Ausencia quiere decir olvido

CARMEN DUARTE

ACTO I

                                                Escena 1

Una balsa flota a la deriva en el mar. Un hombre y una mujer observan el horizonte en direcciones opuestas.

TERESA. Ni un alma, no se ve ni un alma.

RAMÓN. ( Muy asustado.) No mires para acá́, Teresa.

TERESA. (Sin volver la cabeza.) Ramón, estamos en medio del mar, si te pones a darme

órdenes, esto va a acabar mal.

RAMÓN. Te digo que no mires a la derecha .

TERESA. Se acabó, si me monté en esta balsa fue para encontrar una vida mejor. No voy a hacer siempre, tu santa voluntad. (Teresa vuelve el rostro y los dos personajes se tapan sus caras con las manos en señal de espanto.)

RAMÓN. Te lo dije.
TERESA. Un tiburón, un tiburón enorme.

 

                        El mar se agita, Teresa se aferra al cuello de Ramón espantada.

 

RAMÓN. Nos vamos a virar, Teresa. Suéltame que me ahorcas, Teresaaaa.

 

Escena 2

En la ciudad de Hialeah, Conchita pasea impaciente de un lado a otro de su pequeño apartamento. Eusebio, su marido, lee tranquilamente el periódico

CONCHITA. Ay, Virgencita de la Caridad, protege a mi sobrino en este momento difícil... y bueno, si puedes... a su mujer también. Porque yo ante todo, soy muy humana. Sí, virgencita, sí́, mi hermana me aseguró que se tiraron anoche. Eusebiooo.

EUSEBIO. Ujuuummm.

CONCHITA. Eusebio ¿qué dice el periódico del tiempo? No hay tormenta ¿verdad?

EUSEBIO. Lo desbarató todo.
CONCHITA. (Desesperada se lleva las manos a la cabeza.) ¿¡Qué! ?

EUSEBIO. El tifón.

CONCHITA. Ay, mi sobrino, por favor, virgencita... (Vuelve el rostro a Eusebio) ¿Y cómo no ha caído una gota en Hialeah?

EUSEBIO.(Levanta la vista del periódico como quien se acaba de despertar.) ¿En Hialeah?
CONCHITA. ¿Tú no dices que hay un ciclón?

EUSEBIO. ¿Ciclón? No... Si dije, dije tifón. Un tifón que arrasó con parte de China.

CONCHITA. (Se deja caer en la butaca de la sala.) ¿Y a mí qué me importa China,

            Eusebio?

EUSEBIO. Mas te valiera. Siempre hay que estar atento a todos los movimientos de los comunistas.

CONCHITA. (Tuerce los ojos,) Eusebio, mi sobrino está en alta mar, se puede morir, ¿y a ti no te importa?

EUSEBIO. No se pude vivir pensando nada más que en Cuba.

CONCHITA. No es Cuba, es mi sobrino.
EUSEBIO. Conchita, tu sobrino es mayor de edad y si se tiró al mar en una balsa es porque debe de estar loco.

CONCHITA. (Se arregla su peinado de peluquería.) ¿Y a quién no vuelve loco

Fidel?

EUSEBIO. A mí.

CONCHITA. No decías lo mismo cuando te mandaron a trabajar en el campo porque nos íbamos del país.

EUSEBIO. (Se ríe.) En ese entonces yo no sabía…

CONCHITA. (Mirando al techo como una mártir.) Que en Miami te esperaban las tomateras.

¿Hasta cuándo vas a repetir y repetir lo mismo Eusebio?

EUSEBIO. (Sentándose en la punta del sillón.) A ese muchacho, si lo encuentran, lo van

a virar para Cubita la bella. Y créeme, es lo mejor que le pudiera pasar.

CONCHITA. (Se levanta airada y se pone las manos en la cintura.) La gente aquí,

da asco ¿Por qué́ no quieren que otros cubanos lleguen y se salven del infierno?

EUSEBIO. En primer lugar, no van a caber todos aquí. Pero mira, si tu sobrino llega, bienvenido. Porque Dios no lo quiera... tú sabes lo peligroso que es el mar...

CONCHITA. Ni lo repitas. Llévate los malos pensamientos, virgencita.

 

Escena 3

La balsa de Teresa y Ramón flota, en el océano. La pareja guarda silencio en medio de una soledad espantosa. Están rodeados de tiburones. De repente, Teresa se incorpora.

 

TERESA. Menos mal que se fueron todos.

RAMÓN. Eran un montón de tiburones...

TERESA.  Siempre pensé́ que si veía un tiburón de frente me daba un infarto, y ya ves... No me morí… ¿por qué se habrán ido?

RAMÓN. No importa por qué, es bueno que estén lejos de nosotros y no hables, que pierdes fuerzas... Ya no nos queda ni agua.

TERESA. Tengo que pensar en todo lo bien que nos va a ir en Estados Unidos para que se me quiten los tiburones de la cabeza.

RAMÓN. Yo en cuanto llegue me compro una Yamaha... y a Miami Beach.

TERESA. Ay, Ramón, ¿ no crees que sería mejor irnos a Nueva York, o a Las Vegas? Dicen que allí se gana más dinero. ÓN. Tú sabes que en Miami esta mi tía y yo soy la vida de ella. Dice mi mamá que un día tía Conchita se encaprichó en cambiarme el pañal y yo le oriné la punta de la nariz. La muy boba estuvo como media hora riéndose. Y cuando mi prima fue a montar el avión de Miami yo tenía ocho años y ella siete. Nos abrazamos tan duro que nadie nos podía zafar. Hasta que mi tío Eusebio nos hizo cosquillas y logró cargar a Lalita. Mi tía volvió́ la cara hecha un mar de lágrimas...

TERESA. Pero hace tanto tiempo de eso, Ramón.

RAMÓN . Tía nunca se ha olvidado de la familia, siempre llama, manda cosas...

TERESA. (Llena de dudas, desvía el tema.) Tengo la garganta seca.

RAMÓN. Piensa que lo más importante es que ya salimos del infierno de Cuba.

TERESA. Ay, Ramón, todavía no sabemos si vamos a llegar vivos a Miami ¿Y si allá caemos en otro infierno?

RAMÓN. Yo te aseguro que si llegamos va a ser mejor que Cuba. No hay medicinas, ni comida suficiente. Te has pasado la vida remendando la ropa interior que te tocaban por la libreta. Nos casamos y ni casa tuvimos, eso no es vida. A ti no te gustaba vivir con mi mamá...

TERESA. Y a ti tampoco te gustaba vivir con la mía.

RAMÓN. Le vamos a poder mandar las medicinas a tu mamá para que se mejore de la artritis y mi papá va a poder comer mejor, está tan flaco…  Por eso había que irse. Nosotros somos jóvenes y vamos a triunfar.

TERESA . Si salimos de esta, Ramón, si salimos de esta...

 

Escena 4

En Hialeah, Conchita no puede contener su impaciencia, luego de dudar toma el teléfono y marca un número.

 

CONCHITA. Lalita, aló... Lalita que tu primo salió́ para acá́ una balsa. Sí, ya sé que estás muy ocupada, ¡qué bueno que tienes mucho trabajo!, pero yo tengo los pelos de punta. No, no es problema de ir a la peluquería,es que estoy muy nerviosa. ¿Que hable con Jimmy, para qué? Sí, ya sé que es mi nieto, pero oye, Lalita... Lalita, atiéndeme que Ramoncito viene. Jimmy, qué tal mi niño. Yeah, yeah, pri-mo tu-yo-ve-nir en bal-sa. ¿Tú no en-ten-der? ¿Y es-cue-la có-mo va?... ¡Nada, no habla ni gota de español! Bye, bye, I love you... ¿¡Qué!? ¿Quieres que te compre unos tenis Nike? ¿Y cómo sabes decir eso en español, sinvergüenza?¡No!, yo no tengo dinero... si cuando me ves no quieres ni darme un beso... Aló, aló... ¿Lalita?, mira...¿el niño está llorando? Yo no le dije nada. Ay Lalita, no te pongas así, yo no le he dicho nada malo al niño. Lalita, Lalita... Me colgó́....

 

Conchita se sienta en el sofá desalentada

 

CONCHITA. Cría hijos, mátate trabajando en la factoría para que puedan estudiar, salir adelante... y después hasta les molesta que los llames por teléfono. Los nietos ni hablan español, te desprecian porque les haces regalos baratos en Christmas... Que, en este país, uno no pueda ni darle una nalgada a un nieto. Que yo me atreviera a levantarle la voz a mi abuelo Ruperto, el soplamocos no me lo quitaba nadie. Ese Jimmy y esa Claudia son unos sangripesados... Ay, virgencita, perdóname que hable así de mis nietos... y cuídame a Ramoncito, que llegue aquí. Ramoncito era un niño tan precioso, tan dulce. Ay, ¿por dónde lo tengo?... ( Va hasta una gabea y saca un álbum de fotos.) Déjame ver... ¡Mira a mi hermana Berta, qué jovencita!... y esta soy yo; los años no pasan por gusto... Ramoncito chiquitico... y ahora esta criaturita en medio del mar. Aquí está cuando se casó́... ¡qué alto salió́ este muchacho!... La mujer tiene una cara de mosquita muerta. Pero el sigue con su misma carita noble. Pobrecito. Cuando llegue lo pongo a

dormir en el sofá́ de la sala, ahí va a estar mejor que en la barbacoa de su casa. Y deja ver como hago maravillas con el dinero, porque tengo que comprarle alguna ropita. Seguro que Eusebio se va a poner a pelear. ¿Pero si uno no hace esto por su familia por quién lo va a hacer? ¡Ay, la hora de mi programa, por poco se me pasa! (Enciende la radio.)

VOZ LOCUTOR. Buenas tardes está en el aire.

VOZ OYENTE . Óigame, hablando del tema. Qué cuento es ese de los balseros que vienen aquí pensando en volver al año para llevar dinero y gastarlo allá́. Oiga la gente ya no tiene gandinga, porque regresar de donde lo botaron a uno, y le dijeron hasta gusano...

VOZ LOCUTOR . Pero el exilio militante está en pie. A la marcha del domingo diremos

presente. Seguiremos luchando desde la calle ocho sin tregua. Y algún día ellos bajaran la cabeza, llenos de vergüenza.(TOMA OTRA LLAMADA) Buenas tardes, está en el aire.

VOZ OYENTE . A mi vecina le robaron el otro día... oiga y uno de ellos era un balsero...

 

                        Conchita, sobresaltada, apaga la radio.

 

CONCHITA . No sé ni para qué oigo eso. Me pone hasta nerviosa. A ver si confunden a mi sobrino con uno de esos .... ¡Que desgracia que haya tenido que venir en balsa! ¿Pero qué otra cosa iba a hacer? ¿Seguir viviendo sin comida, sin medicinas, sin nada?

 

 Suena el timbre de la puerta.

