Reparto Las Murallas: transformación de un espacio urbano
ILEANA PÉREZ DRAGO
Sin duda el espacio urbano más representativo de la ciudad de La Habana es el eje del llamado Reparto Las Murallas. Este nombre no es un término popular en la actualidad, los habaneros no llaman así a esa franja, pero en su momento y posteriormente los estudiosos, especialmente el historiador Carlos Venegas, así la nombra en su documentado libro “La urbanización de Las Murallas: dependencia y modernidad”.
La muralla de La Habana se construye durante casi un siglo desde 1674 hasta 1797 para proteger la ciudad por tierra y como continuación de las fortalezas de El Morro, La Punta y el Castillo de la Real Fuerza, más antigua e interior en la bahía. Hacia 1863 comienza su demolición que continúa hasta principios del siglo XX dando paso a la urbanización de toda esa franja con edificios más modernos y de gran escala que van a dar una imagen urbana renovada a la ciudad.
Para los más conocedores apunto que el recorrido de la Muralla iba desde la bahía, pasando por el Palacio Presidencial, donde quedan algunos restos y hasta la Estación de Trenes donde también se conserva un tramo. Y consideremos el glacis como esa zona que queda sin construir desde la Muralla hasta la parte de atrás del Capitolio, aproximadamente.
La ciudad va creciendo fuera de la Muralla dejando libre la distancia del Glacis, requerida para poder usar el armamento de forma eficiente en caso de un ataque.
En 1772, aún sin terminar la muralla, el Capitán General Marqués de la Torre encarga la construcción del Paseo del Prado, llamado en sus inicios Alameda de Isabell II o de Extramuros, por su ubicación fuera del recinto amurallado. Este paseo que va desde la Fuente de la India y la Plaza de la Fraternidad hasta la fortaleza de La Punta se convertiría en la zona más representativa de la ciudad hasta nuestros días, acogiendo importantes edificios tanto gubernamentales, como públicos, culturales y residenciales.
En el siguiente mapa de 1798 aparece paralelo a la muralla el eje del paseo de Extramuros (del Prado) y se puede observar el trazado de la Calzada de Montes y cómo ya existen construcciones aledañas a esa vía.
En “La Habana de Tacón”, ese pequeño gran libro de la arquitecta Felicia Chateloin, se describe de modo minucioso la rivalidad entre el Capitán General Miguel de Tacón (1834-38) y el Intendente Conde de Villanueva. Mucho benefició a La Habana la competividad entre ambos manifestada en la cantidad de construcciones importantes que promovieron paralelamente.
Tacón promovió la construcción del Teatro que llevaría su nombre y se inauguró en 1838. El edificio fue construido por el empresario catalán Francisco Marty Torrens y diseñado por el arquitecto Antonio Mayo con los adelantos de la época en cuanto a acústica y dando especial relevancia al espacio con la enorme araña traída de Francia para iluminar y decorar.
El Teatro de Tacón fue adquirido por la Sociedad Gallega, que en 1910 inaugura el Centro Gallego de La Habana conservando en gran parte la sala principal del antiguo teatro. Este edificio ecléctico-barroco, unos de los más relevantes construidos en la ciudad, es muy conocido también por su monumental escalera interior.
Otra de las obras relevantes del Capitán General Miguel de Tacón fue la Cárcel Nueva o de Tacón (1836), demolida en 1939 para construir un Palacio de Justicia que no llegó a realizarse y quedando como Parque de los Mártires frente al Castillo de la Punta.
Mientras, el Intendente Conde Villanueva Don Claudio Martínez de Pinillos encargó al arquitecto italiano Giuseppe Gaggini el diseño de la Fuenta de la India o de la Noble Habana, uno de los símbolos de la ciudad que representa a la esposa del cacique Habaguanex, la mítica india Habana.
El Conde de Villanueva había liderado la construcción del ferrocarril (1837) que antecedió a su implantación en la península. Tuvo que esperar a la salida de Tacón para construir la estación que llevaría su nombre, la Estación de Villanueva, que se construyó en los terrenos del Jardín Botánico (1818) y luego sería demolida en 1928 para construir el Capitolio Nacional. Su función como Estación de Ferrocarril fue interrumpida en 1912 cuando se inagura la nueva Estación en los antiguos terrenos del Arsenal, en las inmediaciones de la antigua Muralla que ya había sido demolida y cuyos restos simbólicos aún se conservan en su cercanía.
