Prólogo de "El regalo", cuentos de Nelsón Rodríguez Leyva
RAFAEL E. SAUMELL
“Nelson Rodríguez, ¿alguien recuerda ese nombre? ¿Recoge la Historia ese nombre?”
Reinaldo Arenas
Lector: Nelson Rodríguez Leyva (Villa Clara, 19 de julio de 1943), autor de la colección de cuentos titulada El regalo (Ediciones R: La Habana, 1964), murió fusilado en los fosos de La Cabaña (1973) junto a su amigo y cómplice Ángel López Rabí (La Habana, 1957), por haber intentado desviar una nave aérea y lanzado una granada en pleno vuelo, con la intención de ir, no a Cienfuegos, sino a los Estados Unidos. Ambos fueron neutralizados por los custodios y la nave regresó al aeropuerto José Martí. Nelson trató de escapar del avión pero sufrió heridas serias. Así lo cuenta Reinaldo Arenas en Antes que anochezca (1992): “las hélices del avión lo atraparon y durante un año estuvo hospitalizado en estado de gravedad” (175). Hubo un tercer implicado, Jesús Castro Villalonga, quien desistió de sumarse al plan a última hora: “fue condenado a treinta años de cárcel” (175).
En su ensayo sobre Arenas, Rafael Ocasio se refiere a estas personas y al fracasado secuestro de la aeronave. Cita a Pierre Golendorf (1977), fotógrafo y periodista francés que cumplió prisión en el Castillo del Príncipe por aquellos años. Pudo conocer a los tres consortes de causa. Basado en sus conversaciones con ellos, Golendorf le atribuye a Castro Villalonga la información de que a causa de la explosión de la granada murió una aeromoza (150-151).
Sin embargo, en el documento Agresiones de Estados Unidos a Cuba, que incluye datos sobre secuestro de aviones, se lee lo siguiente: “71/07/11 Muerto el jefe de la unidad de Cubana de Aviación en Cienfuegos y herida otra persona cuando se enfrentaron a un grupo terrorista cuyos integrantes, armados con granadas de mano, intentaron secuestrar, en pleno vuelo, un avión AN-24 CUT-878. Durante el forcejeo hizo explosión una de las granadas, ocasionando las víctimas citadas. El intento de secuestro fue frustrado”. [Mi énfasis]
El informe Secuestro de aviones relata el mismo hecho y proporciona los nombres de los dos militares:
1971, julio 11. Resulta muerto Reynaldo Naranjo Leyva [sic][1], jefe de la unidad de Cubana de Aviación en Cienfuegos, y herido el teniente José Fernández Santos, cuando se enfrentaron a un grupo de contrarrevolucionarios, quienes armados con granadas de mano intentaron secuestrar, en pleno vuelo, un avión AN-24 CUT-878. Durante el forcejeo hizo explosión una de las granadas… [Mi énfasis]
Justamente en la entrada de EcuRed que lleva el nombre de Naranjo Leyva hallamos una
declaración formulada por Miriam Almaguer Sabina, uno de los cuarenta y seis pasajeros en ese vuelo. Por cierto, los editores de esa página le cambian el apellido a Nelson, de Rodríguez a López. Según ella todo comenzó cuando la aeromoza, Dania Valdés Martínez, había terminado de repartir la merienda y empezaba a recoger las tazas y los vasos. Cuando se paró al lado del asiento donde iban Ángel y Nelson, éste trata de agarrarla por el cuello:
…ella se defiende con la bandeja, lo golpea y forcejea, no se deja conducir hacia la cabina de los pilotos, como pretendía el atacante. El agresor, siempre tratando de sujetar a la azafata, le [sic] grita a los pasajeros:
-Tírense todos al suelo, esto va para Miami... “Sale entonces el teniente Fernández desde la parte posterior de la nave aérea, preguntando qué pasa, y cuando se percata de lo sucedido extrae su arma y conmina al secuestrador a soltar a la aeromoza, y en un momento en que ésta logra desprenderse un tanto, el militar dispara y hiere al hombre en un brazo.
- “Que nadie salga al pasillo -grita ahora Fernández- al que salga le disparo, porque yo no sé quiénes son los cómplices. “Los pasajeros se reclinan en sus asientos, pero yo me mantengo alerta por si puedo ayudar en algo. Entonces el bandido que agarra a Dania le grita al otro [Ángel] que estaba sentado a su lado y que ha permanecido como indeciso: - ¡Tira la granada! ¡Tírala, que estamos perdidos...!
