La Escuela Vocacional Lenin y el “hombre nuevo cubano”

ILEANA PÉREZ DRAGO

Edificios docentes. Escuela Vocacional Lenin (tomado de www.arquitecturacuba.com)

El 31 de enero de 1974 Fidel Castro inauguraba oficialmente junto a Leonid I. Brezhnev, Secretario General del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, la que sería durante varias décadas la más importante cantera de científicos de Cuba: la Escuela Vocacional  Vladimir Ilich Lenin, más conocida como “La Lenin”. Eran los tiempos de “la inquebrantable Amistad entre Cuba y la Unión Soviética”, en los que desde la metrópoli socialista se subvencionaban, a cambio de algunos servicios y fidelidad, los proyectos colectivistas de la “nueva sociedad cubana”. Una sociedad blindada hacia el exterior, centrada en el control y el adoctrinamiento, que usaba la hipotética invasión inminente desde los Estados Unidos como medio de mantener al pueblo en una constante “alerta”, creando una cierta paranoia colectiva que era mucho más fácil de promocionar desde una educación fuera del seno familiar. Aunque puede considerarse que esa paranoia quedaba en un segundo plano en el diario vivir de un pueblo enfocado en sus tres retos principales: desayunar, almorzar y cenar.

Vestíbulo. ESCVOC Lenin (www.arquitecturacuba.com)

Entré en la Escuela Lenin en el año 1976. Realmente estuvimos un año en una filial temporal en Güira de Melena, para luego entrar en la Lenin verdadera en octavo grado. Estudié la primaria en Regla, un pequeño pueblo obrero conocido por la lanchita que lo conecta con La Habana Vieja atravesando la bahía. Mis profesores de primaria me sugirieron que eligiera estudiar en la escuela pedagógica, pero me resistí a la idea y cuando llegaron varias plazas para ir a estudiar a La Lenin, opté y allí me fui a estudiar junto a cuatro amigos. Recuerdo que había dos niños con muy buenas notas que prefirieron no becarse. A mí me parecía mejor opción que quedarme estudiando la secundaria en mi pueblo, prometía ser una mejor escuela, donde podría tener una mejor educación, mejores profesores y más recursos. Además, me permitiría abrir el reducido círculo en el que crecí.

A la derecha edificio de albergues y al fondo edificio docente. ESCVOC Lenin (www.arquitecturacuba.com)

La Lenin no era como el resto de las Escuelas al Campo que fueron sembradas por toda la isla con la justificación de una educación en el estudio-trabajo, para contribuir con el sector agrícola y formar al “hombre nuevo”.  A la agricultura nada se le aportó, pues los mismos campesinos se quejaban de la poca productividad y el poco interés de los estudiantes devenidos agricultores. Los gastos de transporte, manutención, uniformes, construcción de escuelas, desplazamiento de profesores fuera de sus hogares a zonas agrícolas, etc. realmente convertían las Escuelas al Campo en un proyecto no sostenible y solo posible como parte de la financiación soviética a la isla.

Área de formación. ESCVOC Lenin (www.arquitecturacuba.com)

La Lenin era una escuela élite. Un conjunto escolar para 4500 estudiantes que ocupa aproximadamente 80 hectáreas, 98.500 m2 construidos, dividido en 6 unidades, con alumnos desde el 7mo hasta el 12vo grado. Edificios docentes, albergues, teatro, anfiteatro, sala polivalente, gimnasio con tabloncillo de madera, piscina olímpica, tanque de clavado, pista deportiva, espacios para talleres de fotografía, laboratorios de física, química, idiomas, fábrica de radios, fábrica de implementos deportivos, huerto, un pequeño hospital donde había ingresos, clínica dental y dos comedores, uno en cada extremo. Además un comedor “modelo” donde una profesora nos enseñaba a utilizar los cubiertos en el orden que requiere el protocolo, en un mesa larga montada para tal fin.

Vista de una de las piscinas olímpicas. ESCVOC Lenin (www.arquitecturacuba.com)

En 1976, a mis doce años, llegar a La Lenin fue empezar una nueva vida. Tus compañeros de clase se convierten poco a poca en tu familia, pues convives con ellos casi 6 días a la semana y pasas 1 en tu casa, considerando que duermes 8 horas, realmente estás con tu familia aproximadamente 16 horas que pasan volando entre lavar y planchar la ropa, hacer alguna tarea docente, preparar algo de comida para ver si la puedes entrar en la escuela y salir con los amigos de tu barrio o ir a El Vedado a una fiesta en alguna casa o apartamento de los nuevos amigos de la Lenin.