Cinco años después de inaugurado el Teatro de Tacón, en 1843, abre sus puertas en la esquina derecha el salón de baile Café Escauriza, vinculado a un incipiente Hotel Inglaterra. En la planta alta se hizo famosa la heladería Café El Louvre, que dio nombre a la llamada “acera del Louvre” y fuera sitio de encuentro de la intelectualidad independentista. En ese espacio se construiría en 1875 el Gran Hotel Inglaterra, mejorado en 1891 y renovado en 1901 incluyendo instalación eléctrica y baños en cada habitación. En 1914 se le añade la tercera planta y la marquesina que lo caracteriza, completándose la imagen que conocemos.
Desde 1836 ya existía el Café Argel, en la esquina de Prado y Neptuno, que sobreviviría en 1863 en el Hotel Telégrafo, el más elegante de la ciudad en su momento. En 1911 tuvo una reconstrucción completa y se incluyeron teléfonos en sus habitaciones y en las mesas del restaurante, lo cual lo hizo muy apetecible para políticos y hombres de negocio.
Con la llegada la República y luego la implantación de la Ley Seca en Estados Unidos (1920-33) se produce un boom hotelero para albergar el creciente turismo norteamericano. En esta área del Reparto Las Murallas se construyen varios hoteles relevantes como el Plaza, el Sevilla y el Saratoga. Fueron visitados o recibieron como huéspedes relevantes figuras internacionales, entre ellos Albert Einstein, quien en su paso por La Habana en 1930 es invitado por la Academia de Ciencias a un almuerzo en el Hotel Plaza. Carusso, el célebre tenor italiano, se hospedó en el Hotel Sevilla cuando actuó en el Teatro Nacional (de Tacón) en 1920.
Retomando los espacios culturales, el afamado Teatro de Tacón abrió un período de expansión del mundo del espectáculo con la paulatina construcción de teatros en la franja glacis-muralla. El circo, la zarzuela y la ópera se disfrutaban en La Habana desde el período colonial. Con los Teatros Albisu-Campoamor, Irrioja-Martí, Payret, Capitolio-Campoamor, Actualidades, Alhambra, La Habana se convirte en lugar de paso de compañías españolas y europeas.
El teatro Albisu (1870), en el terreno que luego ocuparía el primer Teatro Campoamor (1915-1918-1921) y que en 1927 ocuparía el Centro Asturiano, fue inaugurado con la Ópera Otello de Rossini. En 1918 el edificio fue víctima de un incendio, pero el Teatro Campoamor logró reabrir hasta 1921, luego se traslada al Teatro Capitolio en la esquina de Industria y San José, donde se mantuvieron los dos nombres en su fachada.
El Reparto Las Murallas también acogió en el último tercio del siglo XIX importantes edificios residenciales de gran escala donde se mantienen rasgos de la arquitectura colonial mezclándose con elementos de carácter historicista que introducen un cierto eclecticismo como presagio de su posterior desarrollo en el siglo XX. Como referencia ya existía el Palacio Aldama, que fuera construido por Miguel Aldama con la doble función de Casa de Gobierno para una Cuba liberada de España.
El Palacio de la Marquesa Villalba construido entre 1863 y 1875 es posiblemente el mejor ejemplo de edificio neoclásico donde se mantienen las tradiciones de la arquitectura colonial a la vez que irrumpe con una escala y ritmo de palacio renacentista. La mezcla de frontones sobre las grandes ventanas, alternando curvos y triangulares, de marcado carácter clásico-renacentista junto a la presencia de arcos ojivales en las arcadas de planta baja, introduce un cierto eclecticismo en la fachada. En 1878, tras la muerte de la marquesa, pasó a ser propiedad del Conde de Casa Moré quien lo vendió a José Suárez Murias para convertirlo en Fábrica de Tabacos en 1880 que se suma a otras fábricas existentes en la zona, como la Partagás que existía desde 1844. En el siglo XX con la decadencia de la industria del tabaco, el edificio comienza a ser utilizado para viviendas de inquilinato y se van incorporando sociedades españolas y otros negocios.
Otro ejemplo relevante de edificio residencial es el Palacio de Balboa construido desde 1871 y terminado hacia 1879 en la Manzana que forman las calles Ejido, Apodaca, Zulueta y Gloria sobre la antigua muralla con evidente violación de la normativa establecida para la urbanización al estar separada de las calles por un patio perimetral evadiendo así la galería (portal) de carácter público que debía circundar la manzana.