“Y aquel obedece. Lanza con fuerza el artefacto explosivo hacia la cola del avión. Con un sonido sordo rueda por el pasillo hacia el compartimiento de carga. En ese momento se le interpone Reinaldo Naranjo, que está de pie al fondo, toma la granada entre sus manos, y se tira al piso con ella, apretada fuertemente sobre su estómago…”
Hasta aquí y, en general, el testimonio de Almaguer Sabina coincide con el publicado por Arenas. Nótese, sin embargo, que ella señala a Fernández como el militar que le dispara y hiere a Ángel, un hecho no destacado por Arenas, para quien las lesiones sufridas por su amigo fueron causadas por una de las hélices mientras trataba de alejarse del avión tan pronto regresaron al aeropuerto José Martí. En su relato, ella ofrece una versión diferente:
Hubo una explosión terrible, hubo olor a pólvora… El teniente Fernández también está herido. Esquirlas de la granada penetran en su cuerpo causándole lesiones internas, particularmente en el hígado, y la onda expansiva lo lanza y se le fractura una pierna.
Los daños en el hígado determinarán su muerte años después… Al fin comienzan a descender en La Habana. Antes de detenerse completamente en la pista, bajo un aguacero fortísimo, aún durante el taxeo del avión, los fallidos secuestradores se lanzan por la puerta trasera que han abierto. Con sus últimas fuerzas, y creyendo que están en Miami, el teniente Fernández dispara sobre los agresores que van en fuga y acierta a uno. [Mi énfasis]
Por ella no logramos saber quién fue ese “uno” aunque puede especularse que Nelson
haya sido el impactado, en este caso por segunda vez, pues Arenas, como se ha expresado antes, sostiene que “durante un año estuvo hospitalizado de gravedad” (175). Del correspondiente juicio contra Nelson, Ángel y Jesús sólo se conoce lo manifestado por Eulogio Naranjo, primo de Reynaldo, quien por cierto menciona a un cuarto implicado del cual no se había hablado nunca, asunto del cual nadie había hecho referencias con anterioridad.
Asistí al juicio por esos hechos, en La Habana. Se determinó la culpabilidad de los dos autores directos, que recibieron la pena capital; eran dos reclutas de la Unidad Militar de Ayuda a la Producción (UMAP), homosexuales; y de otros dos implicados [¿?], un recluta de una unidad de tanques, que les dio las granadas, y un empresario que tenía relaciones con ellos. El recluta fue sancionado a 30 años de prisión, y a veinte años el otro... [Mi énfasis]
Históricamente, el terrorismo y la piratería aérea constituyen delitos severamente castigados en Cuba, mediante el fusilamiento de los sentenciados. Esta pena se ha aplicado con bastante frecuencia desde 1959. En este momento hay una moratoria iniciada en 2003 luego de la ejecución, por actos calificados de terrorismo, de tres personas (Enrique Copello Castillo, Bárbaro Leodán Sevilla García y Jorge Luis Martínez Isaac), quienes junto a otros implicados trataron de apoderarse, con pasajeros y todo, de una de las lanchas (Baraguá) que hacen sus recorridos diarios en la bahía de La Habana. En este caso no hubo un solo lesionado ni fallecido (Causa 17 de 2003 Sala de los Delitos contra la Seguridad del Estado).
Según Alfonso Serrano Gómez, desde el mismo 1959 “el Código de Defensa Social fue agravando la previsión de la pena de muerte a través de diversas leyes: Ley 425, de 7 de julio de 1959; Ley 923 de 4 de enero de 1961; Ley 988 de 29 de noviembre de 1961; Ley 1098 de 26 de marzo de 1963 y Ley 1248 de 23 de junio de 1973” (1992). Los códigos penales de 1979 y 1987 (éste con modificaciones ulteriores), la mantienen.
Capítulo III Sección Primera, artículo 29:
“1. La sanción de muerte es de carácter excepcional, y sólo se aplica por el tribunal en los casos más graves de comisión de los delitos para los que se halla establecida. • 3. La sanción de muerte no puede imponerse a los menores de 20 años de edad ni a las mujeres que cometieron el delito estando encinta o que lo estén al momento de dictarse la sentencia. • 4. La sanción de muerte se ejecuta por fusilamiento”. [El énfasis es mío y con ello trato de llamar la atención sobre el hecho de que basado en este punto, López Rabí no debió ser pasado por las armas].