La Lenin me hizo ver otra Cuba. Mi vida pueblerina de niña que jugaba en la calle a los escondites, el pon y que recorría toda Regla en bicicleta, nada tenía que ver con las historias que empezaba a oír de niños que habían crecido en Inglaterra, en Francia, hijos de dirigentes del gobierno que llegaban a las clases de inglés dominando el idioma mejor que los profesores. También te vas enterando que allí hay hijos de ministros, de vice-ministros, y que además están los hijos de Fidel, que ni sabías que tenía hijos, ni mujer.

El adoctrinamiento no era mayor que el de cualquier escuela del país. Los matutinos patrióticos antes de empezar las clases, las consignas y la autocensura que ya teníamos inoculada, no eran exclusivos de esta escuela. Era el modo de vivir, con conciencia real, o de sobrevivir, para no pagar el alto precio de la exclusión o la represión. Las propias familias se encargaban de enseñar a sus hijos la obediencia, bien por convicción o para que lograran avanzar en ese sistema totalitario y, si fuera posible, escapar de él. En realidad fue sorprendente ver la poca “conciencia revolucionaria” de muchos de los hijos de los dirigentes, que a veces eran buen ejemplo de lo que se consideraba “diversionismo ideológico”, dado que ellos no siempre lograban disimular, y algunos hasta alardeaban de la buena vida que tenían y de lo mucho que les encantaba el rock, los Beatles, Bee Gees, Deep Purple y Led Zeppelin, grupos que yo ni siquiera había oído mencionar. Esos muchachos mencionaban cosas como Video Beam, que sonaba a ciencia ficción, pero que sus padres les traían de sus frecuentes viajes. Algunos contaban sobre sus paseos en yates los fines de semana. Traían a la escuela relojes Seiko y Citizen, las niñas traían medias blancas que no perdían los elásticos, como las nuestras, las que nos daban con el uniforme. Esos pequeños detalles, medias y relojes, los distinguían del resto.  Mirándolo ahora me parece hasta ridículo que algo tan simple pueda distinguir a alguien.

Planta General. ESCVOC Lenin (www.arquitecturacuba.com)

La Lenin era una pequeña ciudad sin cercas, de la que algunos se atrevían a escapar en ocasiones, bien por irse el viernes, antes de la salida oficial de los sábados en la mañana, o bien por, cosa que supe muchos años después, evitar una paliza por puro bulling. El abuso hacia algunos alumnos con características especiales  era frecuente en los albergues de los varones y muy puntual entre las hembras. La disciplina era controlada por los profesores, pero una escuela de 4500 alumnos deja mucho margen para que puedan estar solos, especialmente en los albergues, donde la vida de algunos chicos era bastante complicada hasta que decidían dejar la escuela.  Los motivos podían ser diversos: físicos, de carácter, no querer hacer fraude con los trabajos que teníamos que hacer fuera de clase, en fin, todo lo que podemos imaginar entre jóvenes que viven parte del tiempo prácticamente solos.

En la Lenin había un sentido de “clase”, más bien 2 sentidos de “clase”. Aunque suene autosuficiente, en realidad había un de cierto “orgullo” o pertenencia por el hecho de sentirse parte de un grupo élite. Puede que suene políticamente incorrecto, pero es lo que puedo contarles, desde la más absoluta sinceridad. El hecho de tener reunidos a muchos de los mejores estudiantes permitía que el nivel de las clases fuera más elevado que en otras escuelas y que pudieran desarrollar sus talentos en matemáticas, física y química, especialmente. En esta “clase” podría considerarse todo el alumnado, por el mero hecho de asistir a esta escuela.

Pero había otra “clase” que tenía que ver más con el pedigrí, con el origen del alumno, con su pertenencia a la élite del gobierno, bien por ser hijos de dirigentes o de mártires de la llamada Revolución. En este grupo habría que hacer dos distinciones, los hijos de Fidel, y el resto. Los hijos de Fidel guardaban mayor discreción en cuanto a las formas, se comentaba que salían los miércoles por la tarde y volvían los jueves, que los recogían en un Volvo. Alex, dada su afición a la fotografía, era quien tenía a su cargo ese taller, con lo cual tenía a su disposición el equipamiento y los productos necesarios, todo un privilegio. No me consta, pero se decía que alguno de ellos, en ocasiones, acompañaban a sus amigos en los “palos” (robos) que daban en el comedor para que no les pasara nada a los participantes. Los hijos de otros dirigentes, ex embajadores, etc., incluyendo los hijos del Che Guevara, tenían una actitud más variada que iba desde la de Ernesto Guevara, que fue expulsado por sus reiteradas indisciplinas y alusiones contra las ideas de su padre, hasta su hermana Celia, totalmente alineada, teniendo en el intermedio todo un abanico que incluye las más variadas actitudes snob y supuestamente “aburguesadas”. Recordemos que no pocos de ellos venían de familias que fueron prósperas en el capitalismo y que mantuvieron un nivel de vida con servidumbre y privilegios, así como los de origen humilde devenidos nuevos ricos, que nada tenían que ver con la vida de sacrificio que se nos impuso y que nos decían que era “igual para todos”.

