La pertinente envergadura de un libro

JOSÉ HUGO FERNÁNDEZ

Pobres de nosotros, exiliados cubanos de Miami, siempre tan cerca de Cuba y tan lejos de los Estados Unidos. Esta frase, remedo de un proverbial remedo, me estuvo rondando durante todo el tiempo que dediqué a la lectura de “Cuídate, Cuba, de tu propia Cuba”, excelente libro con el que Joaquín Gálvez caló a fondo en torno a un fenómeno sobre el que se ha escrito bastante, pero sin que se diga lo suficiente, o al menos lo suficiente para nuestra sesgada aptitud de entendimiento. Gálvez lo resume así en uno de sus textos: “Nuestros políticos e intelectuales han sido siempre proclives a mezclar lo ancestral o folclórico con lo gubernamental e institucional. Es decir, mezclan la ficción con la realidad; no saben darle al arte lo que es del arte y a la política lo que es de la política”.

En síntesis, se trata de una compilación con más de sesenta textos de distintos géneros y facturas, dedicados a una amplia gama de asuntos que se relacionan con nuestro quehacer cultural y sociopolítico. También, como no podía ser menos, abundan en este libro las pinceladas sobre el panorama de la literatura cubana en Miami, donde hay de todo (bueno y regular, como en botica), por más que a veces lo pintoresco y lo patético sobresalgan sobre lo valioso, en preocupante desproporción.

La herencia maldita del fidelismo, que aún más que ideologizarnos incurablemente, nos ha idiotizado ideológicamente, es uno de los temas que gravitan con insistencia sobre el libro. “El problema está en la forma en que se realiza el debate de ideas y cómo somos capaces de convivir con las opiniones ajenas”, afirma Gálvez en “Epílogo de un desconcierto”, crónica sobre una presentación de Pablo Milanés en Miami. Mientras, en el artículo “Del humor al desparpajo: el choteo cubano”, hunde el bisturí en el mal uso de nuestra ingeniosa gracia criolla como instrumento descalificativo y de bullying contra el que piensa diferente. “La estructura del régimen totalitario castrista lleva consigo ese talante de choteo violento”, puntualiza como ilustración del modo en que hemos atravesado el mar cargando con los vicios de la dictadura. Por otro lado, el texto “La cultura como arma de apoyo al castrismo y su continuidad”, echa al aire una interrogante que se las trae: “Si en tiempos del fascismo y el nazismo hubiera existido una Unión de Escritores y Artistas Fascistas Italianos o Nazis Alemanes, ¿hubiera sido éticamente correcto, solo por razones literarias, que los escritores italianos y alemanes en el exilio promovieran y publicaran las obras de sus colegas fascistas y nazis, quienes además seguían los dictámenes de sus superiores firmando cartas a favor del encarcelamiento y la pena de muerte de los opositores y disidentes, y aprobaban la quema de libros de sus colegas exiliados...?”. En tanto, “Cuídate, Cuba, de tu propia Cuba”, artículo que da título al libro, sentencia: “Lo peor que le puede suceder a una nación, cuyo fracaso se prolonga por los excesos de una dictadura, es que la inmensa mayoría de sus ciudadanos sean portadores de los rasgos psicológicos más nocivos de sus gobernantes y que ni siquiera sepan distinguirlos”.

Como para que no le falte nada, en la segunda de las tres secciones que conforman “Cuídate, Cuba, de tu propia Cuba” (editado por Neo Club Ediciones, de Miami), se agrupan textos de esencia entre lúdica y sarcástica, que parecen actuar como una especie de remanso para aligerar la severidad de algunos contenidos. No gratuitamente la sección se titula: “Como un epígono de Aristófanes”, coyuntural tributo al llamado poeta cómico de la Antigua Grecia, por su habilidad para ridiculizar con sutil encanto a los políticos y a otros generadores de influencia en su época. Sirva como adelanto de esta sección un fragmento del texto “Algunos términos del Diccionario Político-Cultural Cubano: “Amigo: Escritores y artistas que se agrupan en un gremio cultural auspiciado por el Estado y por el cual se asume que sus obras tienen un valor que las exime de todo cuestionamiento crítico. Estos amigos, aun cuando vivan en el exilio (o diáspora), no deben criticar a sus miembros de cofradía ni cuestionarlos. Cuando uno de ellos se muere, se prohíbe toda crítica por actitudes reprochables; solo se le debe escribir loas y poemas a la usanza de nuestra tradición patriótica”.

Ojalá que las citas anteriores puedan brindar un anticipo de la pertinencia y la indudable envergadura de este libro con el que Joaquín Gálvez patentiza que además de ser un magnífico poeta, es un agudo escudriñador social, un avispado analista político, además de versátil escritor y persona liberada de las estrecheces mentales que describe y examina; en fin, un artista comprometido espiritualmente (única forma válida de compromiso) con sus raíces y con su tiempo histórico.  

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José Hugo Fernández (La Habana, 1954) es escritor y periodista. Durante la década de los años 80, trabajó para diversas publicaciones en La Habana, y como guionista de radio y televisión. A partir de 1992, se desvinculó completamente de los medios oficiales y renunció a toda actividad pública en Cuba. Premio de Narrativa 'Reinaldo Arenas' 2017, tiene alrededor de una veintena de libros publicados. Actualmente reside en Miami.

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