Cuando un amigo se va
TERESA FERNÁNDEZ SONEIRA
Recordando a Juan Manuel Salvat
“La Librería Universal fue un tremendo esfuerzo por difundir lo cubano y mantenerlo en el alma de todos; por defender esa Cuba eterna. Lo hice y lo hago todo por Cristo y por Cuba, las razones principales de mi labor, además de luchar por y con mi familia”. Juan M. Salvat, verano de 2014
Se me ha ido un gran amigo y hoy lo lloro. Era un hombre íntegro; un buen hombre. Se que ha ido para un lugar mucho mejor, donde ya no hay dolor ni sufrimiento, y sé que estará junto a Dios. Pero lo echo de menos luego de tantos años de amistad. Era como mi hermano mayor; el que nunca tuve. Siempre estaba alentándome a seguir. Me aconsejaba, atento a mis trabajos literarios, mis situaciones de salud y a mis futuros proyectos. Nuestra fe cristiana nos unía, y ya ese era el ingrediente indispensable para una legítima amistad. Dios, la familia, el prójimo y Cuba eran los puntales desde los que gravitaba su vida. Él decía que, debido a sus dificultades de salud, “en cualquier momento el Jefe y Maestro me llamará al segundo piso, pero mientras tanto hay que seguir”. Y así fue. Manolo siguió hasta el final, hasta el último día. Fue una vida laboriosa que nos enriqueció a todos, y hoy le quiero hacer este tributo.
Su niñez y juventud en Sagua La Grande
Juan Manuel Salvat había nacido en Sagua la Grande, Las Villas, en 1940, “una ciudad que quiero tremendamente y vivo enamorado de ella”, le confiaba Manolo a su amigo Alberto Muller en una entrevista de televisión. Hijo de padres cubanos, Manuel Salvat Martínez y Consuelo Roque Olivé quienes tenían bisabuelos catalanes, la familia llevaba viviendo y creciendo en Cuba desde tiempos remotos, por lo que ya todos eran cubanos de verdad. El matrimonio tuvo tres hijos: Juan Manuel, Teresita y Gabriel. Con orgullo Manolo siempre decía que el kínder y el primer grado los había cursado con las religiosas del Colegio Apostolado, donde yo también me había educado, pero en La Habana. Como a partir del segundo grado el Apostolado era solo para niñas, a Manolo lo matricularon en el Colegio Sagrado Corazón de Jesús de los jesuitas, y la segunda enseñanza la cursó en el Instituto de Segunda Enseñanza de esa ciudad. En 1957 se mudó para la capital para estudiar derecho y ciencias sociales en la Universidad de La Habana. Pero al estar cerrada la universidad en aquellos momentos por los acontecimientos del ataque a Palacio del 13 de marzo, y como medida represiva del gobierno de Batista, se matriculó en la Universidad de los Hermanos de La Salle que acababa de ser inaugurada, y ya en 1959, cuando abre de nuevo la Universidad de La Habana, se matricula en la Facultad de Derecho.
Salvat, el patriota
En Sagua, Salvat había asistido a algunas conferencias sobre marxismo y eso fue determinante en su formación, su pensamiento, y en sus experiencias futuras. En esa época de estudiante Manolo recuerda el primer discurso de Fidel Castro que la gente había escuchado muy entusiasmada, pero que a él no le había gustado nada. Pensaba en aquellos cursos sobre marxismo, luego analizaba los discursos de Castro, y estos le sonaban a pura izquierda.
En la Universidad, un grupo de estudiantes católicos decidió comenzar a publicar el periódico Trinchera. Cuando se llevaron a cabo las elecciones de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), a las que Manolo aspiraba a ser vicesecretario del grupo y que pudo ganar, también empezaron a publicar otro periódico llamado Manicato que era un término taíno que significa una persona esforzada y valiente. Con esto y otras cosas más intentaron contrarrestar a los comunistas que cada vez estaban más fuertes dentro de la Universidad. Manolo se lo comentaba al periodista Jesús Angulo en el 2012[i]:
“Nuestra generación tuvo que enfrentarse a una realidad tremenda, para la edad nuestra de 17, 18 y 19 años cuando llega la Revolución al poder. Fue un cambio de la democracia a la implantación de un sistema comunista dirigido por un ególatra para hacer lo que él quería con el destino cubano. Éramos de la generación de los principios cristianos, y con ese pensamiento tuvimos conciencia de que aquello iba hacia el comunismo. Queríamos la libertad para Cuba y que todo se hiciera con justicia. Estábamos también contra la dictadura de Batista porque esta era una opresión a la libertad”.
