ARMANDO AÑEL

El ninguneo ha constituido desde siempre, es decir, desde que el castrismo tomó el poder, una de las formas básicas con que expresan su desprecio a los excluidos los artistas y escritores en la órbita del poder cubano. Una especie de clasismo paradójicamente limosnero que se vanagloria de sus prebendas, por muy miserables que sean, y que ha hecho metástasis en el exilio ya desde hace tiempo.

Cuenta el editor Francis Sánchez en Facebook que en el muro de cierto escritor cubano se desataron las burlas y hasta la lástima por un compatriota emigrante cuyo “jodido oficio” era, es, abrir ostras. “Conocía esa escena”, señala el también poeta en un post de abril de este año 2024. “La había visto innumerables veces en Cuba, en los corrillos de la UNEAC, en las asambleítas de la AHS, orgullosos de ‘vivir’ de ser escritores, de no tener que pagarse la edición de sus libros como en ‘la yuma’ (entiéndase realmente no poder pagárselo de ninguna forma con su bolsillo por no recibir un salario real del Estado ni contar con libertad de prensa ni permiso del Ministerio de Cultura) y blasonar de ser ‘escudo y espada de la nación’ como clase intelectual, de asamblea en asamblea tratando de ganar méritos para recibir una invitación a una comitiva oficial (lo máximo: que el ministro te apuntara para viajar en su guagüita a través de las ferias del país y hasta comer y beber en los moteles del Partido). Y esperar el diplomita cada año. Y mirar con desprecio al artista disidente mal hablado que no se ha ganado un carnet como ellos, que por eso merece ir preso, por no saber hablar y lo que es peor, no saber callarse la boca. Ellos que se ganan ediciones y diplomas y viajes ‘de verdad’, es decir, oficiales: escogido por el ministro por sus méritos ‘literarios’, no como esos viajes ‘de mentira’ en que las personas tienen que trabajar y ahorrar y pagarse un billete sin necesidad de rebajarse ni con silencio ni con cacareos. Son esos mismos que, cuando emigran, se sorprenden de que la libertad vaya unida al trabajo, cuando descubren de pronto que el origen de las remesas no era Papá Noel sino el trabajo real de gente en oficios tan humildes y dignos, tan normales y tan bien remunerados, posiblemente, como abrir ostras en uno de los países con la mejor comida y hostelería del mundo”.

Y agrega:

“Conozco ese clasismo de la domesticación comunista, ese mirar idiota del muerto de hambre pero perdonado y hasta ‘premiado’ día a día por el represor que reparte carnets a la gente ‘de primera’, a los carneros de primera. Y confieso que me parecen más abominables que los policías brutos y también hambreados. Esa falsa superioridad inducida por el amo totalitario entre intelectuales me parece la peor de las violencias y mercancías del totalitarismo”.

El ninguneo, como decía anteriormente, ya ha sentado bases en el exilio y funciona a manera de filtro militarista, ignorando y hasta torpedeando a aquellos escritores y artistas que salieron de Cuba sin haber hecho carrera en las instituciones oficiales, ganado premios, publicado libros, etc., ya fuera porque eran demasiado jóvenes al momento de salir de la Isla, ya fuera porque les repugnaba hacerle el juego al oficialismo cultural. Como detalla Joaquín Gálvez en su libro de reciente aparición ¡Cuídate, Cuba, de tu propia Cuba!:

“Se ha convertido en un lugar común que algunos escritores y artistas cubanos recién llegados a Miami hagan declaraciones negativas sobre la vida cultural de la ciudad. Ellos no conciben la cultura sin el patrocinio estatal, sin instituciones gubernamentales que la subsidien, las cuales se caracterizan por ser creadoras de burocracias y prebendas a grupitos con ínfulas de élite, cuyos miembros, en muchos casos, carecen de una obra que los justifique. Cuando llegan a Miami, a pesar de que se enteran de la existencia de espacios culturales alternativos, tales como tertulias, revistas digitales, salas de teatro y conciertos, pequeñas editoriales, galerías, etc., esta ciudad, para ellos, no deja de ser un páramo cultural, pues no predominan las instituciones de las que provienen.Sin embargo, en Miami —tolerante hasta con sus detractores más acérrimos—, se les permite enseñar sus credenciales de prosapia oficialista para así ocupar puestos importantes en sus instituciones culturales. Luego, a la usanza de su exafiliación, solo invitan a esos espacios del establishment, del que gloriosamente ya forman parte, a los cuatro gatos de su preferencia (se sienten de nuevo en casa, por lo que ya no hay necesidad de criticar la vida cultural miamense). Irónicamente, de aparentes defensores de la cultura pasan a ser cercenadores de la misma, porteros que cierran las puertas arbitrariamente a todo creador de calidad que no forme parte de su círculo de intereses (incluidos los políticos), a quienes intentan quitar toda posibilidad de representatividad en su entorno cultural; escritores y artistas que viven en esta ciudad y que contribuyen con sus impuestos a la sobrevivencia de esas instituciones”.

Texto perteneciente al libro ¿Policía, policía, tú eres escritor? (Neo Club Ediciones, 2024).

Para adquirir el libro: https://a.co/d/3Baff7t


Armando Añel (La Habana, 1966). Ghost Writer, editor, fue periodista independiente en Cuba. En 1999 recibió el Primer Premio de Ensayo de la fundación alemana Friedrich Naumann. Ha sido columnista de periódicos como Tiempos del Mundo, Libertad Digital y Diario las Américas, y editor de revistas como Perfiles, Encuentro de la Cultura Cubana, Islas y, actualmente, Puente de Letras y Herencia Cultural Cubana. Ha publicado las novelas Apocalipsis: La resurrección, La novela de Facebook y Erótica, la compilación de relatos Cuentos de camino, los poemarios Juegos de rol y La pausa que refresca, el libro de ensayos La conciencia lúdica y las biografías Instituto Edison: Escuela de vida y Jerónimo Esteve Abril, apuntes y testimonios, entre otros. Vive en Miami, donde dirige el portal Neo Club Press.

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