Entrado el siglo XX se construyen mansiones eclécticas que van actualizando la imagen urbana como las que flanquean la Avenida de las Misiones y la calle Zulueta enmarcando en el centro al Palacio Presidencial. A la derecha el palacio Velasco-Sarrá, construido por una familia de exitosos boticarios catalanes en 1912, es la sede de la Embajada de España en La Habana desde 1984. Este edificio de estilo ecléctico tiene influencias del Art Nouveau. A la izquierda el actual Museo de la Música, residencia construida inicialmente en 1905 pero remodelada al estilo ecléctico posteriormente. En 1936 el Gobierno cubano compra el inmueble para la sede de la Secretaría de Estado y desde 1981 acoge el Museo Nacional de la Música.
Además del Centro Gallego, el Centro Asturiano y el Capitolio Nacional, ya mencionados, se construyen en las primeras décadas del siglo XX varios edificios eclécticos de notable prestancia e importancia por las funciones que desempeñaban, jerarquizando el área definitivamente como eje político-social.
La construcción del Palacio Presidencial, inaugurado en 1920, es uno de estos ejemplos, el más significativo en su momento. El edificio fue concebido para sede del Gobierno Provincial pero el presidente Menocal lo destinó a sede del Gobierno de la nación.
Cinco años más tarde, en 1925, Forestier hace su primer viaje a La Habana invitado por el Presidente Machado para realizar un plan urbano de modernización de la ciudad. La impronta de Forestier es la imagen que recordamos y se conserva en gran medida del Paseo del Prado, el Parque de la Fraternidad, el Parque Central y las áreas exteriores del Capitolio. Jean-Claude Nicolas Forestier, renombrado arquitecto-paisajista francés con obras importantes en París y también en varias ciudades españolas, es contratado por el gobierno de Machado para realizar un Plan Urbanístico general, para ello hace tres viajes a la ciudad entre 1925 y 1930. De ese ambicioso proyecto nos quedó la modernización del eje del Paseo del Prado y sus parques aledaños. Grandes farolas, pavimentos de granito, bancos de mármol, leones en bronce y el nuevo arbolado sellaron una nueva imagen de La Habana como ciudad moderna y monumental.
A nivel urbano el eje del reparto Las Murallas sigue teniendo importancia y está mucho mejor conservado que sus aledañas Habana Vieja y Centro Habana, que se debaten entre el ser o no ser de una arquitectura abandonada a su suerte sin que sus principales actores, los ciudadanos, puedan actuar sobre ella. La Habana sigue cayendo mientras el grupo empresarial-militar GAESA promueve la construcción de hoteles de lujo con inversiones extranjeras sin pasar por el escrutinio de las cuentas públicas, gestionando una economía supuestamente pública de forma privada, sin rendir cuentas ante los ciudadanos de su isla-finca-cárcel. El Hotel Manzana-Kempinski en la antigua galería comercial Manzana de Gómez (2017), el Hotel Iberostar Grand Packard proyectado por el prestigioso arquitecto español Rafael Moneo en el Paseo del Prado (2018) y el Hotel Paseo del Prado en la esquina con el Malecón (2019) son tres ejemplos relativamente recientes en el eje del antiguo Reparto Las Murallas.
Estas imágenes en puro contraste con el deterioro de La Habana a unos niveles cada vez más graves y con una necesidad urgente de actuaciones a gran escala que sólo serían posible con la salida de los dictadores, la apertura al capitalismo y el empoderamiento de los ciudadanos, para que vuelvan a ser productores de bienestar en su propia tierra.
Ileana Pérez Drago. 1964, La Habana, Cuba. Doctora en Arquitectura por la Universidad Politécnica de Madrid, Especialista en Restauración Arquitectónica por la Universidad de Valladolid y Arquitecta por el ISPJAE, La Habana. Su experiencia profesional la ha desarrollado en proyectos/obras de rehabilitación/restauración en el Centro Histórico de La Habana y en proyectos/obras de arquitectura de interiores en Madrid y Ciudad de Panamá. Dirigió la actividad docente y fue profesora en la Escuela-Taller Gaspar Melchor de Jovellanos de la Oficina del Historiador de La Habana en su primer ciclo. Investigó por más de diez años sobre la herrería colonial de La Habana en el siglo XIX. Como resultado de su Tesis Doctoral publicó el libro HIERROS DE LA HABANA con la Fundación Diego de Sagredo, Madrid. Actualmente reside en Miami.