El gobierno cubano se inclinaba hacia el área de los países comunistas y era riesgoso oponerse a aquella iniciativa de Castro. Fue el 5 de Febrero de 1960 cuando el gobierno de Cuba invitó al viceprimer ministro de la Unión Soviética, Anastas Mikoyán, a venir a la isla. Entre las actividades programadas estaba que Mikoyán colocara una ofrenda floral ante la estatua del Apóstol José Martí en el Parque Central. Pero esta ofrenda tenía la imagen de la hoz y del martillo. Un grupo de jóvenes estudiantes, entre ellos Manolo Salvat, entendieron que aquello era una ofensa a Martí y a su diaria lucha por la libertad y por la democracia. Los jóvenes respondieron con una protesta, la primera organizada contra el castrismo en Cuba, en la que unos 50 miembros de la Directorio Revolucionario Estudiantil (DRE) y otros estudiantes universitarios, irían al Parque Central con una corona que mostraba la bandera cubana. “Aquel suceso del Parque Central fue definitivo, y la policía nos golpeaba por decir ¡Viva Cuba Libre!”. “Después nos gritaban ¡Paredón!”, recuerda Salvat.
Alberto Müller también informa al Diario de Cuba[ii] sobre lo sucedido aquel día: “Fuimos los primeros expulsados de la Universidad de La Habana bajo el comunismo. Los organizadores fuimos Tomás Fernández Travieso, Juan Manuel Salvat, Joaquín Pérez Rodríguez, Antonio García Crews y yo. Decidimos citar a todos los estudiantes al Parque Central. Compramos una corona con la bandera cubana hecha con flores y una banda que decía "A ti, querido Apóstol, en desagravio por la visita a Cuba de Anastas Mikoyán". Mikoyán puso su corona a media mañana y nosotros la nuestra al mediodía. El policía que custodiaba la corona de Mikoyan se puso nervioso y disparó al aire. Hubo un breve forcejeo entre nosotros y los guardias de seguridad. Como estaban todas las azoteas custodiadas por las actividades de Fidel Castro con Mikoyán, comenzó una balacera al aire que hizo de aquello un infierno”.
Se llevaron a muchos estudiantes presos, entre ellos a Manolo. “Yo me paro frente a la perseguidora para que no se lo llevaran”, dice Muller en la entrevista. “Me detienen también y nos llevan juntos para una unidad de la Seguridad del Estado que estaba en 5ta y 14, en Miramar. De allí nos llevaron a una estación policial en La Habana Vieja, donde estaban los demás detenidos, y no nos soltaron hasta el día siguiente al mediodía”. El que luego sería sacerdote jesuita, Ernesto Fernández Travieso, amigo de Salvat y Muller, comentó: “Aquello no terminó bien. Nos reprimieron físicamente; fuimos catalogados como contrarrevolucionarios, nos denigraron como personas, fue duro. Ya para ese momento, habíamos entendido algo; veíamos que no estábamos libremente contribuyendo a una revolución, sino, que estábamos contribuyendo a una revolución impuesta por un sistema totalitario”.[iii]
Pero Manolo sabía que tarde o temprano vendrían a buscarlo, por lo que se fue a refugiar en el Convento de San Francisco en La Habana Vieja, y luego a casa de Alberto Alejo Munguía, administrador de la cervecería La Polar. La casona de los Alejo la compartía la familia con la embajada de Brasil, por lo que les resultó fácil hacer los trámites para salir del país. El embajador brasileño, el Sr. Vasco Leitao da Cunha, les otorgó los permisos de salida y hasta los escoltó hasta el aeropuerto personalmente. Así fue como Alberto Muller, Tomás Fernández Travieso y Manolo Salvat dejaron Cuba en el verano de 1960 rumbo a Miami. Pero estos jóvenes tenían la certeza de que el régimen terminaría porque había mucha inestabilidad. Y dice Salvat al periodista William Navarrete: “si tanta gente no hubiera apoyado al castrismo, lo hubiéramos podido vencer en sus inicios”.