En un artículo enfilado contra el libro de Edmundo Desnoes Los dispositivos en la flor (1981), Arenas señala lo ocurrido a López Rabí: “un sistema que fusila niños de quince años”. Es probable que el delito imputado a Nelson y a sus amigos haya sido radicado como terrorismo y piratería según la definición que de ambos hace el Código Penal Cubano.
En una alocución hecha en la Plaza de la Revolución el seis de octubre de 2001, con motivo del aniversario veinticinco de la explosión en el aire de un avión en Barbados, Fidel Castro ofrece detalles sobre el número de secuestros de aeronaves desde 1959:
La mayor parte…se produjeron entre 1959 y 1973. Ante el riesgo de que se produjera una catástrofe en Estados Unidos o en Cuba…el Gobierno de Cuba tomó la iniciativa de proponer al Gobierno de Estados Unidos —presidido entonces por Richard Nixon, con William Rogers como secretario de Estado— un acuerdo para el tratamiento de los casos de secuestro de aviones y la piratería marítima. La proposición fue aceptada y se trabajó con premura en la elaboración de dicho acuerdo, que fue firmado entre los representantes de ambos gobiernos el 15 de febrero de 1973 y publicado de inmediato en la prensa de nuestro país, dándosele amplia divulgación. En ese acuerdo, racional y bien elaborado, se establecían sanciones fuertes contra los secuestros de aviones y naves marítimas. Fue disuasivo. Desde esa fecha, el secuestro de aviones cubanos disminuyó considerablemente y durante más de 10 años sólo se registraron en nuestro país intentos baldíos. (2001)
¿Por qué Nelson, Ángel y Jesús elaboraron un plan de fuga tan peligroso y de gravísimas consecuencias? ¿Cuáles fueron las razones que los llevaron a querer irse, con riesgo de sus vidas y las de los pasajeros que viajaron con ellos en aquel día de 1971? ¿Por qué se sentían desesperados? Nunca tendremos las respuestas que necesitamos. Nelson y Ángel están muertos. Jesús, hasta donde se sabe, no ha hecho pública su versión de los acontecimientos.
Lo poco que conocemos procede de fuentes secundarias, como Arenas que fue un testigo excepcional de las últimas horas de esos muchachos en las calles de La Habana. Nunca los olvidó. Quizás veía en ellos a tres hombres insumisos y temerarios, capaces de idear un tipo de acción para la cual él quizás no se sentía preparado ni física ni emocionalmente.
Muchos cubanos se han lanzado y siguen echándose al mar en embarcaciones precarias. Los menos han secuestrado naves pertenecientes al omnipotente estado. Unos han llegado a los Estados Unidos, otros han sucumbido en el intento, ahogados, devorados por la sed y el sol o por los tiburones. El Estrecho de la Florida es el cementerio marino de quién sabe cuántos miles. Algunos fueron arrestados antes de zarpar, a causa de una delación o de la mala suerte, a varios los persiguieron y capturaron las naves de la Marina de Guerra y de las Tropas Guardafronteras. Todos pagaron con años de cárcel.
Durante mis años de presidio en los ochenta del siglo pasado coincidí y traté con hombres muy semejantes a Nelson, Ángel y Jesús. Les llamaban lancheros a quienes habían optado por la vía marítima. Floro, El padrino, Edmundo, Angelito, Sergito y miles más cumplían condenas de diversa gravedad por satisfacer el simple deseo de desembarcar en la Florida. También hubo casos diametralmente opuestos. Digamos, quienes hicieron el viaje a revés, es decir desde los Estados Unidos a Cuba. Se habían ido a través del puerto de Mariel o emigrado antes de 1980.
La mayoría había dejado atrás a hijos, esposos, padres, hermanos. Querían volver por el temor de que a lo mejor nunca se reunirían con ellos. Sin embargo, el gobierno no les permitía repatriarse. Entonces se decidieron a secuestrar aviones para aterrizar en La Habana. O se valieron de embarcaciones para llegar a cualquier puerto de mar. Dos ejemplos. Un muchacho “invitado” a emigrar por el Mariel en 1980 mientras estaba ingresado en el Hospital Psiquiátrico Mazorra. Nostálgico de su casa y de sus padres compró un boleto de avión y lo desvió a La Habana valiéndose de un pomo de alcohol y de un encendedor. Lo sentenciaron a veinte años. El segundo vivía en Puerto Rico hacía una buena cantidad de tiempo. Decidió retornar y para lograrlo desvió un avión comercial. Igual pena, veinte años. A ellos les colgaban el apodo de “pilotos”. Estaban de vuelta, presos, pero más cerca de sus familiares según alegaban. En ese contexto, los guardias y los presos políticos repudiaban con la misma sorna a quienes calificaban de amigos del muerto y socios del enterrador.