 

CONCHITA . ¡Lola!  Se me olvidó que venía. (Mira por el cristal de la ventana.)¿Quién es?.

VOZ LOLA . Soy yo, Lola.

 

                        Conchita pone la cadena de seguridad y entreabre la puerta.

 

VOZ LOLA. Abre Conchita que no te van a robar las joyas, chica.

 

                        Conchita abre la puerta.

 

LOLA . ¡Pero qué cara tienes, Conchita!

 CONCHITA . Perdóname, es que estoy muy preocupada.

Lola . ¿Por lo de tu sobrino?
CONCHITA . Hasta taquicardia tengo...
LOLA . Cuando me lo dijiste me quedé espantada.

CONCHITA. Es la incertidumbre de si estará́ vivo... o lo mandan para atrás.

LOLA. ¿Y dónde va a vivir?

CONCHITA. Aquí.

LOLA. Ay, mi amiga, ¿porqué no le alquilas alguito por ahí?...

CONCHITA. Lola, por Dios, es el hijo de mi hermana Berta. Yo lo vi nacer. Mira, por aquí́ tengo fotos de él ( Toma el álbum y lo abre, Las dos se sientan en el sofá.)) ¿Tú crees que ese niño pueda ser malo?

LOLA. ¿Quién es esa que esta abrazada con él?

CONCHITA. Su mujer.

LOLA. ¿¡La que viene con él en la balsa!?

CONCHITA. Si.

LOLA. ¿¡Y tú vas a meter en tu casa a esa mujer con la clase de fondillo que tiene?! Tu estás loca.

CONCHITA. ¿Y qué voy a hacer? Es su mujer.

LOLA. Conchita, despierta. Esa pelandruja te va a levantar a Eusebio.

CONCHITA. (Riéndose.) Pero si Eusebio... nada de nada.

LOLA. Contigo, pero con una jovencita, quién sabe.

CONCHITA. Ay, Lola, tampoco así... que yo no estoy tan mal.

LOLA . Las que están viniendo ahora no respetan nada. ¿Qué pueden haber aprendido allá́?

Ni modales saben.

CONCHITA . Como es mi sobrino... él debe de haber escogido una buena muchacha.

LOLA . Tú me perdonas, pero allá́, entre la escuela al campo y el trabajo productivo, no deben quedar mujeres señoritas.

CONCHITA. Bueno, si así fuera... yo confío en Eusebio, siempre ha sido un hombre tranquilo.

LOLA. No lo tientes, Conchita. No metas al diablo en tu casa. Mira a Mariana, trajo a la ahijada y le desbarató el matrimonio al hijo.

CONCHITA . ¡No me digas! Ay, pero la mujer del hijo de Mariana no tenía sangre en las venas. No se amañaba ni para atender a los niños. El pobre muchacho tenía que estar dando biberón, cambiando pampers, y ella echándose fresco... Lola, a mí me hace tanta falta tener a mi sobrino aquí, yo vivo tan sola. Atender a un recién llegado debe ser como tener un niño en la casa. ¿Tú sabes cuántas cosas no habrá́ que enseñarle? Por lo menos será́ como un niño que habla español, no como mis nietos...

LOLA. Siempre he dicho que tienes un corazón de mantequilla. Esto es Miami. La familia en Cuba no es lo mismo que aquí. Y métete en la cabeza que tu sobrino ya no es un niño.

CONCHITA. Pero es alguien que me necesita.

LOLA. Si es por eso, sal a la calle y trae a unos cuantos homeless para acá.

CONCHITA. Aaaay, qué simpática.

 

                        La puerta se abre.

 

CONCHITA. ¿Eres tú, Eusebio?

EUSEBIO. Uhuummm

 

Entra Eusebio.

 

CONCHITA . ¡Qué genio me da! ¿Si algún día dejaras de decir uhuumm, Eusebio, qué dirías?

Eusebio.

EUSEBIO. Ajaaah.
LOLA. ¡Eusebio, que tal!...

EUSEBIO. ¿Cómo está Lola?
LOLA. Aquí́, escuchando el dilema de Conchita.

CONCHITA. (Se le salen las lágrimas.)  ¿Qué pasa que nadie me ayuda? Todos están en mi

contra. Yo solo quiero que mi sobrino no se muera, que llegue aquí y pueda hacer una vida mejor que en Cuba ¿Eso es mucho pedir?

LOLA. No te pongas así, Conchita. Es que tú eres muy buena y no queremos que nadie pueda abusar de ti.

EUSEBIO. ¿Y esas fotos viejas?

CONCHITA. Las estaba viendo con Lola.... A ti todo te molesta Eusebio.... Sí...Confieso que de vez en cuando veo las fotos. ¡Aunque tú no quieras!

EUSEBIO. Si te gusta ser masoquista es problema tuyo. A mi sí que no me gusta martirizarme recordando a Cuba... después te pones a llorar por los rincones. (La vista se le desliza hacia el álbum.)¿Y estos quiénes son?

CONCHITA . Ramoncito y la mujer.
EUSEBIO . ¡Qué bonita es la mujer de Ramoncito!

 

Conchita mira a Lola con cara de terror. Va donde Eusebio y le arrebata el álbum de las manos.

 

EUSEBIO . ¡Conchita, te voy a tener que llevar a un psiquiatra!

CONCHITA. No, no. Si es que me acabo de curar.... ¡Gracias Lola por abrirme los ojos!...

Mi sobrino no va a llegar nunca. Estoy segura de que Berta me llamará en cualquier momento para decirme que lo regresaron a Cuba. Eso es lo mejor para él y para todos.

 

                        Suena el teléfono.

 

CONCHITA. (Descolgando el teléfono.) Ojalá que sea Lalita, ahorita se puso brava conmigo. Aló, I no espiki ingli.

 

Eusebio y Lola se preocupan por el nerviosismo de Conchita. 

 

LOLA . ¿De dónde es? Si quieres yo contesto. A mí me entienden en inglés por teléfono.

EUSEBIO . ¿Quieres un vasito de agua, Conchita?

CONCHITA. (Al teléfono.) Si, yo soy María C. Arteaga. ¿Sí? ¿¡De dónde!? ¿¡ Cómo?!

(Desalentada.) Acepto la llamada. (A Eusebio y Lola.) De Krome, es mi sobrino. Le permitieron hablar conmigo.


Lola y Eusebio se miran aterrorizados.

 

EUSEBIO . Un milagro, es un milagro. ¿No será̈ una broma de alguien?

LOLA . Si, del mismísimo diablo.

CONCHITA. (Al teléfono.) Ramoncito (Traga en seco.) No, no me pasa nada. Es la emoción

mi niño... sí, estoy muy contenta de que ya estes aquí... Pero ¿ cómo pudiste llegar? ¿Que los delfines te empujaron a la costa? Si... puede que sea obra de la virgencita de la Caridad. Claro que recé mucho por ti. ¿Cómo me preguntas eso?... Por supuesto que puedes decir que tienes familia en Miami. ¿Entraste por Cayo Hueso? Si, la Florida se parece mucho a Cuba... No te preocupes esas son preguntas de rutina... Si, me imagino que tu esposa esté muy nerviosa. No van a tener problemas. Seguro, seguro que vamos a buscarlos. Espera tranquilito... Bye, bye... (Cuelga el teléfono.)

 

Todos se miran sin decir una palabra. Una mosca irrumpe el silencio.

 

LOLA . ¡Mira, un moscón!

 

FIN DEL ACTO I

 

 

 

 

 

 

 

 

ACTO II

Escena 1

En el apartamento de Hialeah. Ramón y Teresa acaban de llegar de Krome. 

 

LOLA. (Sonriente. A Ramón y Teresa)  Poniendo un pie en Miami y ya se han hecho famosos.

EUSEBIO. ¡Qué va a decir mi hermana cuando me vea hoy en el noticiero del 23!

CONCHITA. (A Ramón y Teresa.) No se pueden quejar, los estaban esperando las cámaras de televisión en el mismísimo Krome. Así́ hacen con algunos balseros... imagínense, es la tragedia de todos los días. Pero ustedes casi ni hablaron.

RAMÓN. Estamos muy aturdidos, tía.

EUSEBIO . Es normal.

CONCHITA.(SE SIENTA AL LADO DE RAMÓN.) Como tenemos que hablar... Has crecido tanto... ¿Cómo ha sido tu vida en todos estos años?


Suena el timbre de la puerta. Conchita va a levantarse.

 

LOLA . (A Conchita) Yo abro.

EUSEBIO. (Le sonríe a Teresa.) Y usted, jovencita, es muy callada. ¿De qué parte es su

familia?
CONCHITA.(Alarmada.) Eusebio, tu no ves que está muy cansada.

 

Lola abre la puerta. Entra Lalita. Se besan. Conchita sonríe y se pone de pie.

CONCHITA. (A Ramón.) Ramoncito, esta es tu prima Lalita.

 

Lalita y Ramón se miran tratando de reconocerse.

 

CONCHITA. ¡Arriba a darse un abrazo que ustedes son primos!

 

Ramón y Lalita se abrazan. Teresa observa la escena con los ojos semicerrados por el cansancio.

 

LOLA. Son igualitos, Conchita, como se parecen.

RAMÓN. Mira que te extrañé todos estos años. ¿Te acuerdas de cuando jugábamos en casa de abuela? Aquel día que nos mandaron a llevar el saco con mangos a casa de tía y tu querías coger un asa, para que yo cogiera la otra, y yo te dije que no, que así cargaban las cosas las hembras. ¡¿Y la lleve solo, cayéndome de medio lado?!

 

Ramón y Lalita rompen el abrazo.

 

LALITA. (Habla español con fuerte acento del inglés.) Yo no me acuerdo de nada de Cuba.

RAMÓN. (Muy perplejo.)¿Ni de mí?
LALITA. De nada.
RAMÓN. Tú me estas corriendo una máquina.

LALITA. (Sin comprender el significado de la frase.) ¿Cómo?

CONCHITA. (A Lalita.) Él piensa que es una broma tuya, Lalita.

LALITA. Ah... No. De verdad no me acuerdo de nada.

 

                        Ramón se queda perplejo.

 

CONCHITA. Nada de ponerse tristes. Ahora tendrán todo el tiempo del mundo para conocerse.

RAMÓN. ¿Pero cómo voy a conocer a mi prima otra vez? Lalita, tienes los mismos ojos de siempre, el mismo pelo y, aunque hables, como si tuvieras una papa en la boca, tu voz es chiquitica, bajita, como antes... como cuando eras una niña. Yo si te conozco...

CONCHITA. Lalita tiene dos niños preciosos, Ramoncito. Rubiecitos, con los ojitos verdes... Tenemos que llevarte por allá́, para que los veas. ¿Verdad que tendrás un tiempito para tu primo?

LALITA. Si, mamá. Claro que lo voy a invitar a mi casa. A él y a... (Busca a Teresa con la vista y se sorprende de verla dormida.