“Caigan los libros hasta que caiga el tirano”
Ya en Miami Manolo y los demás jóvenes comenzaron a organizarse para regresar a Cuba y trabajar en el clandestinaje. Miguel García Armengol y Salvat junto con Rolando Martínez y Manuel Guillot Castellanos y el piloto Kiko Llansó, llegaron a Cuba en diciembre de 1960 por el Club Náutico, al oeste de La Habana. Ya Alberto Muller se había infiltrado un mes antes en Cuba, así que se reunieron todos en la Universidad de Villanueva y empezaron la lucha clandestina. Mario Albert, judío cubano amigo del grupo, había inventado unos aparatos pequeños que lograban interferir el audio de los canales de televisión y así ellos podían transmitir mensajes al pueblo. Actuaban junto con la Democracia Cristiana, el MRR, el DRE, todas concentradas en el Frente Revolucionario Democrático. Organizaron una huelga estudiantil en 1961 en la Universidad que resultó muy exitosa. “Caigan los libros hasta que caiga el tirano”, era la consigna, y los comunistas tuvieron que contrarrestarlo y hacer una manifestación dirigida por Raúl Castro, con el fin de combatir aquella huelga.
Los organizadores de estas acciones se escondían en lo que llamaban “casas de seguridad”, que eran lugares donde podían permanecer un tiempo. Organizaron un ejército clandestino de más de 1500 personas que dirigía Alberto Muller con el que pretendían realizar un alzamiento en las ciudades cuando llegara la invasión de Bahía de Cochinos. A Manolo lo llevaba de un sitio para otro María Odoardo, del DRE que había combatido a Machado, a Batista y en aquel momento a Fidel Castro. María tenía auto y era la que manejaba. Pero la Invasión llegó sin avisar: las armas no aparecieron, el respaldo no llegó, y el régimen se llevó preso a más de 150,000 personas desarticulando las probabilidades de lucha. “Cuando llegó la Invasión, no nos enteramos o, mejor dicho, como todo el mundo, lo supimos por la radio y la televisión”, comenta Manolo. Entonces entró el mensaje telegráfico desde EE UU. Se malograron todas las probabilidades de lucha y de alzamiento en las ciudades. Se diría que lo habían hecho adrede, -le dice Manolo a Jesús Angulo en su entrevista – como para que todo se frustrara”. Y añade: “Bahía de Conchinos fue una traición de Estados Unidos. Se suponía que los norteamericanos fueran aliados nuestros, pero se oponían a que el clandestinaje fuera a Cuba con armamentos. Se suponía también que a la guerrilla del Escambray que tenía Alberto Muller y los comandos rurales en la Sierra Maestra, iban a recibir armas, pero no se recibieron armas ningunas. Todo fue realmente un fracaso. Yo no puedo juzgar cómo ni por qué pasó. Pero nos traicionaron. No cumplieron con lo prometido, y hubo muchos mártires”[v].
Tanto Manolo como otros combatientes vivían en Cuba con identidad falsa. Manolo era un tal Juan Sánchez Portela y se refugiaba en la casa de Rufino Moreno y de Julieta del Valle de Moreno en el Nuevo Vedado. “Julieta era de Sagua, dice Manolo en otra entrevista. “Los sagüeros éramos muy gregarios y solidarios”. Pero el 18 de abril de 1961 fue la policía a hacerles un registro y encontraron la pistola de Manolo, y cuando este intentó escapar, lo cercaron y se lo llevaron primero para el G2, y luego para La Cabaña. Finalmente, luego de casi 3 semanas, le dieron la libertad. Salvat relata al periodista Pedro Corzo[vi] en 2021: “me fui para la única casa que conocía en La Habana, la de Luis Fernández Rocha. Llevaba 3 semanas con la misma ropa puesta, y allí me prestaron ropa, pude ducharme, para después refugiarme en la Nunciatura Apostólica. De ahí fui para Guantánamo, a la casa de Berta Kindelán quien también estuvo luego presa por luchar contra Castro. Pude meterme en la Base de Guantánamo saltando una cerca donde después me recogieron unos Marines, y más tarde salí en avión para Cayo Hueso”.
