Notas sobre un poema de Gastón Baquero
PÍO E. SERRANO
Aparición
Quand avec du soleil aux cheveux, dans la rue
Et dans le soir, tu m’es en riant apparue…
S. MALLARMÉ
[1] La tarde había llegado con su cara
de muchacha tontona, tetona, testaruda,
y amenazaba insistir en su bostezo
hasta partirnos de tedio el espinazo.
¿Otra tarde sin Brígida, sin piano que aporrear,
sin nadita que hacer, salvo dormirse o rascarse la ingle,
o aventurarse en el último rincón del cuero cabelludo
en busca de un piojito compañero?
¡Otra tarde de hastío agotador,
cavando túneles en el techo de la nada,
viendo girar tiovivos sin niños adentro,
tiovivos con telarañas y moscas, y esqueléticos de murciélagos!
[2] Después de hurgarse la nariz hasta el cansancio, y luego
de atisbar si por fin se desviste la vecina, y tras
de buscarse meticulosamente la rebeldísima liendre en el sobaco,
¡cuánto hay que esperar hasta la noche, para poder salir
con sol vencido en busca de cangrejos en la playa!
[3] Ni a jugar a los dados don Juan puede,
ni han instalado la luz en el casino,
ni el mariquita oficial de nuestro pueblo
ha contado algún chisme suculento: esta va a ser la tarde
de las tardes, la tarde deshuesada, tardosa en deshacerse,
¡la redentora tarde amoladora!
[4] Sentado en el portal de toldos rojos,
aferrado al taburete que acerca somnolencias y nostalgias,
con el paypay caído sobre el vientre dormitaba,
roncaba, revolvía, remolineando la cabeza en el caldero
de la siesta, brindándole cariño hasta a las moscas
para que no fueran a dejarme solo
con toda aquella tarde sentada sobre el hombro.
(Y el sonsonete apagado de la siesta, el calladito
chischís de la cigarra conduciendo el soñar, llevándolo
por túneles pequeños horadados en el tronco de las ceibas,
túneles acolchados de zumbido de abejas, de lanas suaves,
de sonsonete como en sordina que el durmiente oye remoto:
El resol, el resol achicharra al girasol,
La mejorana dormita bajo el sol,
El sueñín sueñecito de la siesta en el horno del sol,
El sol del resol achicharra al girasol.)
*
[5] Sentí de pronto bajo el sopor del sueño
cómo cantaba a gritos el olor de la albahaca,
cómo avisaba con risas verdes y rojas y amarillas
el guacamayo azul, ¡cuánto bullicio golpeaba párpados,
despertaba sin pena, zarandeaba el bochorno del dormido!
¡Qué despertar de fiesta, la tarde transformada!
Abrí los ojos y me sentí cercado por un resplandor de oro:
algo venía precedido de músicas, de pájaros verdes, de jazmines
abiertos a la luna. Fue de un golpe
como si cien niños golpeasen con cucharitas de plata
Afrodita en persona, protegidas del sol con una sombrilla de hojas frescas,
Afrodita, mulatadeojosverdes y andar se palomita buchona en los maizales,
pasaba por la puerta de mi casa.
Nadie viera en el pueblo, jamás, mujer tan hermosa.
Tenía la belleza de las islas, el color de las islas, la risa de las islas.
No era de allí, ni acaso de la tierra era: vendría del país de las magnolias.
[6] Andaba, y yo la veía inmóvil. Sonreía
y veía salir de entre sus labios la luz de la alborada,
y el centelleo del sol sobre el mar, que despliega infinitas colas de pavos reales, y la
brisa,
la brisa que vuelve paraíso las noches antillanas.
[7] Cuando pasó al fin,
sonriendo benigna a mi estupor,
perfumado para siempre en mi memoria
la aparición de aquella tarde, de aquel dulzor de caimito y pomarrosa,
ya no pude pensar ora vez en el tedio, ni pensar nunca más en la adelfa marchita;
solo veía por todas partes el cielo derramado, el sol de terciopelo:
florecidos todos los jardines, encendidas todas las estrellas.
