Presentación de la novela “El caballo de ébano” de Vicente Echerri
MANUEL J. SANTAYANA
El caballo de ébano, cuyo título proviene de un cuento de Las mil y una noches, es la primera novela de su autor. Aunque este no incurre en lo que suele llamarse “prosa poética”, la concepción, la estructura, la psicología y la encarnadura de sus personajes, presentes en toda su complejidad humana y llamados a la vida del arte con trazos breves y precisos, acusan la sensibilidad y la conciencia del lenguaje que son propios del poeta.
La novela se inserta en la tradición tres veces centenaria de la Bildungsroman, así nombrada por el filólogo alemán Morgenstern en 1906. Se trata, pues, del relato de la iniciación y aprendizaje de la vida del personaje central. Como suele suceder, con variantes particulares, la trama puede dividirse en cuatro partes: el llamado de una vocación o de una alternativa vital, impulso irreprimible más allá de la razón; aprendizaje que parte de una experiencia iniciática inseparable de los sucesos que la acompañan, y que suele conllevar la pérdida de la inocencia; la madurez, etapa en que el personaje toma conciencia de los conflictos que lo desgarran, o cree haber hallado su camino. Y, por último, la aceptación y el remedio de los torcedores vitales. En algunos ejemplos, el desenlace es trágico o deja al lector ante el fracaso de esa aventura que es toda vida humana.
No voy a revelar en esta presentación, de cuantas maneras esta obra responde al modelo de la novela de iniciación y aprendizaje, ni privar al lector de los hallazgos que lo esperan en ese viaje a través de una vida y de las vidas que convergen en el desarrollo de su experiencia. Baste apuntar que, una vez metido en ese laberinto de emociones, de irrestricta sensualidad, de imaginación y de reflexión, el lector no debe esperar el relato lineal heredado de la narrativa del siglo XIX, ni tampoco los trucos y experimentos que jalonaron la novelística del siglo XX.
Merece señalarse, sin embargo, que en determinados capítulos parecen quedar algunos cabos sueltos que, sorpresivamente, se enlazan con los sucesos de las páginas precedentes y llenan aquellos espacios en blanco dejados con deliberación por el escritor para aumentar la tensión de su trama narrativa y jugar al escondite con la previsible curiosidad del que lee, atrapado ya por el interés en el destino de los personajes. Aquí recurre el autor al “desorden” temporal a que nos tiene acostumbrados el cine; pero nada nos recuerda el soliloquio interior joyceano, ni la técnica de Faulkner o de Virginia Woolf. Novela de un poeta, no es una novela lírica si por ello se entiende un regodeo imaginativo o de extrema subjetividad en los procesos mentales de los personajes: el narrador omnisciente nos presenta el mundo de su relato como un escenario donde se suscitan apariciones y desapariciones de seres cuyas vidas inciden en nuestro ámbito imaginativo y lo abandonan sin retrasar el tempo de la acción ni cansar o distraer al lector con digresiones o trucos de estilo. Escuchamos las voces de estos entes de ficción, identificamos su peculiar modo de expresarse y de plantarse en la página escrita, sin asomo de costumbrismo ni tampoco de semejanza con la voz del narrador. La trama se desplaza desde un pueblo de Centroamérica hacia la gran metrópoli de Estados Unidos y nos presenta no sólo los hitos fundamentales en la vida de Gonzalo Montero, sino las mutaciones de su sensibilidad, el despertar de su imaginación y el poder que llega a ejercer su mundo interior sobre los sucesos que le toca vivir.
Asistimos, en la segunda parte, a las transformaciones de Nueva York durante tres decenios; y, cerca ya del sorprendente final, se despliega ante el lector el espectáculo de la vida nocturna y el desfile de individuos atrapados en el vórtice del deseo, en la búsqueda desesperada y la casi inhumana consumación de todos los excesos.
Si bien el relato en tercera persona elude el subjetivismo total y se enriquece en no pocas escenas con el ingenio y con la reflexión irreverente del narrador, la novela presenta un reto que subyace al sentido mismo de la obra: ¿dónde termina la experiencia real, la vivencia por los sentidos, y comienza el delirio?
Historia que no desdeña el enfoque psicológico, El caballo de ébano se revela centrada en un mito de amor juvenil, de libertad, de rebeldía incoercible frente a “este mundo que nos cerca y nos apaga”, como afirma el verso memorable de Emilio Ballagas. Ese mito, surge de lecturas decisivas en la iniciación de Gonzalo, y lo encarna “el caballo de ébano”, símbolo de libertad y potencia sexual, poderosa imagen del impulso vital, en la imaginación que lo transforma en un Pegaso negro, cómplice fatal de la fuga definitiva.
El caballo de ébano es, también una celebración de la lectura como acceso a los sueños y al afán de encarnarlos en la vida: una exaltación del poder transformador que aun hoy, en nuestra civilización tecnocéntrica al servicio de paraísos y de infiernos artificiales, conserva la palabra escrita.
Un espejo al que podemos enfrentar el fracaso de nuestras quimeras, la hegemonía de nuestros errores no superados y el anhelo de libertad que late en lo más raigal de la experiencia humana.
Para adquirir el libro:
https://www.amazon.com/-/es/Vicente-Echerri-ebook/dp/B08P5WL2ZY/
Manuel J. Santayana nació en Camagüey, Cuba (1953). Reside en los Estados América desde 1967. Es crítico literario, ensayista, poeta y traductor. Tiene un doctorado en Filosofía y Letras por la Universidad de Miami. Ha sido profesor de inglés como segundo idioma, español y traducción en el Miami Dade College hasta su reciente jubilación. Ha publicado tres volúmenes de poesía: De la luz sitiada (1980), Las palabras y las sombras (1992) y La tarde tiene prisa (2017), así como ensayos, reseñas, poemas y traducciones en diversas publicaciones. En el año 2012 la editorial Pre-textos en España publicó su traducción e introducción de las Rimas selectas de Michelangelo Buonarroti.