EUSEBIO. Teresa, Teresa. Te quedaste dormida. (Teresa despierta.) Mira esta es Lalita, la hija de nosotros.

LALITA. (A Teresa.) Hola, yo soy la prima de Ramón. Perdona, te han despertado por mi culpa.

TERESA. No, perdóname tu a mí. Yo tenía muchos deseos de conocerte. Ramón se pasa la vida hablando de ti. Pero es que tengo un cansancio de mil años.

LALITA. ¡Qué mujer más valiente eres! Yo, ni muerta me tiro así al mar.

TERESA. Lo único que te puedo decir es que si llego a saber cómo es, no lo hubiese hecho nunca.

RAMÓN. Eso lo dices porque ya estás aquí.

LOLA. En tierra de libertad, porque con el hambre que hay allá́, no digo yo si se tiran a nado, entre los tiburones.

LALITA. Bueno. Hasta aquí, en el país más rico del mundo, hay gente pasando hambre. Y no se tiran al mar ¿A dónde van a ir?

RAMÓN. No juegues pesado, mi prima. Cómo aquí va a haber hambre...

CONCHITA. ¡Ese marido tuyo te mete cada cosa en la cabeza!

LALITA. Okay, okay, okay... No vamos a pelear hoy. (Mira al joven matrimonio que no entiende su discurso. Les dirige la palabra. ) El problema es que yo gané una beca para Yale University, hice... soy socióloga. Mi marido, Andrew también es sociólogo, y estudiamos todo de las sociedades de Latinoamérica... y nada. Mis padres y yo no pensamos igual en muchas cosas... A Andrew y a mi nos gustaría mucho que nos contaran de Cuba... Yo tengo en mente ir allá́...

EUSEBIO. ¡No digas eso ni jugando! ¿Y si te dejan allí?, piensa que tienes dos hijos.

LALITA. ¿Para qué́ me van a querer en Cuba, papá?

RAMÓN. La gente va y viene como si nada, Eusebio. Yo en cuanto pueda voy a ver a mi mamá.

CONCHITA. ¡Pero si acabas de llegar, muchacho!

RAMÓN. Mi mamá es mi mamá...

EUSABIO. ¡Eso es lo que no se puede entender! Ustedes no tienen vergüenza. Yo a Cuba no regreso, mientras la gente que me dijo gusano, que me mandó al campo, esté en el poder.

CONCHITA. ¡Prohíbo! y óiganlo bien. Prohíbo que en esta casa se hable de política. ¡Prohibido!

EUSEBIO . Esta también es mi casa.
CONCHITA. Prohibido, Eusebio. Y si quieres te divorcias que ya verás como pierdes la casa y          como me vas a tener que mantener hasta que me muera.

LOLA . Bueno yo tengo que irme ya... A ver si mi hermana me vió en el noticiero del 23. (A los recién llegados.) Suerte.

LALITA. (Ramón y Teresa.) No pongan esas caras, muchachos. Así se vive en esta casa, discutiendo de política.

 

Escena 2

 

De noche en el apartamento de Hialeah. En el sofá de la sala permanecen Teresa y Ramón. EN el cuarto duermen Conchita y Eusebio. Los ronquidos de los viejos se oyen en la sala.  

TERESA. ¿Quién ronca más, tu tía o Eusebio?

RAMÓN . Mi tía. Siempre fue famosa por eso. Cuando yo era chiquitico, me desperté́ de noche y salí́ corriendo porque creía que en la casa estaba el león de la Metro Golding Meyer... y eran los ronquidos de tía .

TERESA. Llevamos quince días aquí. ¿Y quieres que te diga una cosa?... Daría mi vida por estar en el cuartico de La Habana.

RAMÓN. Pero si todas las noches te quejabas. No querías nada de nada conmigo. Porque si mi mamá nos escuchaba... Porque si nos movíamos mucho en la cama, el edificio se caía...

TERESA. No, y aquí́, hasta que no nos mudemos... ¿te imaginas que tu tía nos escuche?

RAMÓN. Por suerte ronca, así sabemos si está bien dormida o no.

TERESA. ¿Y Eusebio ?

RAMÓN. No, con ese hay que tener más cuidado. Yo creo que está medio enamorado de ti.

TERESA. Ni jugando vuelvas a decir eso. Oye, Ramón, contéstame sinceramente. ¿Tu encuentras a Miami tan bonito como dice la gente?
RAMÓN. ¿Sinceramente?

TERESA. Si.

RAMÓN. Bueno, es bonito Miami Beach, Coconut Grove, en el centro los edificios son grandes. Pero todo lo demás son casas igualitas todas... yo tenía muchas ganas de conocer la calle ocho...

TERESA. Y tremenda...

RAMÓN. Ni lo digas. Que aquí la gente se ofende por todo.

TERESA. Pero la verdad es la verdad.

RAMÓN. Imagínate, ellos dicen que cuando llegaron aquí́ esto era un campo. Están tan orgullosos de lo que levantaron... Es mejor decirles lo que quieren oír y punto.

TERESA. Por eso tu exageras todo lo de Cuba, ¿eh?

RAMÓN. Claro, no ves lo contentos que se ponen cuando les hablas mal de Cuba. Hay que sobrevivir.

TERESA. Si, igual que allá́, aquí hay que seguir teniendo dos caras.

RAMÓN. Pero aquí tenemos toda la comida que queramos y en cuanto encontremos trabajo, nos mudamos. Eso de mudarse, así como así, no se puede hacer allá… También ayudar a la familia… allá nos íbamos a pique todos. Comprarles comida y medicinas… solamente con eso.

TERESA. ¿Por qué́ mencionaste esa palabra, porqué?

RAMÓN. ¿Qué palabra?
TERESA. Comida. No me lo vas a creer, pero...

RAMÓN. Tienes hambre.

TERESA. No se me quita, siempre me parece que como poco.

RAMÓN.  Sin pena, que yo también me quiero comer un jamón entero, tres quesos... Tía quiere controlarnos las calorías y el colesterol... pero eso es para cuando hayamos matado el hambre vieja que traemos. ¿Vamos a la cocina?

TERESA. No. Se me cae la cara de vergüenza. . Con mi tía no hay problema.
TERESA. Pero ella no es mi tía.

RAMÓN . Entonces, espérate, que enseguida regreso con provisiones.

 

Se apaga la luz en el área donde está Teresa y se escuchan los ruidos que hace Ramón en la cocina, buscando comida. Se enciende la luz en el área donde está Eusebio, que duerme junto a Conchita en su cuarto, se despierta. Los ronquidos de Conchita se oyen estrepitosamente. Eusebio trata de despertar a Conchita.

 

EUSEBIO. ¡Conchita, Conchita!

CONCHITA. ¿Qué, qué pasó?

EUSEBIO. ¿No sientes un ruido?

CONCHITA. No me vengas con el chistecito de que eran mis ronquidos.

EUSEBIO. No, chica, no. Es otro ruido.

CONCHITA. Debe ser el aire acondicionado que está viejísimo y como tú no quieres que compremos otro...

EUSEBIO. ¡Qué aire ni que ocho cuartos! Es un ruido... como de pasos.

 

                       Sonido de una cazuela en la cocina.

 

CONCHITA. No lo puedo creer.
EUSEBIO. Uhuuuummm... están comiendo otra vez.

CONCHITA. Esa muchacha es un barril sin fondo.

EUSEBIO. No, ese es tu sobrino que desde chiquito comía como un....

CONCHITA. Siempre te las arreglas para defender a Teresa y tirarle a Ramoncito.

EUSEBIO. Tu sobrino siempre fue un egoísta.¿ No ves lo flaca que está ella y la barriga que tiene el?

CONCHITA. Siempre estuviste celoso de Ramoncito... desde que nació́ lo miraste atravesado.

EUSEBIO. ¿Celoso yo?

CONCHITA. No te gustaba mucho que Lalita jugara con él.

EUSEBIO. Porque las niñas y los varones no deben jugar mucho juntos. Las niñas con las niñas y los varones con los varones... Un día lo cogí́ todo alborotado con Lalita.

CONCHITA. Era un niño...

EUSEBIO . Pues no lo parecía.
CONCHITA . Nunca soportaste que me ocupara de él.

EUSEBIO . Si te dejaba, nos hubiésemos muerto aquí́, con tal de que tu mandaras cosas para Cuba.

CONCHITA. No seas exagerado.

EUSEBIO. Bueno, pero si sigue comiendo como lo está́ haciendo ahora, me voy a tener que

declarar en bancarrota.

CONCHITA . Aguanta ahí, Eusebio. Desde que llegaron yo corro con los gastos de la comida. Para eso trabajé mucho en este país, para ser independiente.

EUSEBIO. Lo menos que puedes hacer es pagar la comida. Porque yo estoy comprando lo demás y oye, como gasta papel higiénico tu sobrino.

CONCHITA. ¿Mi sobrino y Teresa no?
EUSEBIO. Ella es una dama.
CONCHITA. Pero las damas... van al baño.
EUSEBIO. Lo único que sé, es que un royo no dura un día.
CONCHITA. Como vuelvas a defender a Teresa.

EUSEBIO. No sé cuál es tu problema con Teresa. Se ve bonita, fina, inteligente...

CONCHITA. Mi problema no es ella, es los ojos con que tu la ves.

EUSEBIO. Estás celosa.

CONCHITA. Realmente no, porque ella no se va a fijar en un cáncamo ...

EUSEBIO. ¿Tan mal estoy?...

CONCHITA. Puedes estar convencido de que ninguna otra mujer va a cargar contigo.

EUSEBIO. Tú le das un ánimo a uno... mañana voy a dormir en medio del cementerio,

total, para irme acostumbrando...

CONCHITA . No te pongas melodramático. ¿Qué voy a hacer yo sola aquí?

EUSEBIO . Bueno... al menos no puedes vivir sin mí.

 

De nuevo se oyen los sonidos de las cazuelas.

 

EUSEBIO. Van a acabar con la casa.

CONCHITA. Y con el refrigerador.

 

Conchita se levanta y se pone una bata para salir del cuarto.

 

EUSEBIO. No, déjame a mí. Yo soy el que va a salir.

CONCHITA . Eusebio, tu no le vayas a llamar la atención a Ramoncito que si se va de

esta casa yo no sé qué le voy a decir a mi hermana Berta.

EUSEBIO. Mira, Conchita... si tú quieres... podemos hacer un trato.... De ahora en adelante, en este matrimonio... yo voy a ser el malo y tú la buena.

CONCHITA . Siempre ha sido así.

EUSEBIO. ¡No seas... y atiéndeme! De ahora en adelante me voy a poner impertinente. Sin decir una palabra, pero voy a poner unas caras... que lo digan todo. Y si él se queja con tu hermana, me echas la culpa a mí.

CONCHITA . ¿Y me das permiso para meterle miedo a Ramoncito con tu carácter?