En la contraportada de El regalo aparece una mínima ficha biográfica de Nelson. Aparte de lo ya explicado al inicio de este prólogo, podemos enterarnos de que había estudiado en los Maristas, sin aclarar si se trataba de una sucursal en la antigua provincia de Las Villas o donde aún hoy está la sede de los Órganos de Instrucción de la Seguridad del Estado en La Habana. Además se lee que fue “maestro voluntario en la Sierra en 1960. Trabaja en el aeropuerto José Martí. Prepara un libro de poemas”. Qué ironía la de su empleo. ¿Qué puesto ocupó allí? ¿Le vino de esa experiencia la inspiración de adueñarse de un avión siete años después? ¿Qué pasó entre aquel período de entusiasmo juvenil de 1960 y posterior el desencanto, la desesperación, la frustración y el suceso terrible de 1971?
Nelson era homosexual y en el ambiente de la época esa identidad resultaba suficiente para que alguien -¿Un familiar? ¿Un compañero de trabajo? ¿El Comité de Defensa de la Revolución (CDR)?, ¿El comité militar de su municipio?- lo señalara como lacra social. El remedio para las “desviaciones” ideológicas, religiosas y sexuales consistió en reclutarlos para el Servicio Militar Obligatorio (SMO) pero con un destino especialmente cruel: las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP).
En el ensayo “El diversionismo ideológico del rock, la moda y los enfermitos”, Ernesto Juan Castellanos cita un discurso de Fidel Castro pronunciado en 1963 donde éste se refiere a “la adversa relación entre la Revolución y ciertos sectores religiosos, sobre todo los Testigos de Jehová, el Bando Evangélico de Gedeón y la Iglesia Pentecostal, a los que consideró enemigos de la Revolución” (4-5). Enseguida reproduce un fragmento largo de ese texto donde Castro se dedica a expresar sus opiniones sobre otros grupos de jóvenes cuya conducta le preocupaba y por eso atacaba:
Claro, por ahí anda un espécimen, otro subproducto que nosotros debemos de combatir. Es ese joven que tiene 16, 17, 15 años, y ni estudia, ni trabaja; entonces, andan de lumpen, en esquinas, en bares, van a algunos teatros, y se toman algunas libertades y realizan algunos libertinajes. […] Claro que no chocan contra la Revolución como sistema, pero chocan contra la ley, y de carambola se vuelven contrarrevolucionarios. […] Muchos de esos pepillos vagos, hijos de burgueses, andan por ahí con unos pantaloncitos demasiado estrechos; algunos de ellos con una guitarrita en actitudes «elvispreslianas», y que han llevado su libertinaje a extremos de querer ir a algunos sitios de concurrencia pública a organizar sus shows feminoides por la libre.
Que no confundan la serenidad de la Revolución y la ecuanimidad de la Revolución con debilidades de la Revolución. Porque nuestra sociedad no puede darles cabida a esas degeneraciones. […] Estoy seguro de que independientemente de cualquier teoría y de las investigaciones de la medicina, entiendo que hay mucho de ambiente, mucho de ambiente y de reblandecimiento en ese problema. Pero todos son parientes: el lumpencito, el vago, el elvispresliano, el «pitusa» [pantalón vaquero: mi explicación]. (5)
Cuando vemos el filme Conducta Impropia (1984), o leemos Arturo, la estrella más brillante (1984) y Un ciervo herido (2002) de Félix L. Viera, entendemos perfectamente porqué Nelson llega a acumular tanta crispación, agonía y sensación de encierro en una sociedad homofóbica capaz de estipular leyes y promover exclusiones destinadas a perseguir y a castigar a miles de gentes como él. Las puertas para huir a otro sitio estaban cerradas a cal y canto. Volar al exterior a cualquier precio fue la única solución que le vino a la mente.