El segundo episodio
Juan Manuel regresó a Miami en julio de 1961, pero siempre luchando, pensando en volver clandestino a Cuba, y tanto el cómo sus compañeros comenzaron a trabajar con América Latina, haciendo propaganda en contra del régimen, y estableciendo un componente militar para hacer ataques contra las instalaciones y los medios del régimen.
El día de regresar a Cuba llegó. En agosto de 1962 les llegó la noticia de que iba a haber una fiesta en La Habana con muchos militares rusos a la que asistiría Fidel Castro. Era un congreso al que habían sido invitados los países comunistas que entonces existían, y cada país había mandado sus delegados. Una noche Salvat y algunos amigos, entre ellos José Basulto, tramaron desde Miami un ataque al hotel Rosita de Hornedo (conocido después como hotel Sierra Maestra) donde estaban hospedados estos delegados. En una lancha rápida fueron Manolo y un grupo de cubanos a las costas de Cuba, y aterrorizaron a aquellos delegados comunistas cuando les entraron a cañonazos al hotel. “Conseguimos una lanchita de 31 pies y un cañoncito de 20 milímetros, cuenta Manolo, y cañoneamos el hotel Rosita de Hornedo ubicado en la zona de la Puntilla de Miramar[vii]. Los rusos eran invasores a Cuba y nosotros quisimos demostrar que estábamos en contra de aquella injerencia”.
De vuelta en Miami pensaron en continuar la labor de contrarrevolución. Tenían delegaciones en todos los países. Tuvieron una base en Santo Domingo, pero el gobierno norteamericano presionó para que se las quitaran. “Cada vez que se intentaba algo, los norteamericanos paraban los planes” comenta Salvat. “Ese fue el gran problema que tuvimos. Cada vez que estábamos estableciendo con recursos propios del exilio, alguna acción, y cuando teníamos posibilidades de crear una operación seria contra el sistema comunista, surgía enseguida la oposición del gobierno norteamericano. Nos cerraron todas las bases en América Latina”.
El exilio
Pero no todo era lucha. En noviembre de 1961 Manolo se casa con el amor de su vida; con su novia de la niñez y juventud, Marta Ortiz Iturmendi, y pronto comienzan a tener familia. Su primera hija, Marta María, les nace en 1962. Ya las cosas cambiaban para Manolo. Tenía una familia que mantener y el problema de Cuba se prolongaba. Cada vez era más difícil la labor contra el gobierno comunista, y se puso a pensar como podría trabajar por Cuba y “hacer Patria”. Pero dejemos que sea Salvat el que nos lo cuente, como lo relató a su auditorio en el 2014 durante un homenaje que le hicieron varias organizaciones del exilio:[viii]
“Hace poco en el colegio Belén recordaba yo una preocupación que había tenido y le había expresado en unos ejercicios espirituales al padre Amando Llorente de la sociedad de Jesús. Le decía al padre que me preocupaba todo lo que Dios me había dado y nunca estaba seguro si le había devuelto al menos un 1% ínfimo en amor a él y a mis semejantes. Había nacido en una familia ejemplar de padres cariñosos y hermanos buenos; en un pueblo bendecido por Dios como Sagua la Grande. Que me había presentado, cuando ella tenía apenas 13 años, a Martica, la esposa de mi vida, de mis sueños y de todas mis andaduras; que me había dado unos educadores jesuitas y otros laicos extraordinarios; que me había permitido luchar por Cuba durante los años de juventud, aunque casi siempre con resultados frustrantes porque nunca alcanzamos la meta de libertad y felicidad para nuestro país”.
En su humildad y sencillez aun dudaba si el trabajo realizado había sido suficiente y del agrado de Dios. Siempre le preocupaba si había hecho lo debido. Y decía en aquel homenaje:
“Y le decía al padre Llorente que en 1965 nos habíamos enfrentado a la realidad de que no teníamos camino para seguir la lucha activa contra el castrismo porque nos perseguían aquí y nos cerraban todas las posibilidades de bases en el exterior. Llamen a ese pacto que heredamos de Kruschef o denle otro nombre, pero la realidad era que Castro contaba con todo el apoyo soviético y los cubanos no teníamos como decían en mi tierra “ni donde amarrar a chiva”. Dios quiso entonces que pensara en el libro, ese instrumento de cultura información que amaba desde muy joven”. “Fue en el colegio de los jesuitas donde realmente comencé a tener un gran amor por la lectura. Recuerdo leer de niño historias de animales, fábulas, pero también comencé a disfrutar la historia universal y la de Cuba. Recuerdo la Historia de Malet, de Marbán, de Calixto Masó, de Portuondo y otros autores cubanos. Las revistas Bohemia y Carteles, los periódicos diarios…”[ix].