EUSEBIO . Okay. Es la única forma que vamos a tener de defendernos.

 

                        Eusebio se pone los pantalones con paciencia.

 

CONCHITA. A mí me da lástima, yo sé que han pasado hambre en Cuba ¿Nosotros éramos así

cuando llegamos?

EUSEBIO. Quién se acuerda... Tal vez si alguien nos hubiese recogido...ahora seriamos expertos en robar comida por la noche.

CONCHITA. No es un robo. Yo les brindé mi casa y mi cocina...

EUSEBIO. Pero no tienen medida de nada. Quieren llamar a Cuba todos los días, tomar helado cada dos minutos, ¡ y en el restaurante pidieron langosta!, cuando nosotros no la comemos nunca por lo carísima que es.

CONCHITA. Es que no tienen idea de los precios.

EUSEBIO. Nos están aprovechando, chica. Mira que decir que probaron langosta en Cuba.

CONCHITA. Bueno, parece que en el mercado negro de allá́...

EUSEBIO. Vivian de los dólares que tú mandabas sin tener que trabajar... Cuba es lo

de nunca acabar...

CONCHITA. Si. Si no mandas dólares se mueren y si los mandas aprenden a ser vagos.

EUSEBIO. ¡Vamos a ver cuándo empiezan a trabajar! Porque en Cuba vivían con cien dólares,

pero aquí no.

CONCHITA. Eusebio... Hay veces me parece que ellos no dicen todo lo que piensan. Es como una burla.

EUSEBIO. Puede ser. Pero eso es asunto de ellos, a mí me importa un pepino lo que piensen.

CONCHITA. ¿Para qué́ te pusiste los zapatos?

EUSEBIO. Por las cucarachas. Si me encuentro con alguna no me gusta pisarlas con las

pantuflas.

CONCHITA. Estás más loco. En esta época del año no hay quien acabe con las cucarachas... con lo caros que son los mata cucarachas.

EUSEBIO. Debían inventar un mata balseros, con esta plaga que ha caído en Miami...

CONCHITA. No te hagas el gracioso que son cubanos igual que nosotros, y en muchos casos

familia.

EUSEBIO. No te conviene ponerte brava conmigo, que yo soy el que te va a salvar.

 

Eusebio sale del cuarto y va a la cocina. La cocina está apagada. Ramón escucha el sonido de la puerta del cuarto de sus tíos y corre a refugiarse en el sofá, junto a Teresa.  

 

EUSEBIO. (Canta.) Macarena tiene un novio que se llama, que se llama de apellido Victorino, Uhuuummmm. Macarena, Macarena, Macarena, uhuuuummm.

 

Teresa y Ramón contienen la risa con esfuerzo. Ramón enciende una lamparita en la sala.

 

EUSEBIO . ¿Hay alguien despierto por ahí?

 

                        Teresa y Ramón se esfuerzan aún más por contener la risa.

 

EUSEBIO. Dije que si alguien no puede dormir.

RAMÓN. (Copiando a Eusebio.) Uhuuummm.
EUSEBIO. ¿Quién es Ramón o Teresa?
TERESA. (Copiado a Eusebio.) Uhuuummm.
EUSEBIO. ¿Pero qué pasa en esta casa?

RAMÓN. (Habla con la boca llena.) Nada, Eusebio, nada.

EUSEBIO. Por lo visto ustedes tampoco pueden dormir. Estoy muy preocupado.

RAMÓN. ¿Por qué́?

EUSEBIO. Oí́ ruidos en la cocina y pensé́ que nos habían mandado otra plaga.

TERESA. (Conteniendo la risa.) ¿De Cuba?

EUSEBIO. Sí

 

Da pisadas fuertes en el suelo, como quien mata cucarachas.

RAMÓN. (Riendo.) ¿Pero usted está bailando la Macarena a estas horas?

ESEBIO. Es la mejor forma de combatir la plaga.

TERESA. ¿Plaga de qué?

EUSEBIO. Cucarachas.

TERESA. (Como un resorte se pone de pie sobre el sofá.) ¡¿Cucarachas, hay cucarachas en Miami!? Mátalas Ramón, mátalas que me muero.

 

Eusebio enciende la luz y ca revisando cada rincón de la cocina.

 

EUSEBIO. Si. En Miami hay cucarachas y bilingües... porque lo mismo se le escapan a un hispano que a un americano.

RAMÓN. ¿Y qué tiene que ver la plaga con Cuba?

EUSEBIO. Que mandan pará acá gente hambrienta y por la comederas nocturnas que forman en las cocinas, vienen las cucarachas.

TERESA.¿ Sí?

EUSEBIO. Se ponen enormes... Por eso en Miami no se puede comer a toda hora.

RAMÓN. Para decirnos que no comamos de noche no tiene que inventar todo ese cuento.

                        Vuelve a dar pisadas fuertes en el suelo, como quine mata cucarachas.

 

TERESA. ¿¡Pero ustedes no fumigan?!

EUSEBIO. Ramón, ayúdame a matarlas que la fumigación es carísima.

TERESA. Y yo que pensaba que en Miami me libraría de las cucarachas.

EUSEBIO. No lo cojas tan a pecho que para mí es divertidísimo.

RAMÓN. ¿Divertido matar cucarachas?

EUSEBIO. Si, porque mientras las mato aprovecho y bailo La Macarena. Macarena, Macarena, Macarena,  uhuuummm. ¡Ayúdame, ayúdame, Ramón!

RAMÓN. (Entrando a la cocina.) Pero Eusebio es que son muchas. Ay, esta se me fue...

EUSEBIO. Baila, baila la Macarena muchacho que así las cazas mejor.

 

Eusebio y Ramón bailan la Macarena, mientras intentan matar cucarachas. Teresa de pie sobre el sofá se ríe divertida.

 

TERESA. Ramón tú no sabes mover la cintura. Mira a Eusebio que bien lo hace.

 

Teresa también canta y baila sobre el sofá, tratando de seguir los pasos de Eusebio y Ramón. Conchita abre la puerta del cuarto, sale y da un portazo. Todos dejan de bailar

 

CONCHITA . ¿Qué está pasando en mi casa?

Silencio total.

EUSEBIO. (A Conchita.) Son unas cucarachitas, mi china.

CONCHITA. (A Eusebio.) Mi china, mi china.¿¡Cuántos años hace que no me dices mi china?! ¿Qué estás buscando de mí, Eusebio?

EUSEBIO. Nada, mi amor.

CONCHITA. ¡Tu diciéndome, mi amor! Esto es inaudito. ¿Qué te traes entre manos, Eusebio?

EUSEBIO . ¿Por qué́ te sorprende que te trate con cariño?

CONCHITA . Porque tu nada más que sabes decir uhuuuummm.

TERESA. No se ponga brava, Conchita.

CONCHITA. (A Teresa.) Tu mejor te callas que horno no está para galleticas.

RAMÓN. Tía es que estábamos matando unas cucarachas.

CONCHITA. ¡Matando nada! Estaban bailando a las dos de la madrugada. A ver si nos llaman a la policía por armar este escándalo.

EUSEBIO. No es para tanto, Conchita.

CONCHITA. Aquí nunca ningún “lanlor” nos ha llamado la atención. Pero desde hace unos días todo está patas arriba.

RAMÓN. Yo sé que les hemos traído problemas. Mañana mismo salimos a buscar trabajo y nos mudaremos cuanto antes.

CONCHITA. Ramoncito, desde Cuba, Miami se ve diferente. Aquí todo cuesta un ojo de
la cara, mi niño. Eusebio y yo, aunque queramos no podemos con todo. Lalita vive muy bien, pero es incapaz de ayudarnos ahora que ustedes vinieron Nosotros estamos retirados. Mira desde que tu llegaste, Ramoncito, se pone el aire acondicionado las veinticuatro horas y yo estoy temblando por el bill que nos va a venir. Por eso es que, cuando me pides llamar a tu mamá todos los días, te tengo que decir que no, con dolor de mi alma. . Yo no te digo de llamar a mamá todos los días... y si digo algo es porque yo no me puedo olvidar de mi gente en Cuba. Y sé que tú tampoco.

EUSEBIO. Y dímelo a mi... que el bolsillo no da para tanto.

RAMÓN. Nada, enseguida buscamos trabajo y les quitamos la carga.

CONCHITA. No es carga, mi niño. Es falta de dinero.

EUSEBIO. Otras gentes están muy bien en Miami. Nosotros llegamos con una niña chiquita, sin saber inglés...

RAMÓN. Pero en las cartas tía siempre nos decían que les iba muy bien. Que tenían buenos carros...

EUSEBIO. Conchita no quería preocuparlos y muchas veces se retrató́ al lado de carros carísimos para que ustedes pensaran que nos iba de lo mejor. La verdad es que nos espera un asilo gracias al chequecito que recibimos por viejos.

TERESA. No tienen por qué sentirse mal de decirnos la verdad. Lo mejor es que la gente se entienda. Nosotros vinimos aquí a abrirnos paso, a trabajar, a tener lo nuestro.

 

                        Suena el timbre de la puerta.


CONCHITA. ¿A esta hora? ¿Qué habrá́ pasado Eusebio?

EUSEBIO . Ay, Conchita no me pongas más nervioso.

RAMÓN . Yo voy, yo voy a abrir la puerta.

CONCHITA. (A Ramoncito.) Mira por la mirilla primero.

                                    Ramón mira por la mirilla de la puerta.

RAMÓN. (A Conchita.) Es Lola.

CONCHITA. Ábrele, ábrele. ¿Tendrá́ un dolor? Ay, Dios mío.

 

                        Entra Lola.

 

LOLA . ¿Están bien?
CONCHITA. ¿Tu hermana se puso mal?

LOLA. No, no. Vine a ver como estaban.
EUSEBIO. ¿Pero Lola, a esta hora de la madrugada?

LOLA. Es que como estoy pegada puerta con puerta, oí un escándalo que... pensé́ que se estaban matando.

CONCHITA. Es que tuvimos problemas con unas cucarachas.

LOLA. Bueno, el mánager me llamó por teléfono, no sabía bien si el escándalo era de mi casa o de otro lado. Yo les dije que a ustedes les había llegado gente de Cuba. Quedé en averiguar y llamarlo.

CONCHITA. Lola, yo prefiero resolver los problemas de mi casa por mí misma. Si el mánager tiene que hablar algo conmigo, que me llame. Y no te equivoques, porque tenga, aquí, familia de Cuba, no soy una mártir. Los tengo en mi casa de muy buena gana. Así que no vengas a espiarnos, porque el CDR lo deje hace tiempo en Cuba. Y, además, si mi sobrino se fuera ahora de la casa, tú y el mánager se podrían a cuchichear diciendo que yo lo bote. Nunca se queda bien.

LOLA. Conchita, no me trates así que yo solo quise ayudarte.