No debe sorprender que el ingreso y la estadía en la UMAP hayan cambiado radicalmente su destino personal y literario. El libro de poemas anunciado en la contraportada desapareció. El período que pasó en la UMAP, añadido a la discriminación homofóbica dominante, tiene que haber sido insoportable. Castellanos las denomina “unidades de trabajo duro…donde fueron confinados, sin excusas y en igualdad de condiciones, miles de homosexuales, religiosos —sobre todo Testigos de Jehová—, y jóvenes verdaderamente antisociales. El objetivo era preciso y claro: reeducarlos hasta «hacerlos hombres» de la nueva sociedad, y cubrir así aquellas convicciones y «lagunas» sociales, morales e ideológicas que los habían llevado allí” (17).
Por eso Arenas, que padeció la cárcel, la censura y el ninguneo, que sí logró exiliarse, lo recuerda insistentemente. De ahí que lo evoque en al menos tres obras suyas. Le dedica Arturo, la estrella más brillante (1984): “A Nelson, en el aire”. En Antes que anochezca escribe sobre Nelson en dos capítulos: “Mi generación” (114-117) y “Nelson Rodríguez” (173-176). En éste declara que “…en el exilio, escribí un poema en el que le [sic] pedía a los dioses que Nelson permaneciese siempre así, granada en mano, huyendo de la isla” (175). El poema en cuestión se titula “Si te llamaras Nelson (A un joven norteamericano)” terminado en Nueva York el 14 de agosto de 1983: “Si te llamaras Nelson/estarías ahora intentando salir de tu país/estarías ahora lanzándote al mar/estarías ahora siendo capturado en pleno vuelo/estarías ahora siendo capturado antes de que iniciases/la estampida” (Necesidad de libertad, 1986: 204-206).
En este mismo libro, que reúne una serie de conferencias y artículos posteriores a 1980 y hasta su muerte, lo incluye en “La represión (intelectual) en Cuba”: “podría comenzar a hablar de cómo, desde 1963, se crearon en Cuba campos de concentración [UMAP, Unidades Militares de Ayuda a la Producción]; adonde fueron a parar gentes como “Nelson Rodríguez… ¿Alguien recuerda ese nombre? ¿Recoge la Historia ese nombre?...Nelson Rodríguez era un joven escritor cubano que ahora [1980] tendría mi edad de no haber sido porque, luego de haber salido enloquecido de esos campos de concentración, intentó (oh, hereje) abandonar por cualquier vía aquel paraíso…Averigüen, indaguen: Nelson Rodríguez…autor de un libro de cuentos…publicado por las Ediciones R, dirigidas entonces (brevemente) por Virgilio Piñera” (43).
Afirma que Nelson escribió otro libro donde “narraba la situación de los forzados en un campo de trabajo en la UMAP”. Dice que mereció el elogio privado de Jorge Edwards…” (224). En Antes que anochezca señala que Nelson le había pedido que se lo recomendara a su editor en Francia, lo cual hizo pues entiende que se trataba de “un libro extraordinario constituido por innumerables viñetas donde narraba cosas ocurridas en el campo de concentración donde había estado” (173). Ese manuscrito ha desaparecido aunque podría conjeturarse que está custodiado en los archivos de la policía.
Edwards contradice a Arenas en cuanto a la valoración de la obra: “en alguna tertulia de escritores cubanos, durante mi primer viaje a La Habana de 1968…Estaba invitado para participar en el jurado del premio de Casa de las Américas y me había encontrado con un manuscrito revelador e inconveniente: un conjunto de relatos sobre la UMAP…eufemismo para designar campos de concentración destinados a homosexuales, drogadictos y otras “lacras sociales”. Mis compañeros de jurado preferían no referirse al manuscrito, pero había una sensación flotante de incomodidad. Los textos no estaban demasiado bien escritos y eso impidió que fueran considerados en forma seria para el premio, cosa que habría constituido un escándalo público mayor (41-42).
Dicho libro y la situación imperante en el país fueron los temas de conversación entre Arenas, Nelson y Jesús Castro Villalonga en el Carmelo de Calzada. Allí se despidieron. Por supuesto, nunca más volverían a encontrarse porque dos días después Reinaldo lee la noticia del malogrado secuestro en el periódico Granma (174-175).