Así fue como en 1965 comenzó la empresa Librería Distribuidora Universal. “En Universal comenzamos a vender libros y en una ocasión comenzaron las tertulias. A esto siguió publicar libros, y llegamos a constituir un fondo de casi 2000 títulos. Sin duda, Dios nos había bendecido con amigos entrañables, amigos cuyo cariño nos han acompañado siempre y han sido parte de todo lo que hemos podido hacer en estos días del cierre de la librería. Hemos tenido una inmensa demostración de amistad; realmente no esperábamos tanto y estamos muy agradecidos por ello”.
Mi encuentro con “el Gordo” Salvat
Manolo fue mi editor por más de 40 años, y me llegó a publicar ocho libros. Fueron muchos años de compartir publicaciones, libros, presentaciones, escritos, largas conversaciones sobre Cuba, comidas y reuniones. Es difícil expresar todo lo que corre por mi mente cuando escribo este artículo, que es mi homenaje por todos aquellos años de amistad y colaboración literaria. Pero tengo que contar como conocí a Manolo, o “el Gordo” como le decían sus amigos, y como él mismo firmaba sus comunicaciones.
Fue a finales de la década de 1960, por medio de una amiga mutua, la Sra. Olga Pando. Yo trabajaba con Olga y con un grupo de valiosas mujeres cubanas como eran Raquel la Villa, Marta Urrutia, Cecilia La Villa, Cuca Mendoza y otras más, ya todas fallecidas. Eran labores de captación de jóvenes muchachas cubanas en los comienzos del exilio, de la década de 1960 y 1970 y dentro del marco de la iglesia católica de Miami. Estas señoras habían trabajado en la contrarrevolución en Cuba, y eran extraordinarias. El objetivo de aquel grupo conocido como “Damascos[x], era enseñar la historia de Cuba y nuestras raíces cubanas y cristianas a las muchachas y muchachos que habían venido de Cuba muy jóvenes en los comienzos del exilio. En aquellas reuniones tratábamos de que no olvidaran su identidad y su cultura.
Un día Olga me dijo que me iba a llevar a la librería de un amigo para que comprara un libro indispensable para mi formación espiritual y cultural, y fuimos a la Librería Universal que hacía pocos años había abierto sus puertas en Miami. Y conocí a Manolo que me pareció un hombre amable y bonachón. Olga le dijo que me tratara bien, y ya Universal fue siempre mi librería favorita. Con la ayuda de préstamos de algunos amigos, de su suegro que hizo los libreros muy sencillos, la colaboración de su compatriota, la Sra. Julieta del Valle, de Sagua, y de miles de maromas más, como decimos los cubanos, Salvat había abierto la librería en 1965, en un modesto local en el 2465 S.W. 8 Street. Comenzó sin bombos ni platillos, como casi todos los negocios de cubanos de entonces. Todo se hacía con humildad y mucho esfuerzo. Decía Manolo: “le enviábamos con la cuenta de libros a nuestros amigos, otros libros sin que hubiese orden por medio. A eso le llamaron con cariño la ‘Editorial La Cañona’. Desde entonces se vendió en esa librería de todo: desde el padre Varela hasta Leví Marrero; desde el diccionario de María Moliner, hasta la Antología de chistes cubanos de Sánchez Boudy. Libros sobre José Antonio Echeverría y Virgilio Campanería, y también de Lydia Cabrera, de Manuel Moreno Fraginals; de Miguel de Cervantes y de Guillermo Cabrera Infante.