CONCHITA. Entonces, Lola, no me ayudes.

LOLA. Conchita que me estás hablando a mí, a tu amiga Lola... durante muchos años hemos compartido las buenas y las malas.

CONCHITA. Lola. bien sabes que nunca me ha gustado que me toquen a mi familia de Cuba.

LOLA . Yo siempre lo he dicho. al que le viene gente de Cuba hay que regalarle una camisa de fuerza.

 

Escena 3

 

Teresa y Conchita acaban de llegar de hacer compras. Las dos están en la cocina guardando los víveres y separando lo necesario para preparar la comida de la tarde. Eusebio y Ramón miran un partido de béisbol en la televisión.

 

CONCHITA. Yo soy rapidísima haciendo compras.

TERESA. Cada vez que hago compras me mareo más de lo que me maree en la balsa.

CONCHITA. No sé cómo es que a ustedes no les gusta las tiendas.

TERESA. Nunca habíamos visto tantas cosas juntas, Conchita... hay que acostumbrarse poco a poco.

CONCHITA. Estoy harta de comprar siempre la misma carne.

TERESA. No diga eso que en Cuba la gente llora por uno de esos bistecitos.

CONCHITA. Eusebio y yo nos vamos a partir la dentadura postiza si seguimos comiendo

carne tan barata... y eso sí que es una tragedia porque las prótesis son caras...

TERESA.  Yo siempre creí que lo bueno era lo barato.

CONCHITA. Lo bueno es bueno, pero si además de bueno es barato...

TERESA. Le traje estos chocolaticos a Ramón, a ver si se alegra un poco.

CONCHITA. Si, estar sin trabajo pone triste a cualquiera. Tú has tenido suerte, porque estás ganando bien.

TERESA. Sí. He tenido más suerte de la cuenta, pero es que yo era enfermera en Cuba y esto de bañar viejos en sus casas me ha dado tremendo resultado. Enseguida pude sacar la licencia...

CONCHITA. Teresa, Ramoncito es mi sobrino y yo lo quiero con el alma, pero está muy achantado con eso del trabajo. Hasta cuándo va a estar de aprendiz en el bakery. Si siguiera mis consejos estaría ganando bien con mi cuñado.

TERESA. Es que él tiene la cintura mala y no puede trabajar en la construcción.

COBCHITA. Pero hija, aunque sea por un tiempo. Los hombres ganan muchísimo en la construcción.

TERESA. Bueno, vamos a dejarlo que pruebe en el bakery.

CONCHITA. Es que lleva tres meses sin que le paguen un kilo.

TERESA. Le compré aceitunas, a él le encantan las aceitunas.

CONCHITA. Perdóname, pero no me aguanto más la lengua. Yo te veo trabajar muchas horas al día y también veo que no te das ni un gusto. Mírate ese pelo, esas uñas, pero a Ramoncito le compras ropas caras, cerveza cara... Si lo sigues malcriando así, se va a olvidar de lo que es trabajar.

TERESA. En Cuba él siempre fue muy dispuesto y un buscavida. A mí nunca me faltó nada. Es que él estaba muy pegado a su mamá... adaptarse aquí es muy difícil.

CONCHITA. De su mamá no se va a olvidar de la noche a la mañana. Pero tú te pasas la vida mandándole dinero a mi hermana Berta. Él no pone nada para su mamá...

TERESA. Y no le he podido mandar los zapatos a mi sobrino...

CONCHITA. ¿Ves? Haces todo lo que él te pide y hasta de tu familia te olvidas.

TERESA. No, Conchita. Yo no me olvido de mi familia. Es que no quiero que Ramón se deprima más.

CONCHITA. Cuando gane dinero se le van a acabar todas las tristezas. Nosotros no tuvimos tiempo ni para llorar a gusto. Pero a él no le falta nada, por eso está como está. Si hubiese venido solo, otro gallo cantaría.

TERESA. Nunca le he caído bien, Conchita.

CONCHITA. No lo dije por eso. Aunque es verdad... al principio no te conocía, y hasta tuve celos con Eusebio.

TERESA. Conchita, por favor...
CONCHITA. Es que se ha dado cada caso...

TERESA. ¿Ustedes siempre compran pan cubano?

CONCHITA. Eso no se pregunta.

 

Eusebio y Ramón miran el partido de béisbol. Están tomando cerveza.

Eusebio. ¿Otra?

RAMÓN. Sí. Esta cervecita es muy buena.

EUSEBIO. Uhummm...
RAMÓN. Oye, el juego está muerto.

EUSEBIO. Deja que salga Sammy Sosa...

RAMÓN. (Mira para la cocina para comprobar que Teresa no viene.) Oye, Eusebio. El otro día me pasó una cosa tremenda. La vieja de la panadería quería, de todas maneras, que yo me quedara hasta más tarde porque a esa hora ella bota a todo el mundo ... para sacar las cuentas del negocio.

EUSEBIO. Ten cuidado, creo que esa mujer quiere cuento contigo. Ella es la dueña y te puede botar de ahí cuando quiera.

RAMÓN. ¿De verdad Eusebio?

EUSEBIO. (Preocupado.) Uhummm. ¿Y qué piensas hacer, si esa señora te dice, por lo claro que tú le interesas?

RAMÓN. Está vieja, pero se ve muy bien.

EUSEBIO. No me vengas con el cuento de que te gusta esa momia.

RAMÓN. Teresa esta mil veces mejor, pero la vieja tiene una salsa...

EUSEBIO. Ándate con cuidado que esa señora no es amante de un día.

RAMÓN. Bueno, ya aprendí lo que tenía que aprender… si me bota…

 EUSEBIO. Pero Ramón, si ya aprendiste el oficio ¿por qué́ no buscas contrato en otro bakery? Te vas a complicar con esa mujer.

RAMÓN. Es que ellos me han enseñado...

EUSEBIO. Si, eso siempre se agradece, pero lo extraño es que te hayan enseñado sin que tengan necesidad de otro panadero. Para mí que la mujer te quiere tener ahí por otra cosa.

RAMÓN. Es que me da miedo irme, ya conozco a todo el mundo ahí... la gente me aprecia.

EUSEBIO. Para que tu entres tienen que botar a alguno de los que te ensenó́. No caigas en eso, Ramón.

RAMÓN. Aquí en Miami no hay trabajo en ningún lado. Hay que ponerse un cuchillo en la boca.

EUSEBIO. Pídele una recomendación a Josefa, algo es más que nada. Ya sabes el oficio. Pero ten decencia. No se le quita el trabajo a nadie.

RAMÓN. Ella ha tenido discusiones con Pepe...

EUSEBIO. No es tu problema

RAMÓN. (Encogiéndose de hombros) Lo va a botar de todas maneras.

EUSEBIO. Lo va a botar por ti, ¿no? Te estas metiendo en tremenda candela. Esa señora es de armas tomar. ¿No has visto en la TV la cantidad de crímenes pasionales que hay? Cuando ella vea que tu no dejas a Teresa, te va a descuartizar.

RAMÓN. Entre tú y yo, Eusebio, yo lo que debo hacer es casarme con esa vieja. Tiene muchísima plata. Voy a vivir como un rey. Y cuando estire la pata, me quedo con

todo.
EUSEBIO. No digas eso ni jugando...

RAMÓN. Yo no sé si le gusto de verdad o no. Pero es tremendo partido.

EUSEBIO. ¿Estás pensando, en serio, enredarte con esa mujer?

RAMÓN. Ay, Eusebio, a mí me gusta vivir bien...

EUSEBIO. Tu estas casado con Teresa. Ella está manteniéndote...

RAMÓN. No soporto que Teresa me mantenga.

EUSEBIO. Porque no puede darte los lujos que tu quisieras, sin embargo, te parece buenísimo

que la otra te compre como si fueras una p...

EUSEBIO. Tampoco así, Eusebio. Si tu tuvieras mi edad y mi pinta, seguro que no estarías viviendo en esta pocilga, pasando calor para que el bill de la electricidad no te suba mucho, comiendo carne durísima...

EUSEBIO. No me confundas contigo. Trabajé toda mi vida como un mulo, pero mi vejez es muy tranquila, tengo mi conciencia en paz. Y lo mejor, no le debo nada a nadie.   

RAMÓN. Mira, Eusebio si a la vieja Josefa le gusta la gente joven como yo, que lo pague.

EUSEBIO. Es que no te había entendido bien, tú lo que quieres ser es un chulo de m.…
RAMÓN. Estas muy anticuado para entender eso.

EUSEBIO. (Gritando) ¡Qué bueno porque los antiques valen muchísimo!

RAMÓN. Pero no te pongas así...
EUSEBIO. ¿Anticuado yo? ¿Yo? Sinvergüenza.

RAMÓN. Cálmate, cálmate que nos van a oír.

 

Eusebio se calma un poco.

 

EUSEBIO. Lo menos que quiero es que tu tía se entere del sobrino que tiene.

RAMÓN. Entonces dame otra cervecita, ahí...

EUSEBIO. ¡Que te de otra cerveza, se acabó́! No vas a seguir chuleándome a mí y a tu tía.

RAMÓN. A mí no me hace falta tu cerveza...

EUSEBIO. Pues me alegro. Alla tu tía y tu mujer si quieren seguirte manteniendo.

 

                        Conchita y Teresa vienen de la cocina alarmadas por la discusión

 

CONCHITA. ¿¡ Eusebio. Qué está pasando aquí?!

EUSEBIO. Que este muchacho está muy equivocado de la vida. Si no fuera el hijo de tu hermana Berta, nos hubiésemos enredado aquí mismo a los piñazos.

RAMÓN. Yo no me fajo con viejitos como tú.

EUSEBIO. Yo seré un viejito, pero tú eres un pichoncito esperando a que las mujeres te traigan la comidita. No sé como puedes mirar derecho a Teresa.

RAMÓN. Con tres cervezas y ya estás hablando cáscara.

CONCHITA. !Ya está bueno! Se callan los dos. De ahora en adelante no va a haber

más cerveza en esta casa. Los hombres en cuanto empinan el codo, buscan problemas.

 

            Eusebio y Ramón se callan.

 

TERESA. Recoge tus cosas Ramón que nos vamos.

 

                        Ramón mira a Teresa extrañado.

 

CONCHITA. Eusebio y yo no podemos permitir que vayan por ahí a pasar trabajo.

 

                        Ramón va a hablar, pero Teresa lo calla con un gesto.

 

TERESA. No saben cuánto les agradecemos todo lo que nos han ayudado. Pero es mas

saludable que cojamos nuestro camino. Así evitamos estos problemas.

CONCHITA. Pero es que Ramoncito no tiene trabajo.

TERESA. Él va a trabajar, no se preocupe Conchita.

CONCHITA . ¿Pero cómo se las van a arreglar para la comida? ¿ Dónde dormirán hoy?