Han pasado cincuenta y un años de la publicación de El regalo y cuarenta y dos del fusilamiento de Nelson y Ángel. En este lapso el nombre del primero y los textos de su opera prima y única han aparecido en dos antologías: “El regalo” en Cuba: una revolución en marcha. (Selección y montaje de Francisco Fernández Santos y José Martínez. París: Cuadernos de Ruedo Ibérico, 1967), y “Cauchemar” [“Pesadilla”] en Cuba. Nouvelles et contes d’aujourd’hui. Sélection, traduction, introduction et notes de Liliane Hasson. París: L’Harmattan, 1985.
El regalo está dedicado a Elena Parente, de quien no hay más noticia que su nombre y apellido. El diseño es de Santiago “Chago” Armada. Recoge veinticuatro cuentos breves muy bien escritos. Por cierto, nada tienen que ver con la política cultural que ya venía ejecutando el gobierno como se puede comprobar en el libro Polémicas culturales de los 60 (2006).
El narrador lleva a sus lectores a laberintos fantásticos, a relatos propios de la ciencia ficción como el firmado por un tal N. Popiev en el año 2500 (“Anuario”), o un viaje al centro de la tierra emprendido para llegar a China (“El viaje”); hace predicciones como la del cambio climático, motivo por el cual el protagonista se ve forzado a convertirse en un hombre anfibio en medio de la sexta guerra mundial (“Repetición”); o aquel personaje que se niega a envejecer durante decenios y siglos para terminar como ejemplar de muestra en un zoológico (“Almanaques”).
Debido al tono narrativa, la abulia y el desdén del protagonista, el relato “Día de domingo” presenta similitudes con Meursault, creado por Albert Camus para su novela El extranjero. Quizás uno de los más logrados es “Pesadilla”, donde el personaje descubre que va muriéndose hasta vaciarse del todo, una especie de variación del “Retrato oval” de Edgar Allan Poe. En “No leer”, por ejemplo, el lector es quien resulta absorbido por el libro cuyo volumen crece mientras disminuye el del lector reducido a pura tinta. En “Recuerdos”, el protagonista muerto construye la narración de su propio funeral, dentro de una atmósfera al modo de Pedro Páramo de Juan Rulfo.
En “La pelea” se invierte el foco narrativo. Son los gallos quienes actúan de observadores de las peleas entre hombres en una valla. “En la escuela” tiene lugar una metamorfosis de índole kafkiana cuando el director de una escuela se transforma en un animal feroz. En esa línea se destaca, igualmente, “Siquis” donde un león es el dueño del hombre que vive enjaulado. Igual ocurre con “La casa” cuya construcción y disposición de espacios rompe con los moldes de la tradición lo cual explica por qué el garaje está situado a treinta metros de altura.
“Inconformidad” y “La media” son los relatos que mejor pueden describir el destino ulterior de Nelson Rodríguez Leyva y de su obra literaria. En el primero, el narrador asume una actitud irónica de raíz platónica donde los poetas son denunciados porque “tuvieron la culpa. Ello comenzó cuando declararon que todo estaba dicho”. A renglón seguido plantea el dilema de antiguos y nuevos, o sea, el peso de la tradición en la obra de sus epígonos: “Y ante esa afirmación, sólo quedaba el recurso de crear. Pero no existe nada que pueda surgir nada sin que tenga algún antecedente”.
Después de varios experimentos concluyeron que se debía abolir el pasado (la tradición). Por eso quemaron todos los libros. Resultado, las personas comenzaron a tratar de comunicarse luego de que le cercenaron sus lenguas. Nadie se entendía. Se acabaron las guerras.
Obviamente, algunas tesis de este relato ya se han cumplido en Cuba: se intentó eliminar y deformar el pasado pre-revolucionario. Ciertos poetas se dedicaron a inventar nuevas estéticas para adaptarla a los nuevos tiempos. En el proceso muchos autores y libros fueron excluidos, censurados y desaparecidos. En lugar de ponerles fin a las guerras, éstas se multiplicaron y en algunas de ellas hubo bajas entre los poetas.