(DE POESÍA ESPAÑOLA, 185)
En Poesía Hispánica,
Recopilación y prólogo de
LUIS JIMÉNEZ MARTOS,
Aguilar, Madrid, 1969, págs. 247-249
No deja de ser curioso que de los diecisiete poetas hispanoamericanos que Luis Jiménez Martos seleccionó para su, Poesía Hispánica, antología poética en todas las lenguas hispánicas (español, catalán, gallego y euskera), seis de ellos fueran cubanos. Muestra de la buena salud de la poesía cubana del año 1968, según el criterio del compilador. Los poetas elegidos fueron: Isel Rivero, Luis Rogelio Nogueras, Julio E. Miranda, Laura Curbelo y Miguel Barnet, precedidos por el “consagrado” Gastón Baquero, como precisa el antólogo en el Prólogo (“Puerta abierta a la poesía de un año” [1968]). Acierta Jiménez Martos en situar a Baquero a la cabeza de los seleccionados no solo por un criterio cronológico –a la mayor de los antologados, Isel Rivero (1941), la separan 23 años de Baquero (1918)-, si no que a Gastón Baquero le cabe presidir la nómina de poetas cubanos por el prestigio y el magisterio que lo acompaña. A la excepcionalidad de su obra poética dada a conocer en la década del cuarenta se han añadido sus Canciones de amor de Sancho a Teresa (1960), escritas y publicadas recién llegado Gastón al exilio, y Memorial de un testigo, publicado en la colección “Adonais” (Ediciones Rialp, Madrid, 1966), que tanto atrajo la atención de los jóvenes poetas españoles.
Jiménez Martos tomó el poema “Aparición” del número 185 de la revista Poesía Española, donde apareció por primera vez en diciembre de 1968, dirigida por José García Nieto, uno de los primeros poetas españoles que acogió con su amistad y aprecio a Baquero desde su llegada a Madrid.
Gastón fecha la escritura de “Aparición” en 1967 al integrarlo a su personal recopilatorio poético, Magias e invenciones (edición de Pedro Shimose, Madrid, Ediciones de Cultura Hispánica, Madrid, 1984), un año antes de su aparición en Poesía Española y un año después de la publicación de Memorial de un testigo, donde su lectura de la realidad se hace más expansiva y sorprendente, y su discurso poético se abre a una lúcida y renovadora dicción, sobre la que Luis Antonio de Villena escribió entusiasmado: “Es una poesía donde vitalismo, experiencia, cultismo, magia inventiva (realismo mágico quizá), y deleite en una palabra que propende a lo barroco, pero que nunca es sobrecargada, se aúnan en acorde de sugeridores y hechizantes ondas rítmica”.
En cualquier caso, “Aparición” quedó reservado para Magias e invenciones, un volumen cuyos poemas se alimentan de aquella venturosa aventura de apresar el Tiempo, más allá de la anécdota, el sentido o la emoción, para organizarlo en una revelación que vive por sí y en sí, presente ya en el esplendor de Palabras escritas en la arena, marcada por la influencia de Eliot, pero recuperada ahora, despojada de una retórica de la que siempre se quejó insatisfecho, desde una dicción incardinada en el encantamiento del lenguaje, dominado por una lúdica y maravillosa lucidez expresiva. Un volumen, en fin, que en palabras de Baquero, mostraba su interés en “inventar, fabular, imaginarle a una realidad cualquiera la parte –el completo- que creía le faltaba”, esa encantadora fantasía que oculta la naturaleza.
Gastón ha revelado que la escritura de “Aparición” surgió del aliento que depositó en él la lectura de “Apparition”, un poema de Mallarmé de 1883, cuya traducción de Alfonso Reyes apareciera en el nº 3 (octubre de 1942) de la revista Clavileño, fundada y dirigida entre otros, por Gastón Baquero. Es evidente que el cosquilleo este poema permaneció dormido en su conciencia poética, hasta que dos décadas después pudo responder a su provocación. Dice el cubano: “¡Cómo me gustaría ser el autor de poemas como “Aparición” de Mallarmé! Pero al intentar hace tiempo ver lo que se me ocurría pariendo de la misma idea de Mallarmé escribí un poema diez veces más largo. El consuelo está en que posiblemente a Mallarmé le hubiera gustado llenar su poema con el trópico y la antillanía que derroché en el mío. Pero ni él nació antillano ni yo nací francés. Sic voluere fata” (Autoantología comentada, Signos, Madrid, 1992). Un juego en el que Gastón “puede acercar felizmente lo primitivo antillano y el quintaesenciado refinamiento cultural europeo de Mallarmé”, en expresión de Francisco Brines. A este juego-homenaje al poema de Mallarmé, bien podría unirse “La siesta de un fauno” (1876), la sugestiva égloga del francés, exultante y solar, del fauno que emerge de un sueño voluptuoso, que trata de prolongar por la magia de la música y del recuerdo, solución mallarmeana al conflicto entre la realidad y el ensueño, y cuyo hálito se percibe también en el poema baqueriano.