TERESA. Nos vamos unos días a la casa de Florinda, mi vecina de Cuba. Ella nos ha brindado, muchas veces, su casa.

RAMÓN. ¿A casa de Florinda? De eso nada. Esa vieja es muy chismosa.

TERESA. No hay peros que valgan, Ramón. Esto que paso hoy aquí, no puede volver a pasar. Así que recoge.

RAMÓN. Contrólate, Teresa, No me estés mandando así.

CONCHITA . Eusebio di algo.¿ Tu no crees que esto es una locura?

EUSEBIO. Uhuuummm.

TERESA. Por el bien de todos. Si es que queremos salvar la buena relación que tenemos, se impone que nos mudemos. Vamos... quiten esas caras. El mundo no se acabó́. Seguiremos visitándonos, ayudándonos. No se sientan culpables. Mejores que ustedes es imposible encontrarlos.

CONCHITA . ¿Y qué le digo a Berta, cuando me llame?

RAMÓN. Yo no me voy para ningún lado.

TERESA. Mira Ramón, te conozco muy bien. Cuántas veces te he dicho que la bebida te hace daño, que te da por fajarte con todo el mundo, pero no haces caso. en cuanto te tomas la primera, no sabes cómo parar. Por el bien de tus tíos, vámonos. Ellos no tienen por qué́ aguantar esto. No soporto verlos peleando.

EUSEBIO. Yo te prometo, Teresa, que esto no volverá a suceder.

TERESA. Eusebio, no me corte el impulso. Mas tarde o más temprano teníamos que dar este paso. Y es mejor a tiempo que tarde.

 

Suena el timbre del teléfono, Conchita contesta.

CONCHITA. Berta, mi hermana... Ay, pero como puedes decir que nos hemos olvidado de ti. Aquí nadie se olvida de Cuba, Berta. Ramoncito... de lo mejor, bueno está consiguiendo trabajo. No, Berta, él tampoco se ha olvidado de ti, no te llama porque está muy ocupado con lo del trabajo. Y también... me dejan sola, Berta, se están mudando. No ha pasado nada mi hermana. Es que quieren casa, son jóvenes... Si, te lo pongo.

 

                        Ramón toma el teléfono.

 

RAMÓN. Vieja... vieja yo no me he olvidado de nadie. No tengo tiempo de escribir. Ah, conseguimos un apartamento lindísimo, con piscina y todo. Bueno, Teresa gana bien. Y yo ahorita estoy ganando una bola de billetes. Vieja, vieja.... Se cayó la comunicación.  Me da una rabia...

EUSEBIO. (A Ramón.) De todas formas, de allá sale más cara la llamada. Cómprate una tarjeta...

RAMÓN. (Molesto con Eusebio.) No te preocupes más, Eusebio. Mira, Teresa, vámonos para casa de Florinda y cuando alquilemos venimos por toda la ropa. Yo tampoco quiero estar más aquí.

CONCHITA. Pero, Ramoncito, mi niño... esta es tu casa.

RAMÓN. No, tía es la casa de ustedes. De Eusebio...

CONCHITA. Y tuya también...

RAMÓN. (Sacando unas ropas del aparador de la sala.) Tía, ya es hora de que tenga un closet o un escaparate.

CONCHITA. Mi casa es pobre, pero te la brindé de corazón, mi niño.

TERESA. Hoy es domingo, todavía es temprano, porqué no damos una vuelta en el carro. Estoy segura de que cerca de aquí tiene que haber un cuartico, alguna cosita que nos sirva. Va a ser como si siguiéramos todos juntos.

 

OSCURO

FIN DEL ACTO II

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

ACTO III

Escena 1

Conchita y Eusebio se preparan para salir.

 

EUSEBIO. ¿Tú crees que nos hayan invitado nada más que por cortesía?

CONCHITA . Ya es hora de que tú y Ramoncito hagan paces.

EUSEBIO . ¿Y si nos invitaron para que les cojamos lastima y les pidamos que vuelvan a vivir

aquí?

CONCHITA. Nos hacemos los chivos locos. ¡Ay, virgencita perdóname los malos pensamientos! ¡Tú sabes que yo llevo a Cuba en mi corazón!

EUSEBIO. Yo tengo la conciencia tranquila, lo que tenía que hacer por Cuba ya lo hice. No quiero a más nadie en mi casa.

CONCHITA. Ni yo tampoco.

EUSEBIO. Oye, Conchi, ahora que estamos solos otra vez... ¡ Nunca me sale el nudo de

la corbata!... te decía que ahora que se fueron...

CONCHITA. (Anudando la corbata. Muy cariñosa )¿ Ahora qué ?...

EUSEBIO. Hace meses que no estamos solitos... y yo quería...

CONCHITA. (Cariñosísima.) Mira que lindo te quedo el nudo de la corbata. Te ves muy bien, Eusebio. ¿Qué me decías, que quieres?...

EUSEBIO. Ay, Conchi, porqué mañana...

CONCHITA. ¿Sí?...

EUSEBIO. ¿ No me fríes el pedacito de salmón que tengo guardado en el congelador? Está escondidito para atrás... no lo iba a sacar delante de tu sobrino... con lo caro que cuesta el salmón...

CONCHITA. (Disgustada.) Nada más que piensas en comer, por eso tienes esa barriga tan indecente.

EUSEBIO. Ya, ya, ya... mañana me frio el salmón y me lo como solo. No te voy a dar nada.

Estoy cansado de tus desprecios. ¡Caro que me costó el pedacito...! ¿Pega esta esta camisa con este pantalón?

CONCHITA. ¿Y de cuando acá tú has sido tan presumido?

EUSEBIO. Siempre te quejas porque me visto feo o ridículo. Y ahora te pido una opinión...

CONCHITA. Te salvas porque Teresa es una muchacha seria que jamás se fijaría en ti.

EUSEBIO. Uhuuummm.

CONCHITA. Nada de uhumm, bien zorro que me has salido. Mucha combinación porque vas a ver a Teresa.

EUSEBIO. Estoy tan preocupado por ella. Ramón anda por la calle del medio.

CONCHITA. En boca cerrada no entran moscas, Eusebio. Pero nunca me imaginé que Ramoncito se vendiera a una mujer mayor por tener trabajo.

EUSEBIO. ¿Por tener trabajo? Por tener dinero.
CONCHITA. En definitiva, entre marido y mujer nadie se debe meter.

EUSEBIO. Si señor.

CONCHITA. Acuérdate del flan que tengo en el congelador, soy capaz de irme sin llevarlo.

EUSEBIO. Uhuuumm.
CONCHITA. Última vez que hago flan.

EUSEBIO. Siempre te lo digo, gastas más haciéndolo que comprándolo. Espera el bill de la corriente, ya tu verás.

CONCHITA. Es que me da un orgullo decir que lo hice. Creo que es lo único que

verdaderamente me queda bien.

EUSEBIO. Arréglate la pintura de labios que pareces un payaso.

CONCHITA. Payaso pareces tú.

EUSEBIO. Eso lo se hace tiempo, pero arréglate la pintura.

CONCHITA. Dame los espejuelos.

EUSEBIO. Toma.

CONCHITA. (Se mira al espejo con los espejuelos.) ¡Ay, que horrorosa estoy! ¿Por qué́

no me lo dijiste antes?, seguro que para burlarte de mí.

EUSEBIO. Pero si te lo dije antes de salir.

CONCHITA. (Mira a Eusebio.) Qué bien veo con los espejuelos. Mira como tienes los pelos

de la nariz. Alcánzame la tijerita...

EUSEBIO. Mas nunca nos vamos de aquí. Cuando regresemos me cortas todos los pelos

que tú quieras.

CONCHITA. Oye, Eusebio, mira que la vejez es fea.

EUSEBIO. Uhuuummm.

 

                        Suena el timbre de la puerta.

 

CONCHITA. Abre, Eusebio que esa debe de ser Lola. Que puntual esta hoy. Le dijimos que a

las tres y faltan cinco minutos todavía.

 

EUSEBIO. Está loca por ver donde viven Ramón y Teresa para después darle a la lengua.

OSCURO

 

Escena 2

Ramón y Teresa esperan la visita de los tíos en su pequeño estudio.

 

RAMÓN. Y amenazó con que traía un flan.

TERESA. Ay, Ramón, esa es su forma de halagarnos

RAMÓN. Es que los flanes de tía no hay quien se los zumbe.

TERESA. Yo lo sé, pero mucho que se lo hemos celebrado.

TERESA. Habrá que resignarse.

RAMÓN. Y seguir celebrándoselo. Si me hubieras dejado comprar unas cervezas, la podríamos pasar mejor.

TERESA. Mientras tu y Eusebio estén juntos no puede haber cerveza. No quiero ni acordarme de la última discusión.

RAMÓN. Así es la vida, pero mira lo bien que estoy ahora. Ganando mucho dinero en la dulcería, vivo independiente.

TERESA. Y te estas olvidando mucho de tu mujer, porque cada día llegas más tarde.

RAMÓN. No hay quien te entienda, si no tengo trabajo, porque soy un vago y si trabajo mucho, porque abandono a mi mujer...

TERESA. Ese es el problema. que todavía no has encontrado el punto medio. Ningún extremo es bueno... pero vamos a dejarlo ahí que tus tíos están al llegar y nadie tiene por qué́ agobiarse con problemas ajenos.

 

                        Tocan a la puerta.


RAMÓN. Yo abro.
EUSEBIO. Hola.
CONCHITA. ¡Ramoncito...mi niño!

LOLA . Pero que cute tienen todo...

CONCHITA. Lalita está al llegar.

RAMÓN. Lo dudo.

EUSEBIO. Yo también, pero eso fue lo que dijo.

TERESA . ¡Qué bueno verlos aquí!... estamos un poco aburridos tan solos.

CONCHITA.(Extendiendo el flan.) Esto es para ustedes.

RAMÓN. Tu nunca te olvidas de mi tía. Un flan igualito que el que hace mi mamá.

TERESA. Espérense, déjeme salir, para que ustedes puedan pasar.

CONCHITA. ¿Cómo es eso?

RAMÓN. Es que hay muy poco espacio, pero cuando ustedes entren, ella cabe, como es la más flaquita.

LOLA. Ay, que romántico esto es un verdadero nidito para dos.

TERESA. Ustedes ni se imaginan como me gusta mi rinconcito. Chiquito, pero nuestro.

 

Teresa sale, la visita entra. Luego entra Teresa.

 

RAMÓN. Bueno, ahora vamos a tratar de cerrar la puerta para que no se nos vaya el aire acondicionado. Aguanten la respiración.

TERESA. (Cierra la puerta.) Respiren.

CONCHITA. Que alivio.

LOLA. Pensé́ traerles un regalo para la casa, pero no sabía bien qué les podía convenir. El otro día vi en el pulguero un cuadro precioso con dos flamencos, igualito a uno que yo tuve en Cuba.

TERESA. No, muchas gracias... nosotros.