En “La media”, la tejedora había terminado solamente una cuando de repente fallece. ¿Qué hacer con una obra incompleta? Al protagonista se le ocurren varias soluciones: cortarse una pierna, intentar usar la única media como bufanda pero se dio cuenta de que en verdad aquello sería más bien un corsé. Ninguna de esas opciones le parece recomendable, salvo que tal vez sería conveniente prescindir de la pieza y echarla a la basura. Sin embargo, el narrador conserva su prurito de lealtad a la tejedora y admite que botarla “sería una ofensa a la memoria de Clara”
Por todo lo apuntado previamente, debemos, lector, darle otra vez una muy merecida bienvenida a este libro, cuyos méritos literarios son indudables, al margen de las consideraciones personales, jurídicas y políticas antes consideradas. Qué pena que no sepamos nada del libro de poemas anunciado, ni de los relatos sobre la UMAP apuntados por Arenas y Edwards. A lo alguien los va a encontrar y publicar. Esta esperanza tiene que ver con la actitud del protagonista de “Pesadilla”. Invito a todos a que la adoptemos como tributo a Nelson. En un instante de suprema angustia, aquel expresa: “Estoy tratando de no morir del todo, todavía tengo esperanza de que ocurra un milagro. ¿Un milagro? La última y más desesperada oportunidad de un muerto”. Que esta reedición de Betania haga posible el comienzo de su resurrección.
Rafael E. Saumell
Sam Houston State University, Texas.
Academia Norteamericana de la Lengua Española.
En Texas, siempre en Texas, junio de 2015.
Bibliografía
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Castellanos, Ernesto Juan. “El diversionismo ideológico del rock, la moda y los enfermitos”.
Criterios. Centro Cultural Teórico. Conferencia leída por su autor, el 31 de octubre del 2008, en el Centro Teórico- Cultural Criterios (La Habana), como parte del ciclo «La política cultural del período revolucionario: Memoria y reflexión», organizado por dicho Centro. Al final del ensayo se lee otra fecha: “La Habana, 28 de octubre de 2008.” http://www.criterios.es/pdf/9castellanosdiversionismo.pdf
Castro, Fidel. “Discurso 6 de octubre de 2001”. http://usuaris.tinet.cat/mpgp/amigos905.htm
EcuRed. “Reinaldo Naranjo Leiva.” http://www.ecured.cu/index.php/Reinaldo_Naranjo_Leiva
Edwards, Jorge. “Antes que anochezca”. Letras Libres (Mayo 2001): 40-42.
Ministerio de Relaciones Exteriores. Cuba. “Sancionados secuestradores de embarcación de
pasajeros Baraguá”. http://www.cubaminrex.cu/es/sancionados-secuestradores-de-
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Ocasio, Rafael. Cuba’s Political and Sexual Outlaw: Reinaldo Arenas. Gainesville, FL: UP Florida, 2003.
Pogolotti, Graziella, editora. Polémicas culturales de los 60. Letras Cubanas Editorial, 2006.
Portilla, Lucia Estrella, Carlos I. Pérez Risquet, Juan Gualberto Machado y Raciel Mapolón
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“El regalo.” Cuba: una revolución en marcha. Selección y montaje de Francisco Fernández
Santos y José Martínez. París: Cuadernos de Ruedo Ibérico, 1967.
“Cauchemar.” [“Pesadilla”] Cuba. Nouvelles et contes d’aujourd’hui. Sélection, Traduction,
Introduction et Notes de Liliane Hasson. París: L’Harmattan, 1985.
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Serrano Gómez, Alfonso. “La pena de muerte en los Códigos Penales de Cuba”. Boletín de la
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http://espacio.uned.es/fez/eserv.php?pid=bibliuned:BFD-1992-1-C81EDE5E&dsID=PDF
[1] Su nombre y dos apellidos aparecen escritos de dos maneras: a) Reynaldo Naranjo Leyva y b) Reinaldo Naranjo Leiva.
Rafael E. Saumell ( La Habana 1951- Texas 2023). Se licenció en Lingüística Francesa (Universidad de la Habana, 1978). Obtuvo su Doctorado en Literatura en lengua española en Washington University en St. Louis, Missouri, 1994. Fue guionista y director de programas de radio y televisión en Cuba y miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). Entre 1981 y 1986 sufrió prisión política por el delito de propaganda enemiga. Fue miembro del Comité Cubano Pro Derechos Humanos. Profesor Emérito de Español de Sam Houston State University, Texas, resultó elegido Miembro Correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE) y de la Academia de Historia de Cuba en el Exilio. Es autor de En Cuba todo el mundo canta (memorias noveladas de la cárcel), publicado en 2008, y de La cárcel letrada. Narrativa cubana carcelaria (2013), así como de numerosos artículos y ensayos aparecidos en revistas académicas de América y Europa.