“Aparición” es el último de los tres poemas insertos en la sección “Variaciones antillanas sobre temas de Mallarmé” de Magias e invenciones, un poema calificado por el poeta español Luis Suñén como “el universo de epifanía gozosa de uno de los poemas mayores de Gastón Baquero”. Lo precedían, “La fiesta del fauno”, deslumbramiento de una voluptuosidad juguetona y pícara de reminiscencia mallarmeana, evidenciada en los dos versos que lo anteceden: “A l’heure oú ce bois d’or et de cendres se teinte, / Une fête s’exalte en la feuille étainte…”, procedentes de L’après-midi d’un faune; y el soneto “La casa en ruinas”, que en el exergo que lo precede (“Une rose dans les ténèbres”) se acoge a la impronta de desolación que habita en el poema de Mallarmé “Surgi de la croupe et du bond”. Gastón apreciaba en Mallarmé, entre otros hallazgos, lo que él llamaba la relacionalidad: “Quiero hablar todavía de otro medio del que me he valido frecuentemente para convertir la relacionalidad en iluminación, dándole a esta palabra tan ambigua el sentido que le daba Mallarmé, que es sencillamente imitar el trabajo de iluminación o coloración del grabado, a la manera del miniaturista medioeval […] El impulso, innato en mí, de relacionar y sacar en su contexto habitual las cosas para que dejen de estar ocultas…”. Un procedimiento baqueriano presente en su poesía y en particular en estos poemas, pero cuyo resultado se alejaba de la finalidad mallarmeana.
Gastón dispone la estructura de “Aparición”, como en ningún otro poema suyo, en dos cuerpos perfectamente diferenciados, tanto en el lenguaje como en la disposición poética, si bien sorprendentemente encadenados en el relato que los vincula. Las cuatro primeras estrofas poseen una remembranza de postal pueblerina, aunque iluminadas por el humor, la caricia de los diminutivos y la rica imaginación de sus descripciones; presencia de este recién estrenado humor que desde el exilio le brota a Baquero. Pero, de pronto, en las siguientes tres estrofas la ensoñación de la voz poética se transforma en una deslumbrante experiencia lírica que, ajena a la voluptuosidad de “La fiesta del fauno”, se dota del frescor de una sensualidad que despierta sorprendida y de una intensidad cromática del lenguaje –“risas verdes y rojas y amarillas / el guacamayo azul…”–, y se encumbra en el mágico resplandor de una mágica aparición: “Afrodita en persona, protegida del sol con una sombrilla de hojas frescas, / Afrodita, mulata de ojos verdes y andar de paloma buchona en los maizales, / pasaba por las puerta de mi casa”, exaltado el verso por la transformación del sintagma ‘mulatadeojos verdes’ en el encumbramiento del sustantivo “mulatadeojosverdes”. Feliz hallazgo. Estrofas finales donde el ensueño trasciende y muestra lo que la realidad oculta.
Las imágenes de las últimas estrofas baquerianas no dejan de traerme a la memoria el asombro y la admiración que sacudieron a Tom Jobim y Vinicius de Moraes al vislumbrar el paso de la chica de Ipanema –“Mira qué cosa más linda, / Más llena de gracia, /Es esa muchacha / Que viene y que pasa, / Con su balanceo, /Camino del mar”) y que la voz de Joao Gilberto convirtiera en el preludio del bossa nova. Una pieza riquísima en sus motivaciones melódicas, pero carente de las ricas invenciones poéticas de Baquero. Si los poemas de Mallarmé, “Apparition” y L’après-midi d’un faun, merecieron la música de Debussy, me pregunto por qué nuestros compositores no le han añadido al prestigio poético de “Aparición” la categoría musical que merece.
Si nada es tan bello como lo que no existe, al decir de Valéry, la poesía abre los ojos a lo no-existente para, en palabras de Gastón Baquero, revelarlo como “realidad transfigurada, hasta donde alcanza la imaginación”.
Para Pedro Shimose.
Pío E. Serrano (Cuba, 1941). Reside en España desde 1974. Editor, ensayista, traductor y poeta. Enseñó Filosofía en la Universidad de La Habana. En Cuba, perteneció al Grupo El Puente. Fundó en 1990 la editorial Verbum y la dirigió junto a su esposa, Aurora Calviño, hasta su jubilación en 2014. Desde su retiro, continúa dirigiendo para Verbum la Serie Literatura Coreana y la Biblioteca Cubana. En 1996 fundó y codirigió con Jesús Díaz la revista Encuentro de la cultura cubana.