Canto a la Isla amada y otros poemas
OSMÁN AVILÉS
Canto a la Isla Amada
I
Voy por este camino
donde el dolor y el presagio
es el mismo de ayer,
cuando cruzaban los menceyes
trayendo a sus cautivos.
Todo parece tan ajeno,
pero no doy por descontados los hechos
ni el destino adonde vuelven mis pasos.
Retomo la brecha ancestral,
me reconcilio con sus lamentos.
II
Una vez caminé hacia arriba
guiado por el llanto de una mujer.
Ella y yo buscábamos
menguar la tristeza,
irrumpir la escena
con el vibrante azul,
pero cada uno imaginó la felicidad
de una manera distinta:
ella sopló la incertidumbre;
yo, la brújula y los símbolos.
III
Una vez caminé hacia arriba
y en vano subí a esas alturas,
a lo impuro en el espejo,
esa imagen cuarteada por los años.
Ante las gotas de lluvia
y la lamentación de aquella mujer,
el péndulo en mis sentidos
marcaba la sedición.
Alguien va a perdonarnos la estrechez,
pensé frente a la santidad de un fraile.
IV
Como marinero
me enamoraba del perenne salitre,
golpeando mi rostro;
me enamoré del vaivén de las olas
y la brasa del sol.
En el Puerto,
el retorno era consolación
y la encrucijada,
permanecer en el bajel,
esas ondas de mi ser en el mar.
V
Como marinero,
toda tribulación
se sumergió en el océano
y vi perderse
un vuelo de gaviotas sonoras,
agitarse en la profundidad.
Cerca de la Caleta,
mis pupilas encallaron
en el amanecer,
puro destello transmarino.
VI
Ser zahorí en la ribera de Hatuey
es esa cuestión de percibir
el óxido del mar
y la gravidez del estuario.
Pero desde el interior de las siete islas
las aguas subterráneas
son una sospecha
ese instinto de remover la tierra,
las rocas del barranco
por donde brote la esperanza.
VII
Ser zahorí es esa cuestión
de reconocer a Castalia,
de ponerla al descubierto.
La pareja de amantes
eleva una petición a la Virgen.
En la cruz permanece lo presentido
como fondo donde hundo las manos
y brota libre el agua,
el aire contagioso de un desfiladero,
los versos que emergen del alabastro.
VIII
Escucho el sonido de una trompeta,
vítores que anuncian
la presencia de la fuente.
Rambla adentro,
el sonido es más vibrante,
como un temblor
que sacude su hondura,
ese temor de anunciarse
bajo una extraña intuición,
su espesor en el estruendo.
IX
Escucho la tonada del asombro,
armonizando su riqueza,
testimonio para los elegidos
que hunden su mirada en sí mismos.
Ellos y yo viajamos a lo profundo,
a ascender con las palabras...
Cada uno es un náufrago,
tejiendo el verso hirsuto,
ese tono lánguido
que saliva en mis labios un olor a sal.
X
Voy otra vez por este camino.
Un tropel de ensoñaciones
me acerca al Mirador,
ese resquicio
donde invoco al poema,
los minerales para descifrarlo.
Voy hacia su cuerpo inmóvil,
un Canto a la Isla Amada
para insertarme -al fin-
con mi barbecho.
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Osmán Avilés (La Habana, 1979). Pedagogo, poeta y escritor cubano americano. Estudió una maestría en Artes con concentración en Estudios Hispánicos por la Universidad de Puerto Rico. Es autor de varios libros publicados, entre los cuales se mencionan Los extraños monzones y Serafina Núñez: la verdad amaneciendo, en el género ensayo. Además, los títulos La persistencia de los fragmentos e Interpelaciones pertenecen al género poesía. Entre sus premios se destacan el 3er Premio en el IV Coloquio “…en el Jardín” 2002, Premio de ensayo Luis Rogelio Nogueras 2010 y Premio Ricardo Alegría de la Academia Puertorriqueña de la Lengua 2022. Actualmente se dedica a la docencia y lleva a su cargo el canal de youtube (@osmanaviles), donde realiza análisis de textos poéticos.