Eran años en los que todavía Fidel se atrevía a hacer promesas de prosperidad, y los estudiantes de la Lenin, que no tenían en mente una vida futura de sacrificio, sino de recoger el fruto del esfuerzo, preguntaban en las charlas de formación profesional  que venían a darnos antes de escoger la carrera: ¿Cuál es el salario que se puede ganar con esta profesión?  Los conferencistas se sorprendían con aquellos jóvenes tan “metalizados”, que más que interesarse por el tipo de trabajo que desarrollarían querían saber cuánto les iban a pagar y si tendrían acceso a un carro.

No era una masa homogénea del supuesto “hombre nuevo” que se pretendía fraguar. Como en toda la sociedad cubana, la simulación, la supervivencia, también vivían con nosotros. Algunos amigos no tenían padres conocidos y años más tarde supimos que sus padres vivían fuera de Cuba y que tuvieron que simular que habían muerto o que no tenían vínculo para poder entrar y permanecer en la escuela. Algunos amigos se fueron en el éxodo del Mariel y recibieron actos de repudio en la escuela, en los que muchas veces participaban grupos que se dedicaron a esa abominable tarea, y con vergüenza miramos esos actos y nos apartamos sin decir nada, por no inmolarnos. Falta de valor?, cobardía?, supervivencia? Todo junto.

Muchos de nosotros hemos ido emigrando durante décadas y hoy nos encontramos, como muchos cubanos, por todo el planeta. Otros continúan en Cuba desarrollando sus profesiones con cierto éxito dentro del régimen totalitario, otros mal viviendo. Algunos todavía asumen tareas de lealtad al régimen y se dedican a defenderlo en las redes, incluso desde fuera de Cuba, creando fuertes debates con pocos argumentos, por lo cual a veces son sustituidos por otra ciber-claria en esa lacaya función.

ESCVOC Lenin. Darwin V. Martínez-Facebook-2017

ESCVOC Lenin. Darwin V. Martínez-Facebook-2017

Con la caída del campo socialista también cayó en gran medida La Lenin, comenzó su decadencia, algunos dicen que empezó cuando terminaron de pasar por allí los hijos de Fidel, pero lo cierto es que de aquella escuela inicial ya poco queda, mucho deterioro físico y unos edificios que aún se mantienen en funcionamiento para no declarar el cierre total. Sobrevive la hermandad de muchos de los que en ella crecimos, adolescentes que nos cuidamos los unos a los otros en la mayoría de los casos, aunque no faltan historias tristes de abusos y humillaciones que hacen que algunos de sus estudiantes no quieran recordar su paso por allí.

El “hombre nuevo”, marxista-leninista y leal -sinceramente leal- al régimen, no fraguó, a pesar de recibir una educación adoctrinadora, fueron mayores la capacidad de aprender a sobrevivir en el sistema y los deseos de escapar para vivir en libertad.


Ileana Pérez Drago. 1964, La Habana, Cuba. Doctora en Arquitectura por la Universidad Politécnica de Madrid, Especialista en Restauración Arquitectónica por la Universidad de Valladolid y Arquitecta por el ISPJAE, La Habana. Su experiencia profesional la ha desarrollado en proyectos/obras de rehabilitación/restauración en el Centro Histórico de La Habana y en proyectos/obras de arquitectura de interiores en Madrid y Ciudad de Panamá. Dirigió la actividad docente y fue profesora en la Escuela-Taller Gaspar Melchor de Jovellanos de la Oficina del Historiador de La Habana en su primer ciclo. Investigó por más de diez años sobre la herrería colonial de La Habana en el siglo XIX. Como resultado de su Tesis Doctoral publicó el libro HIERROS DE LA HABANA con la Fundación Diego de Sagredo, Madrid. Actualmente reside en Miami.

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