Little Havana Memorial Park y Calle Estrella y otros poemas
LEANDRO EDUARDO CAMPA
Little Havana Memorial Park
I
Cuanto queda de Little Havana
es un quicio: el atardecer lo cubre;
todos los atardeceres se unen para cubrirlo.
En ese quicio dejamos sentada
nuestra sentencia.
Vidas que fueron un número
menos inequívoco que el del Seguro Social
edificaron este panteón:
Wichinchi; Quintana; Orlando, el ecuatoriano;
Frank, el jugador; Ordóñez, el Puro;
Miranda, el escurridizo; Sherman, el misterioso;
Rosario, la puta; Reina; Maritza, la loca;
Mr. Douglas, el Capitán de Navío; Dantón,
el policía de los ojos claros; Oti, la mujer de
[Mr. Dinero;
Papiro, el usurero; Mr. Dinero;
[Pedro Marihuana;
Jorge Ávila, el atómico; Maldonado, el alcalde;
Mirtha B. Moraflores; Eddy Campa, el poeta
[y otros, otros.
Todos, todos estamos en Memorial Park.
XV
¡Qué triste se ve la Ocho Avenida y la Tres Calle!
Nadie habla,
nadie se mueve.
¿A qué se debe
que las luces de las perseguidoras,
las sirenas de las ambulancias
y los lamentos de los Evangelistas
no despierten el entusiasmo de otras veces?
¿Hacia dónde apuntará el crepúsculo hoy?
¿Acaso nadie va hoy a drogarse
o a componer odas?
La tristeza de esos hombres yo la conozco:
Reina no está entre nosotros.
Reina,
la dependiente de la cafetería de Mr. Dinero,
que mantenía en vela a un mostrador
repleto de ojos,
por esa transparencia de tela
que siempre usó,
y que a tanto follaje luz le diera.
¡Ay, Reina!
y nuevamente
Reina, la de los besos sin tax,
y por los que Cheo Muñanga se batió
a pedradas con el difunto Maldad.
Y la cerveza deslizándose
en la oquedad de una premura
que a mi resignación sentido da,
y a la que ella, Reina, miraba
con lasciva fijeza.
¿Cómo prescindir de esa vocación
al estímulo?
¿O es que vamos a permitir
que rapten a nuestras mujeres?
Un concejal de la ciudad se casó con Reina.
Ahora sí, ahora sí entiendo
por qué la tristeza de estos hombres
se convertirá en violencia antes que el día acabe.
¿Pueden decirme
en qué dirección queda el mar?
XXVIII
Esperaré con fuerza para ver la luz del amanecer,
de todos los amaneceres.
Que el olor a vida me excite
cuando roce mi osamenta,
y que siempre responda a su llamado
mi gratitud de hombre proscrito.
Todos, todos estamos en Memorial Park.
Calle Estrella y otros poemas
1
Por el camino del Estadio de pelota,
hacia las luces del Estadio de pelota
se ven desde la azotea de mi casa,
en Estrella,
y se ven desde el piso 25
del Hotel Habana Libre
buen lugar para estar,
apuñalándome con ron la garganta,
sentado sobre una de las banquetas de la barra,
con las manos encima
de unas convidadas, complacientes, sensuales
rodillas
y mi rodilla engavetada en sus rodillas.
Pero voy por el camino del Estadio de pelota,
a las ocho y media de un sábado de serie
y serio aburrimiento,
sintiendo ya
la pelota detenida en el umbral del batazo:
los brazos alzados con abrigos, periódicos, vasitos
[de café,
hacia el esplendor de las luces del Estadio,
hábitat de un público que se levanta, aplaude,
[grita, blasfema.
9
Los asientos de los ómnibus Girón son socialistas
y los ómnibus se construyen en la fábrica Girón,
en La Lisa
en largas, muy largas
y oscuras naves
(cuando se entra del sol),
y el ruido es grande y diverso
y la comunicación se hace casi imposible
y es una comunicación salvaje y primitiva
con golpes y señas
pero muy elocuente.
Y los obreros llevan orejeras de metal
pero son diferentes a las orejeras
que llevan los caballos de tiro
que laboran en las ciudades
y que miran sólo
hacia delante.
Y trabajan cientos de obreros,
divididos en secciones,
pero la división no existe;
tampoco hay departamentos con letreros
como “Personal” o “Económico”
porque
sus trabajos no requieren carteles.
Y los ómnibus realizan su primer itinerario
dentro de la nave
y de lo que eran piezas sueltas
resulta una composición determinada y concreta
que más tarde tendrá valor económico
pero antes fue humanizada
y así ha de ser vista
aunque forme parte de los planes quinquenales.
Leandro Eduardo Campa (Eddy Campa) nació en La Habana en 1953, en un solar del barrio de Los Sitios. A los 15 años fue detenido, acusado de hippie sin serlo. Desde ese entonces estuvo fichado por la policía política del régimen cubano. Su relación con la literaria comienza en la cárcel: “Estando preso escribo un cuento, donde, en esencia, se narraba la llegada de un extraterrestre que me sacaba del lugar”. En los años setenta vuelve a ser encarcelado acusado de enviar sin autorización el manuscrito de su libro Calle Estrella y otros poemas a un concurso en Venezuela. En 1980 sale de Cuba durante el éxodo del Mariel. Reside un largo tiempo en Texas y un período en Nueva York, hasta que se establece en el corazón de La Pequeña Habana de Miami. Escribe su extraordinario poemario Little Havana Memorial Park y los relatos de Cuentos para estafar y otras historias, donde narra sus experiencias como vendedor ambulante de prendas de fantasía. Un día entre finales del 2001 o principios 2002, desaparece sin dejar rastro.