el estado actual de la novela, a la antigua tercera persona. Se sabe que después de Joyce es anacrónica cualquier certeza, hasta en los monólogos. Aunque bajo la égida de tal anacronismo se han escrito maravillosos textos posteriores al del genial autor irlandés, lo que indica la ausencia de normas, de vaticinios en las expresiones artísticas de cualquier tipo. En literatura no hay historia sucesiva, lineal. Son espirales. Estrellas, constelaciones donde la novolatría –el fanatismo por lo nuevo-- no funciona como criterio de valor.
La forma del diario permite acercarse con mayor verosimilitud a las confesiones más engorrosas, a los temblores afectivos, a las revelaciones anímicas. Edith y Federico se encuentran tras sendas crisis amorosas, aunque en la novela –por el homenaje a Zweig— me detengo más en la vida de ella, a partir de lo que aparece como uno de los motivos argumentales en Impaciencia del corazón, cuya primera edición en alemán es de 1938 o 39. Este fue uno de los títulos que pensé para bautizar mi novela, en la variante Otras impaciencias del corazón, con una cita de mi admirada María Zambrano, de la que aprendí a siempre tener en cuenta las “razones del corazón”.
Ha sido un dinámico partido de ajedrez, también un juego de tenis, donde la pelota no siempre ha caído del otro lado de la malla. Es la primera vez que sitúo la narración en otra época distinta a la mía y en escenarios no cubanos o de las Américas.
Jorge Sotolongo.— ¿Cómo sitúas Diarios para Stefan Zweig en el encrespado río de la actual narrativa?
José Prats Sariol.— Tu pregunta da risa, porque haría falta un sacerdote etrusco, un mago hindú, un chamán del Alto Amazonas, un babalao yoruba, para hilvanar una respuesta legible. No. No sé. La actual narrativa es un bochinche repleto de instrumentos de percusión, favorecido por el maremágnum de Internet y el abaratamiento de las publicaciones. No hay capacidad para almacenar tanta chatarra e intentar separar textos valiosos.
La crítica literaria en los medios –sobran dedos para contar excepciones-- suele estar pagada por las grandes monopolios editoriales, corresponder a las asociaciones de bombos mutuos o a los miopes académicos de gruesos currículums. En fin. El fin.
Lo único que me atrevo a sugerir es que trato de marcar mi sesgadura dentro del canon de la narrativa cubana, es decir, a diferenciarme –sin perder nada de la admiración que les profeso-- de Alejo Carpentier, José Lezama Lima y Guillermo Cabrera Infante, a los que tanto he leído. Por supuesto que como parte del poderoso canon de la narrativa de habla hispana post-boom y de las recientes obras de la literatura mundial que he tenido la oportunidad de leer, según me enseñara Harold Bloom. De él aprendí a no mezclar multiculturalismos con literatura, es decir, documentaciones históricas, sexuales, raciales, generacionales, geopolíticas o ideológicas, con méritos artísticos. La literatura es una expresión artística. Parece una redundancia, pero no, muchos ignoran este elemental axioma.
Jorge Sotolongo.— ¿Cuáles son tus nuevos proyectos literarios? ¿Trabajas en la redacción de otra novela?
José Prats Sariol.— Sí. Muy embullado. Tengo pendientes dos encargos: Uno sobre recepciones y valoraciones de la actual poesía de habla hispana. Otro, muy polémico, que me granjeará insultos y animadversiones --espero que no lleguen al odio-- sobre la poesía cubana en este cuarto del siglo XXI. Además de algunos bocetos de ensayos, cuyas páginas reviso sin apuro, desde el ocio creador. Y por supuesto, estoy armando los apuntes de otra novela, bajo el título de Tiempo de trópico. Recuerda mi muletilla de que la decencia de un intelectual siempre está relacionada con las horas-nalga. Mi frase predilecta, del Buda, es “Trabajar hasta el fin, pues todo es perecedero”.
Miami, abril de 2023
Adquiera Diarios para Stefan Zweig: https://a.co/d/2985Z2T
Jorge Sotolongo. Nació el 4 de julio de 1948. Graduado en Licenciatura en Historia en la Universidad de La Habana, también estudió Artes Dramáticas en la Escuela Nacional de Arte, donde tiempo después fue profesor de Historia del Teatro. Trabajó como Asistente de Dirección de Vicente Revuelta en varias puestas en escena del grupo Teatro Estudio. En octubre de 1975 entró al ICAIC como Analista. Escribió, junto al Director Sergio Giral, el guión de "El rancheador” y "Maluala", este último filme ganador del Primer Festival del Nuevo Cine Latinoamericano. Fue asistente de dirección en "El Rancheador" y, posteriormente, Director Asistente de varios proyectos, entre los que destacan "El Brigadista”, de Octavio Cortazar, y "Patakín", de Manuel Octavio Gómez. Como Director de Documentales realizó, entre otros, “La historia del ron", "La llamada al sol”, "Salinas", Cerca del enemigo”, "Perros guardafronteras”, "Diálogo”, “Detrás de la huella” y “La isla del Tesoro azul" (documental submarino de largometraje que escribió y dirigió). Vive en el exterior desde octubre de 1985.