Sin pelos en la lengua y otros poemas 

ENRICO MARIO SANTI

Servando Cabrera. Torso, 1965.

Sin pelos en la lengua

A rayo ha de saber ese jabón

porque inevitable será afeitar

con la debida frecuencia

semejante fláccido instrumento,

tomando precaución en esa,

eso sí, ineludible competencia

entre navaja y metralla viperina

de preservar aquellos filos,

a menos claro está

que a manos de un experto peluquero

optemos con cepillo y brillantina

atusar las ondas procelosas

que en anhelante lidia

enreden al ingenuo contrincante

entre afiladas fauces con su verbo:

mortífero, sagaz y melenudo.

Claremont, CA. 3 de abril, 2024


La donna e mobile

En tanto que el Duque de Mantua,

monarca mujeriego,

entonaba entretenido que la mujer—

adicta al maquillaje,

rubia o trigueña por días,

con trenzas o permanente—

voluble es y dispone

no solo a su pareja sino

afectos y pareceres,

su jorobado bufón,

tramada la venganza con sigilo,

confiado en que aquel saco

sangriento al enemigo arrastraba,

en realidad remolcaba

un bulto con su adorada

que en doble o triple mudanza

sin veleidad confirmaba

la alteración del amor.

Así como el mucho amar

no significa acertar,

tampoco sirve cambiar

si no sabes qué arrastrar.

Claremont, CA. 19 de abril, 2024

La espera

En el sueño, para no molestar

Saliendo del baño, antes de la comida

A lo mejor por la tarde, en septiembre, a la sombra

de la mata de aguacates

Meando mirando La Terraza con Virgilio y con Lezama

Cruzando despacio la Loma del Indio

Fumando un tabaco al lado de la fuente

En recuerdo de una lluvia en Reparto Sueño

Viendo correr a mis tres niños

Después del desayuno, en la escalera

Caminando por Serrano con sol de justicia

Un sábado, el día que más quiero, porque falta tanto

para el lunes

Manejando, y a un costado me salgo (cuidadoso siempre

fui)

Caminando en el tiempo a Capuccino

En un motel, abandonado

Diciendo un chiste a mi señora que cocina

Mientras leo, cuando ya escribir no pueda

Volviendo a ver: a mi madre regañando, a mi padre

dibujando, a mi hermano que dice no

Oyendo la musiquita al lado de Hotel Habana

Cuando me quede solo

Cuando ella quiera

Claremont, CA. 7 diciembre, 2018

Canción que quiere ser carta

Recuerda que todo empezó

a la hora del recreo. Niña rubia, Noemí,

cascada seda, senos ausentes.

Tus pestañas son cortinas con dos huecos azabaches.

Nunca me viste.

Años pasaron plantado en el Tívoli, cine pobre,

Marisol, canté contigo.

Rubia de risa cristal, ojos de luz azul

que iluminaron mi exilio.

Nunca me viste.

En Kentucky por fin te enamoré, pude tocarte.

Te bauticé Mariposa, falsa rubia,

fuego de perdición, mi muerte fuiste.

Desnudo reviví.

Nunca me viste.

Arroyo fuiste en Vermont,

agua amarilla que huye.

En un sueño caminamos por el bosque,

fatua rubia y te fugaste

con un lobo.

Nunca me viste.

En Menorca te he vuelto a ver.

Soy viejo, pero he olvidado tu nombre,

de mis ojos niña rubia otra vez.

En tantos años no cambias.

Cualquier día vuelvo a verte.

Sigo triste.

Santo Tomás, Menorca. 17 de julio, 2017

Dueño de su silencio

Díjolo y nada menos

que el torero

recordando el ruedo aquel

cuando bestia provocada

respondiera a sus insultos—

que cuernos para su mal tendría,

mas no cojones,

y que en dudoso caso que los tuviere,

de rebozadas criadillas sirvieren.

Esclavo de sus palabras

en ese espejo que provee la tauromaquia,

el matador en su lidia

poeta imprudente fue.

Un cuerno solitario

puede dejar impotente

al más diestro de los bardos

o a un Dominguín elocuente.

Claremont, CA. 4 de marzo, 2024


Enrico Mario Santí (Santiago de Cuba, 1950) es escritor, profesor y estudioso de literatura. Luego de una carrera académica de cuatro décadas en Estados Unidos, durante las cuales ha producido doce libros y veinte ediciones críticas (entre ellas, de clásicos hispanoamericanos como El laberinto de la soledad y Canto general), y más de cien ensayos, reseñas y entrevistas. Vive actualmente en California y se desempeña como investigador en la Claremont Graduate School.

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