ABEL GERMÁN DÍAZ DE CASTRO

(Sobre «UN MARIACHI VIEJO-Una historia de amor» de Félix Luis Viera. NEO Club Ediciones. Miami, EEUU. Abril de 2024)

Félix Luis Viera (FLV) acaba de publicar la que quizá podría ser su novela más extraña: «UN MARIACHI VIEJO— Una historia de amor». Ha ido apareciendo por entregas en espacios virtuales durante los últimos tiempos. Si se mira cada capítulo en aquella forma aislada de las entregas, se diría que estamos ante una obra vierana al uso: escenas de sexo contadas de modo fresco y vívido; un lenguaje conciso y directo, a veces irónico; reflexiones que se empastan genialmente con el contexto; personajes convincentes; descripciones certeras e ingeniosas, y una relación espacio-temporal cuasi perfecta. Pero, si se lee como conjunto —algo que podemos hacer desde el mes de abril de 2024 gracias a la Editorial NEO Club Ediciones, de Miami— la percepción da un vuelco: a las pocas páginas nos asalta la convicción de que en esta nueva obra FLV hace algo distinto. Y esa diferencia es lo que la convierte en una hermosa rareza. Una rareza, sin embargo, que podría pasar desapercibida para cualquier lector que, por la razón que sea, se quede en su literalidad. Más adelante diré por qué.

Pero antes hagamos algunas precisiones. «UN MARIACHI VIEJO – Una historia de amor» es, insistiendo en lo dicho, una obra fluida y relativamente breve. Son cerca de doscientas páginas con amplios espacios en blanco, capítulos cortos en los cuales los dos personajes que acompañan al protagonista se alternan hasta el abrupto final: una chica de ojos negros —Cinthya— y otra de ojos azules —Érika—. Ese contraste me remitió, por cierto, a una película francesa de 1965 llamada «La felicidad» de Agnès Varda. Y todo porque en ella hay igualmente un triángulo amoroso: el protagonista, una mujer rubia —la esposa— y otra mujer morena —la amante—, y porque me parece que Viera también quiso expresar una de las formas posibles de la felicidad y su naturaleza efímera. Sí, pienso que de alguna manera el protagonista [un inmigrante cubano que busca adaptarse a una ciudad —en sentido neutro; es decir, no peyorativo— monstruosa] es un tipo feliz.

Porque cuenta con ese aliciente, digamos, equilibrado: el de dos mujeres que se complementan. Si lo vemos bien, nos sitúa, con toda intención, ante una «fantasía erótico-existencial».

Y es por eso, en ese entorno, que empatizamos con el carácter del personaje y la naturaleza de su vínculo con las dos mujeres. Por eso, y porque luego, cuando vamos conociendo la vulnerabilidad —consustancial a la situación, un tanto sui generis— del protagonista, comprendemos que, a fin de cuentas, si nos fijamos bien, todo es humano, demasiado humano, como diría el filósofo.

«UN MARIACHI VIEJO – Una historia de amor» es, en resumen, una novela muy redonda. Lo que sucede pudiera parecer demasiado “de novela”, pero tal como se expone resulta muy real. Érika y Cinthya son personas tan vivas que todo lo que les ocurre se entiende.

Uno piensa: son seres vivos, y a todo ser vivo le suceden, tarde o temprano, esas cosas. El componente erótico, por su lado, es algo que define y es parte integrante del mundo en el que se ha movido siempre la escritura de Viera. Es por eso, supongo, que cuando veo cómo el protagonista-narrador es casi obsesivo con el tema, me resulta normal, como si el mundo real de todos los seres humanos, hombres y mujeres, funcionara así: el sexo en el centro y todos alrededor con las mochilas a la espalda donde llevan el resto de las cosas. Al menos así es en el «mundo real» de esta literatura. Y considerando que el protagonista es un emigrado o exiliado cubano, las referencias críticas al régimen de la Isla —más propiamente, del Archipiélago— son lógicas. Y, además, en mi opinión tienen un valor añadido; y es que no están viciadas por la teatralidad rabiosa de algunos; teatralidad que, como debe saberse, resta eficacia al mensaje, si es que de enviar algún mensaje se trata. Cosa, por cierto —esta de los mensajes—, que dejaría al periodismo político, a los textos de investigación sociológica o histórica, a los panfletos… nunca a la novela, ni al poema. Cada cosa tiene su tiempo, dice el Eclesiastés. Cada cosa tiene su vehículo, digo yo. Viera, sin duda, lo sabe, así que se limita a dejar que sean los personajes quienes juzguen en el momento que toque juzgar; esto es, con arreglo a la dialéctica del entorno que se ha creado. Como debe ser.