RAMÓN. Aquí no cabe ni un alpiste más.
CONCHITA. Ten cuidado Eusebio que tienes el zapato derecho encima de mi juanete.
EUSEBIO. Y dónde lo pongo. Bueno, cruzo el pie.

LOLA. Pero yo creo que el cuadro de los flamencos puede verse bien en esa pared.

CONCHITA. Cuidado, Lola, ¡no abras los brazos que vas a tumbar ese adorno!

LOLA. ¿Y cuánto pagan aquí, si se puede saber?

EUSEBIO. ¿Usted es inspectora de propiedades, Lola?

CONCHITA . Eusebio…
EUSEBIO . Uhummm.

LOLA. No sea chistoso, Eusebio.
TERESA. Lo que se paga hoy en día por un lugar así.

EUSEBIO. Los dueños les han perdido el respeto a los alquileres.

CONCHITA. ¿Y dónde duermen? ¿En ese sofá́?

RAMÓN. Si, tía, es un sofá́ cama.

CONCHITA. En los viejos tiempos Eusebio y yo dormíamos en una camita personal. Ahora si no es una king, no pegamos un ojo.

EUSEBIO. Es que antes estabas delgadita y ahora...

CONCHITA. Y tú que pareces un globo.
TERESA. Voy a hacer un cafecito.

LOLA. Si tienes que pasar por encima de todos, es mejor que no hagas el café́. Te lo agradecemos.

 

 Tocan a la puerta.

 

TODOS. ¡Lalita!

 

                        Teresa abre la puerta y Lalita asoma la cabeza.


LALITA . ¡ Esto parece una lata de sardinas!

RAMÓN. A la verdad que me imaginé que no vendrías. Desde que llegué no te he visto más.

LALITA. Mucho trabajo. Pero estoy aquí.

RAMÓN. Es que hace diez meses que yo llegué. Pasaste aquel día por la casa de tía y si te he visto no me acuerdo.

TERESA. Estas en tu casa. ¿Queda muy lejos de donde tu vives?

LALITA. A una hora.

CONCHITA. No vas a poder entrar, Lalita.
LALITA. Vine para invitarlos a todos a La Carreta.

 

                        Eusebio y Lola se levantan de inmediato.

 

CONCHITA. ¿Y qué santo se cayó́ del cielo?

LALITA. Los niños y mi marido están de pesca. Tengo todo el día para mí. A los niños no les gusta la comida cubana, así que voy a aprovechar. Además, en la Carreta vamos a poder conversar con más amplitud.

TERESA. Como quieran.

RAMONCITO. A mí me da igual.
LALITA. Estoy haciendo una investigación sobre los balseros y quiero empezar por

entrevistarlos a ustedes.

RAMÓN. Yo siempre estoy dispuesto para ayudarte en lo que sea, mi prima.
LALITA. Es tan interesante todo lo que pasa con Cuba.
CONCHITA. ¡Por Dios, Lalita! ¡Estás mirando a tus primos como si fuesen monos de

laboratorio!

LALITA. No empieces, mamá. Los cubanos tenemos que encontrar una solución a todos

nuestros problemas y para eso tenemos que analizarlos.

TERESA. Mejor vamos caminando. Y por favor, no más discusiones.

CONCHITA. Ay, Lalita, el problema radica en que cada cubano es un mundo... y tú estás muy alejada del cubaneo de Miami. Así no vas a poder entender nada.

TERESA. Y tampoco has ido a Cuba. Sin esa vivencia, no vas a entendernos.

RAMÓN. Empieza por acordarte de la casa de abuela u no huyas de la familia...

           

            Salen conversando. Teresa cierra la puerta.

 

Escena 3

 

En el estudio de Teresa y Ramón. Ellos se preparan para salir a trabajar en la mañana.

 

TERESA. Llegaste anoche a las tres de la mañana, después que saliste antier por la madrugada de esta casa.

RAMÓN. No pelees, Teresa.

TERESA. Nada más que has venido a cambiarte de ropa y todavía me pides que no pelee.

RAMÓN. Estoy trabajando y punto.

TERESA. La dulcería no está́ abierta las veinticuatro horas.

RAMÓN. Cuando terminé ayer, fui a casa de Josefa, la dueña, para pintarle el apartamento de la playa y terminé ahorita mismo.

TERESA. ¿Y no me pudiste llamar en todo este tiempo?

RAMÓN. No tuve ni un momento.

TERESA. Te llamé como una loca a la dulcería y nadie sabía de ti.

RAMÓN. Yo no tengo que darle cuentas a la gente.

TERESA. Creo que lo más natural es que me haya preocupado por ti.

RAMÓN. No te preocupes tanto por mí. Toma, aquí́ tienes trescientos pesos para la casa.

TERESA.¿Y crees que con dinero se resuelve todo?

RAMÓN. Antes, porque no ganaba dinero y ahora porque lo gano.

TERESA. Tu no me puedes hacer esto Ramón. No hace un año que estamos en este país
y te has olvidado de quien eras en Cuba.

RAMÓN. Yo no me he olvidado de nada de Cuba.

TERESA. Pero si ya no te interesa ni tu mamá. Te llamó anoche, está preocupadísima por ti, tuve que decirle mentiras. Ella quiere hablar contigo, parece que es algo importante. No me lo quiso decir a mí. Tú sabes cómo es ella. Ramón, despierta, nosotros siempre nos llevamos bien en Cuba...¿ no te acuerdas de...?

RAMÓN. Estoy muy cansado, Teresa...

TERESA. ¿Ves? ¿Ves cómo has cambiado? Es como si ya no fueras mi marido.

RAMÓN. ¿Que ya no soy tu marido? Entonces estás pensando en otro.

TERESA. Yo no fui la que llegó a las tres de la mañana.

RAMÓN. No te alteres, no.... que tu cabecita tampoco está muy clara. ¿Cuánto tiempo hace que no llames a tu sobrino, a tu familia? Dime... también te olvidaste de Cuba. Además, mientras yo traiga dinero a esta casa no tengo que darte cuentas de nada.

TERESA. Eso es una falta de respeto tuya.

RAMÓN. Tómalo como quieras.

TERESA. No te soporto.

RAMÓN. Ahí tienes la puerta.

TERESA. ¿La puerta? Yo pago aquí como tú. Y es esto se alquiló con mis ahorros, así que si alguien tiene derecho soy yo.

RAMÓN. Pues de aquí no me voy.

TERESA. Tú estás ganando bastante ahora, puedes alquilar en otro lugar.

RAMÓN. Te sientes muy segura de ti, ¿verdad? Ya no necesitas nada mío.

TERESA. Jamás estuve contigo por nada material.

RAMÓN. Mucha hambre que te maté en Cuba.

TERESA. Te lo devolví́ en Miami, Ramón ¿Cómo puedes ser tan bajo de sacarme en cara lo que un día hiciste por mí? Si el amor se va, por lo menos debemos conservar la decencia. No te reconozco.

RAMÓN. Ni un insulto más. Se acabó.

TERESA . Si, se acabó́. Recoge tus cosas y vete.

RAMÓN . Cuando me dé la gana.

 

Ramón sale dando un portazo muy fuerte. Teresa se sienta.

TERESA . (Mirando el reloj.) ¡¿Las ocho y media?!... Se me hace tarde. (Sale.)

 

Escena 4

 

Conchita y Teresa esperan en el apartamento de Hialeah.

 

CONCHITA. Ni te preocupes, como está mi Ford, no tendrás problemas en el examen.

TERESA. Tengo tanto miedo de que los nervios me traicionen.

CONCHITA . Yo tuve que hacer este examen de la licencia, dieciséis veces. Tenía terror

de manejar, pero al fin lo saqué.

TERESA. Es que me hace tanta falta tener carro.

CONCHITA. Yo no sé cómo puedes trabajar tanto y en bus.
TERESA. Yo tampoco lo sé.

CONCHITA. Con mi Ford te va a ir muy bien. Solo tienes que acordarte de pisar bien
el freno; mira que no coje, si no vas hasta el fondo.

TERESA. Anjá.

CONCHITA. Y esta un poquito acelerado, pero eso no le hace.

TERESA. Claro.

CONCHITA. ¿Cuántos días hace que Ramoncito no va a dormir a la casa?

TERESA. Quince.

CONCHITA. Cuando regrese lo vas a estar esperando en un carro nuevo, manejando. Se va a

caer de fondillo.

TERESA. Yo no creo que regrese. Tampoco yo quiero que regrese.

CONCHITA. Qué pena... a uno le duele cuando las parejas se separan.

TERESA. Si. Uno mira a los demás y piensa que nunca le va a tocar en carne propia.

CONCHITA. Como se demora Eusebio. Yo no sé para qué lo dejé cambiarle el acumulador
al Ford. Debí llevarlo al taller.

TERESA. Pobrecito, Conchita. Él quería que ahorraras dinero. La batería te costó́ bien cara. Me da pena por ustedes. Todo lo han hecho para que yo tenga un carro en que examinarme.

CONCHITA. Te lo mereces. A uno le da gusto ayudar a la gente luchadora como tú.

TERESA. Tengo tanto que agradecerles. Estoy sola, sin familia en este país. Ramón era toda mi parentela y se fue.

CONCHITA. No digas que estás sola. Nos tienes a nosotros.

TERESA. Si no fuera por eso.

CONCHITA. Teresa, en este país, el tiempo pasa volando, ya verás que en unos meses te habrás olvidado de todos estos sinsabores.

TERESA. Hay veces que pienso que lo mejor sería mudarme para otro estado.

CONCHITA. Vas a estar mucho más sola.

TERESA. Siento que me molesta vivir en la misma ciudad que Ramón. Es como una

tentación de querer salirlo a buscar.

CONCHITA . No lo hagas.

TERESA . No. No lo haré jamás.

CONCHITA . Y Eusebio no termina. ¿No se dará́ cuenta de que tu nada más que tienes el día de

hoy para hacer el examen?

TERESA . Y tuve que pedirlo en la compañía con una semana de antelación. Pero no se

ponga nerviosa, todo va a salir bien.

CONCHITA. ¿Tienes claras todas las señales del tránsito. ¿No quieres repasarlas?

TERESA. Nunca me dio buen resultado revisar los libros antes del examen.

CONCHITA. Okay.


Entra Eusebio todo agotado.

 

EUSEBIO. Ya está listo.

CONCHITA . ¿Funciona?

EUSEBIO. Si. Terminé empujándolo hasta el taller de la esquina. No te preocupes que yo pagué todo.

TERESA. Cuánto lo siento.
EUSEBIO. Nada, nada de eso. Lo importante es que

el carro esté bien para que puedas hacer la prueba de la licencia. Voy a bañarme para acompañarlas. Eso sí, ten cuidado con la dirección del carro que no está́ muy buena.

CONCHITA. Apúrate, Eusebio.

EUSEBIO. Uhuuummm.

