Sin pelos en la lengua y otros poemas
ENRICO MARIO SANTI
Sin pelos en la lengua
A rayo ha de saber ese jabón
porque inevitable será afeitar
con la debida frecuencia
semejante fláccido instrumento,
tomando precaución en esa,
eso sí, ineludible competencia
entre navaja y metralla viperina
de preservar aquellos filos,
a menos claro está
que a manos de un experto peluquero
optemos con cepillo y brillantina
atusar las ondas procelosas
que en anhelante lidia
enreden al ingenuo contrincante
entre afiladas fauces con su verbo:
mortífero, sagaz y melenudo.
Claremont, CA. 3 de abril, 2024
La donna e mobile
En tanto que el Duque de Mantua,
monarca mujeriego,
entonaba entretenido que la mujer—
adicta al maquillaje,
rubia o trigueña por días,
con trenzas o permanente—
voluble es y dispone
no solo a su pareja sino
afectos y pareceres,
su jorobado bufón,
tramada la venganza con sigilo,
confiado en que aquel saco
sangriento al enemigo arrastraba,
en realidad remolcaba
un bulto con su adorada
que en doble o triple mudanza
sin veleidad confirmaba
la alteración del amor.
Así como el mucho amar
no significa acertar,
tampoco sirve cambiar
si no sabes qué arrastrar.
Claremont, CA. 19 de abril, 2024
La espera
En el sueño, para no molestar
Saliendo del baño, antes de la comida
A lo mejor por la tarde, en septiembre, a la sombra
de la mata de aguacates
Meando mirando La Terraza con Virgilio y con Lezama
Cruzando despacio la Loma del Indio
Fumando un tabaco al lado de la fuente
En recuerdo de una lluvia en Reparto Sueño
Viendo correr a mis tres niños
Después del desayuno, en la escalera
Caminando por Serrano con sol de justicia
Un sábado, el día que más quiero, porque falta tanto
para el lunes
Manejando, y a un costado me salgo (cuidadoso siempre
fui)
Caminando en el tiempo a Capuccino
En un motel, abandonado
Diciendo un chiste a mi señora que cocina
Mientras leo, cuando ya escribir no pueda
Volviendo a ver: a mi madre regañando, a mi padre
dibujando, a mi hermano que dice no
Oyendo la musiquita al lado de Hotel Habana
Cuando me quede solo
Cuando ella quiera
Claremont, CA. 7 diciembre, 2018
Canción que quiere ser carta
Recuerda que todo empezó
a la hora del recreo. Niña rubia, Noemí,
cascada seda, senos ausentes.
Tus pestañas son cortinas con dos huecos azabaches.
Nunca me viste.
Años pasaron plantado en el Tívoli, cine pobre,
Marisol, canté contigo.
Rubia de risa cristal, ojos de luz azul
que iluminaron mi exilio.
Nunca me viste.
En Kentucky por fin te enamoré, pude tocarte.
Te bauticé Mariposa, falsa rubia,
fuego de perdición, mi muerte fuiste.
Desnudo reviví.
Nunca me viste.
Arroyo fuiste en Vermont,
agua amarilla que huye.
En un sueño caminamos por el bosque,
fatua rubia y te fugaste
con un lobo.
Nunca me viste.
En Menorca te he vuelto a ver.
Soy viejo, pero he olvidado tu nombre,
de mis ojos niña rubia otra vez.
En tantos años no cambias.
Cualquier día vuelvo a verte.
Sigo triste.
Santo Tomás, Menorca. 17 de julio, 2017
Dueño de su silencio
Díjolo y nada menos
que el torero
recordando el ruedo aquel
cuando bestia provocada
respondiera a sus insultos—
que cuernos para su mal tendría,
mas no cojones,
y que en dudoso caso que los tuviere,
de rebozadas criadillas sirvieren.
Esclavo de sus palabras
en ese espejo que provee la tauromaquia,
el matador en su lidia
poeta imprudente fue.
Un cuerno solitario
puede dejar impotente
al más diestro de los bardos
o a un Dominguín elocuente.
Claremont, CA. 4 de marzo, 2024
Enrico Mario Santí (Santiago de Cuba, 1950) es escritor, profesor y estudioso de literatura. Luego de una carrera académica de cuatro décadas en Estados Unidos, durante las cuales ha producido doce libros y veinte ediciones críticas (entre ellas, de clásicos hispanoamericanos como El laberinto de la soledad y Canto general), y más de cien ensayos, reseñas y entrevistas. Vive actualmente en California y se desempeña como investigador en la Claremont Graduate School.