Y ahora sí explico por qué al principio hablo de una novela extraña, quizá la más extraña del autor. El misterio o el dato, según, está —pienso— en el título. Ni el protagonista es un mariachi, ni es viejo, ni la novela trata de una historia de amor. El protagonista es un cubano recién llegado a México; aunque no dice la edad que tiene, por su comportamiento se puede inferir que es más bien joven; y la historia que se narra va de dos mujeres amadas, por tanto, de dos historias de amor o de sexo simultáneas o paralelas, no de una. Así que en principio podemos concluir dos cosas: con el título Viera ironiza o nos da una clave para que entendamos la obra como una —no se me ocurren otras palabras— parábola o alegoría. Podemos suponer que detrás —implícito, oculto— hay al menos un tema más general y, si cabe, filosófico, que deriva de esa historia o historias de amor en Ciudad México. Un tema resultante, en fin, que cada lector debe descubrir mediante un proceso de lectura similar al que se exige para llegar al hueso de determinada poesía y esas formas de ficción que nos dejaron escritores como, por citar, Kafka y Beckett. Sin que Viera tenga mucho que ver con ellos. Me refiero solo al proceso de lectura o a la actitud del lector que considero idóneos para encarar esta obra.

Es verdad que Viera nos da una clave otra, quizá menos sofisticada, para entenderlo. Está en uno de los correos electrónicos que Érika envía al protagonista. Lo cito in extenso: «[Su mail: «Yo estaba a la entrada de hotel y vi venir por la acera a un señor de más de ochenta años vestido de mariachi. Un poco estrujado, ajado su traje. Caminaba lentamente, cachorrito, como esas personas que van despacio porque están tristes, no porque sean viejas. Cuando llegó hasta mí, detuvo la marcha y se quedó mirándome y le pregunté ´¿todo bien, señor?’. Me respondió que ´todo lo bien que puede estar quien ya no está bien´. Le pregunté por qué no podría estar bien. Y ahí se hizo la plática. Para no hacerte el cuento largo, pues el señor había sido mariachi, de voz y trompeta; pero ya no podía ni una cosa ni la otra. Y me juró que solo cuando se ponía su traje de mariachi se sentía menos triste»].»

Mas eso —ese hermoso dato— mantiene la idea. La metalectura que he propuesto no solo sigue siendo posible, sino también necesaria. Viera, según su propia confesión, quiso escribir «...una novela de México o sobre México o Mexicana», y la escribió —ese viejo mariachi de que habla Érika en su mail lo referencia o, por decirlo de otro modo, corporeiza—. Pero luego está, continúa estando, lo demás: ese universo que envuelve, se lo proponga o no, a toda gran obra; ese universo que los lectores serios, se lo propongan o no, le incorporan a toda gran obra; ese universo que, se lo proponga o no, es a veces más real que la realidad y más vivo que lo vivo de esa realidad en toda gran obra. Y es que —y disculpen la obviedad— todo buen libro es siempre una suerte de matrioshka. Y este —«UN MARIACHI VIEJO – Una historia de amor»— está en el caso. Por lo tanto, puede leerse al menos de dos modos; uno, como es común, esto es, aceptando sin más, a secas, la historia; otro, como en verdad debe leerse una novela de este calibre: con los ojos bien abiertos. Porque el gran misterio muchas veces no está en las sombras, como suele creerse, sino en la luz.

España, abril de 2024.


Para adquirir el libro: https://a.co/d/0dD3Sogh


Abel Germán (1951) Ha publicado poemas, artículos de opinión y reseñas de libros. Los artículos y las reseñas han aparecido en diferentes medios, sobre todo digitales y en Newsweek en español. Los poemarios: "El día siguiente de mi infancia", “El silencio que dicen", “Soñar como es debido con una flor azul” y “Si acaso 3 cuervos”, y las plaquettes Cubo de Rucbick" y "Curiosidades", en ese orden —excepto “El silencio que dicen”, Editorial Primigenios, Miami, 2020, y “Soñar como es debido con una flor azul” y “Si acaso 3 cuervos”, Editorial Dos Islas, Miami, 2020 y 2021 respectivamente—, fueron publicados en Cuba durante los años ochenta y principios de los noventa. También aparecen poemas suyos en dos antologías de poesía cubana: "Cuba: en su lugar la poesía" y "Usted es la culpable", la primera editada en México y la segunda en Cuba. Vive en España.

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