 

Escena 5

 

Teresa abre la puerta del estudio y se encuentra con Ramón que está escribiendo una nota. Ramón tiene todas sus pertenencias recogidas.  

TERESA. Te ibas sin esperarme.

RAMÓN. Como te demorabas.¿ Aprobaste el examen?

TERESA. Sí. Hace muchos días que no pasabas por aquí. Déjame ver que me escribiste.

RAMÓN. Para qué, yo no soy bueno escribiendo. Y estamos frente a frente.

TERESA. Me voy a sentar para escucharte mejor.

RAMÓN. Realmente no tengo mucho que decir.

TERESA. Soy toda oídos.
RAMÓN. Me alegro de que ya tengas la licencia.

TERESA. ¿Y?
RAMÓN. Me voy, Teresa.
TERESA. ¿Solo o acompañado?

RAMÓN. Eso no importa mucho.

TERESA. A mi si me importa.

RAMÓN. ¿Por qué́?

TERESA. Porque siempre me ha importado lo tuyo.

RAMÓN. Ya no te tiene que importar.

TERESA. Está bien, pero por tus evasivas me doy cuenta de que te vas acompañado.

RAMÓN. Hace tiempo que no estamos bien, Teresa.

TERESA. Sí. Este país logró separarnos.

RAMÓN. No es el país, fuimos nosotros mismos.

TERESA. Si, tú has cambiado, y yo también he cambiado. En Cuba tú eras el fuerte, aquí, yo me convertí́ en el sostén y no pudiste aguantarlo.

RAMÓN. En Cuba el dinero es importante, pero aquí lo es mucho más. Nadie te respeta si no tienes dinero. Solo el dinero es éxito. Lo otro es ser un perdedor. A mí no me gusta ser un perdedor.

TERESA. Lo sé. A nadie le gusta.

RAMÓN. Cuando tenga mucho dinero te voy a venir a buscar.

TERESA. No, Ramón. No me busques más nunca. Siento que te quiero tanto que me duele hablar de dinero.

 RAMÓN. Yo también te quiero.

TERESA. Si me quisieras te quedarías para luchar a mi lado.

RAMÓN. Hay veces que me arrepiento de todo, pero tengo tantos compromisos.

TERESA. Siempre me conmueves. Me imagino los apuros que debes de estar pasando. No te ves feliz. Pero en definitiva eso fue lo que escogiste.

RAMÓN. Tu siempre lo sabes todo.
TERESA. Te conozco demasiado.
RAMÓN. Nunca va a ser igual que contigo.

TERESA. No te esfuerces por quedar bien. Estás tirando por la borda diez años de matrimonio Cuando lleves tiempo con ella, te sentirás más seguro, y serás feliz. Supongo. De verdad te deseo lo mejor. En los últimos tiempos tenía que trabajar tanto que apenas nos veíamos. Eso pasa.

RAMÓN. Ya no nos llevábamos bien.

TERESA. No te sientas mal. Las relaciones son de a dos y tú ya no tienes el corazón aquí.

RAMÓN. ¿Qué vas a hacer?

TERESA. No tengo la menor idea. Trabajar, venir por las tardes aquí.

RAMÓN. Entonces no te piensas mudar.

TERESA. ¿Para qué? Los lugares son independientes de las personas. Pero no te preocupes que me pondré́ bien.

RAMÓN. Claro, claro.

TERESA. ¿Si no te molesta me das las llaves?

RAMÓN. Si. Claro. Toma.

TERESA. Te acuerdas de cuando llevamos la balsa escondida en el camión de Roberto hasta la costa. Por poco nos para la policía. Y cuando se hizo de noche, ¿te acuerdas del pánico que nos entró́?

RAMÓN. Olvídate del pasado. Olvídate de Cuba. Teresa. No mires hacia atrás. Adiós, Teresa.

RAMÓN. Adiós, Ramón.

Ramón sale con su maletín en la mano. Teresa mira todo a su alrededor y comienza a caminar en círculo por el estudio.

TERESA. ¡Qué vacío y grande se ve este estudio ahora!

 

Escena 6

 

Conchita y Eusebio en el apartamento de Hialeah.

 

CONCHITA. No le vamos a decir nada a Lalita.
EUSEBIO. Tremenda sorpresa que se va a llevar.

CONCHITA. Me parece mentira que hayamos podido pagarlo todo.

EUSEBIO. Da tanta tranquilidad saber que tendremos por lo menos lo elemental.

CONCHITA. Si. La caja, el hueco, el servicio de funeraria y las flores.

EUSEBIO. Lalita se va a quedar con la boca abierta cuando llegue el momento.

CONCHITA. Menos mal, porque si fuera por ella, nos quemaba y nos echaba al viento. Yo no le encuentro nada de romántico a eso. ¿Y qué arreglo floral tu escogiste por fin?-

EUSEBIO. El de las rosas rojas.

CONCHITA. ¡Quién ha visto eso Eusebio, a los muertos no se le ponen flores rojas!

EUSEBIO. Lo dijiste. a los muertos. Yo seré́ el muerto y me estoy pagando las flores, así que serán como me dé la gana.

CONCHITA. Alla tu. Hasta después de muerto estarás haciendo el ridículo.

 

                        Tocan a la puerta. Es Lola

LOLA. Felicidades a los dos por lo de la funeraria.

EUSEBIO . Estamos contentísimos.

CONCHITA. Gracias, mi amiga. ¿Y lo tuyo qué?

LOLA. Todavía. Yo empecé́ con ustedes, pero me atrasé́ en unos pagos. Así que todavía.

CONCHITA. Bueno no te preocupes que ya lo tendrás.

LOLA . ¿Supieron de Teresa?
EUSEBIO. Nos llamó́. Tuvo una niña.

LOLA . Con el frio que debe de estar haciendo por allá́ arriba.

CONCHITA. Bueno, Lola, en Nueva York hay calefacción

LOLA . Si claro. ¡Qué bueno que le ha ido bien!

EUSEBIO. Ese americano le ha salido buenísimo.

CONCHITA. Se ve bastante feúcho el pobre, ojalá que la niña se parezca a ella.

LOLA . Esa muchacha se merecía un poco de felicidad. Tan buena...

EUSEBIO. Y bonita.

CONCHITA. El que está perdido es Ramoncito. Vive en Miami y nunca pasa por aquí.

EUSEBIO. A ese sí que le pega la mujer. Anda amarrado cortico. Él tiene que andar

siempre con ella, como si fuera un perrito. Se lo buscó.

CONCHITA. Imagínate, Lola. Ella está mucho más vieja que él y de contra es celosa. Lo tiene amenazado con denunciarlo a la policía por tráfico... de lo que tú sabes. Después que ella lo metió́ en eso. A la muy viva no le pueden probar nada. Esa sabe nadar y guardar la ropa.

LOLA . Qué barbaridad.

EUSEBIO. Lo que más me interesa que diga por ahí, Lola, es que mis nietos Jimmy y Stephanie están aprendiendo español.

LOLA. Que diga ¿por dónde?
EUSEBIO. Que le diga a los vecinos...

CONCHITA. Eusebio, no mortifiques más a Lola.

EUSEBIO. Uhummmm.

LOLA. Yo no sé quién le ha dicho a usted que soy una chismosa.

CONCHITA. Mejor dejen la discusión.

LOLA. ¿Y cómo está tu hermana??

CONCHITA. Ya se le está pasando la bronquitis.

LOLA. Pero ¿es verdad que Lalita va a Cuba?

EUSEBIO. Tú ves, Conchita, ¡tú ves que esta mujer se entera de todo!

LOLA. No se ponga así, Eusebio. Yo quiero a Lalita como si fuese mi hija y me preocupo por ella.

CONCHITA. Si. Lalita va a Cuba. Quiere terminar su investigación.

LOLA. Jesús, María y José́.¿ Y tú se lo vas a permitir Lola?

CONCHITA. Que voy a hacer. Ella es mayor de edad. Además, ya no me importa mucho nada de Cuba. Nada es igual que como uno lo dejó. Mira a mi sobrino, cuando me fui era tan chiquitico y cuando llegó, me di cuenta de que era un idiota. Tengo mejores relaciones con Teresa, que no es de mi familia, que con él. Cuba, es nuestro pasado, el presente está aquí y el futuro en el hueco que me compré. Qué más me da que Lalita vaya o no a Cuba.

 

                        Suena el timbre del teléfono.

 

CONCHITA. Aló. Si, un recado... ¿de parte de mi hermana Berta?

EUSEBIO. ¡Otra vez de Cuba!

LOLA. No se vive para pagar teléfono.

CONCHITA. Dígame, dígame. Que Berta viene en una balsa... con la cotorra Jacinta y el perro Pancho? Oiga, oiga. Por supuesto que yo respondo por mi hermana. Si, es que Ramoncito, el hijo de ella, está pasando un momento malo, por eso no la llama. Le agradezco que me dé el recado. Yo estaré́ al tanto de todo. (Cuelga el teléfono.) ¡Ay, virgencita de la Caridad, protege a mi hermana!

LOLA. Ahora van a tener que empezar a pagar la funeraria de Berta. ¡Es que nunca se termina con Cuba!

EUSEBIO. Uhummmm.

CONCHITA. Mi hermana Berta viene. Para mi será tan bueno que Berta esté aquí. Mi hermana, cuánto tiempo sin verla. Se va a poner tan contenta de dormir en el sofá de la sala. (Va cayendo el telón.) Nos vamos a divertir tanto recordando cosas de cuando éramos niñas.... Cosas de allá, de Cubita la bella…

  FIN

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Carmen Duarte (La Habana, 1959). Dramaturga y narradora. Doctora en  Estudios Comparados por Florida Atlantic University. Obtiene una maestría en Español en Florida Atlantic University (2016) y una licenciatura en Artes Escénicas en el Instituto Superior de Arte de Cuba (1982). Varias de sus piezas teatrales, se encuentran publicadas bajo el título, ¿Cuánto me das marinero? (Editorial Letras Cubanas. Colección Pinos Nuevos, 1994). Desde 1993 reside en Miami, donde ha escrito las novelas Hasta la vuelta (Plaza Mayor, 2001), La danza de los abanicos (Egales, 2006), Donde empieza y acaba el mundo (Aduana Vieja, 2014), El inevitable rumbo de la brújula (Aduana Vieja, 2016) y El barco que nos llevó a la guerra de Angola (Aduana Vieja, 2022). En el 2021 publica el libro de investigación Etnia, raza y sexualidad en la dramaturgia hispano-caribeña en los Estados Unidos, seleccionado Medalla de plata en Florida Book Awards 2021 en la categoría de Lengua Española. En Estados Unidos escribió la radionovela Ausencia quiere decir olvido (1998), convertida más tarde en pieza teatral y también el monólogo El adiós de Alejandra Sol (2003). En Miami ha trabajado como periodista y productora de radio y televisión. 

 

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