En aquellos años sesenta no éramos muchos los cubanos que residíamos en esta ciudad. Fue una década difícil pues tuvimos que emprender una vida nueva lejos de la Patria, buscar trabajo, o terminar la educación; aprender inglés y, sobre todo, aclimatarnos a las costumbres norteamericanas ya que por entonces imperaban en este condado los norteamericanos. “No pets; no children; no Cubans” (no animales; no niños; no cubanos), decían algunos letreros en casas de apartamentos para alquilar. Con ese rechazo también tuvimos que luchar. Raro el cubano que no tuvo sus experiencias, de una forma o de otra, en los primeros años de exilio, sobre todo en las décadas de 1960 y 70 en que los médicos y los abogados cubanos manejaban elevadores en los hoteles de la playa, o trabajaban en la tomatera de Homestead. Había que comer y no había muchas oportunidades de trabajo. Miami era entonces una ciudad turística, sin ruidos, poco tráfico, algunos comercios de cubanos dispersos que comenzaban a establecerse, y nada más.
Siguiendo el relato, recuerdo que en aquel pequeño local de la Universal estaban muy bien acomodados los libros, y que había un ambiente acogedor, cubano, intelectual y sobre todo muy familiar. Era por entonces la única librería hispana y cubana de Miami. Luego fueron abriendo otras como la Librería Cervantes, La Moderna Poesía, la Librería Religiosa de San Juan Bosco y años más tarde la Librería san Pablo, Downtown Book Center, y otras más.
Los sábados comenzaron a reunirse en Universal amigos y escritores para las tertulias improvisadas que con los años fueron creciendo. Aquella añoranza de la Patria se tenía que compartir. En aquellas reuniones se hablaba de todo, pero sobre todo de Cuba; de aquella Cuba que habíamos dejado atrás pero que llevábamos en el corazón y que no podíamos olvidar. Algunos agarraban algunas pocas sillas, y otros permanecían de pie todo el tiempo conversando y a veces discutiendo de cualquier tema. Esta costumbre se mantuvo siempre, y recuerda Salvat: “aquella extraordinaria generación de los 60 que trató de impedir el triunfo del régimen totalitario en nuestro país; la experiencia en las picantes y hasta enloquecidas pero siempre enriquecedoras tertulias de la librería; las relaciones con los escritores, con las anécdotas más simpáticas y también muchas veces dolorosas”.
El milagro de la Librería Universal – una lucha por la cultura
El milagro de Manolo fue mantener una librería y una editorial funcionando por más de medio siglo en un país donde el idioma es el inglés, y donde casi que no se publicaba en castellano. Muchos fueron los autores que Manolo Salvat recibió, escuchó y luego publicó sus obras que ya quedan para las generaciones futuras. Eran escritores de fama como Octavio Costa, Carlos Ripoll. Lydia Cabrera, Marcos Antonio Ramos, Carlos Alberto Montaner, Ana Rosa Núñez, y otros que comenzaban a incursionar en la literatura, la historia, o la poesía: Enrique Ros, Rosario Rexach, Raúl Chao, Florinda Álzaga, Emilio Cueto, Ena Curnow, Néstor Carbonell Cortina, y muchos más. Los casi 2000 títulos publicados por Ediciones Universal en estos 60 años dan fe de la inmensa labor, a veces quijotesca, de Manolo y su querida familia.
Siempre que hablábamos de los comienzos, Manolo recordaba a la gran poeta, bibliotecaria y escritora, Ana Rosa Núñez, a quien el llamaba la “madrina” de Ediciones Universal, quien los asesoró y bautizó a las colecciones. Así, poco a poco se fue nutriendo la lista y surgieron las colecciones: Alacrán Azul, Caniquí, Polymita, Teatro, Cuba y sus Jueces, Félix Varela y otras más. Fueron años de ardua actividad con presentaciones de libros y reconocimientos a tantos escritores que nos fueron dejando un legado tan importante.
Más tarde, cuando el negocio fue creciendo, estaba establecido, y crecieron las ventas y la clientela, se mudaron en 1975 para el moderno edificio de 3090 S.W. 8 Street, donde había más espacio, más libreros, más lugar para las tertulias, y un paqueo privado en la parte trasera del edificio. El lugar era ideal pues estaba en plena Calle Ocho. Los libros se editaban, se imprimían y luego se ponían a disposición de los lectores en Universal, y también se distribuían en bibliotecas, universidades y centros de cultura de todo el mundo. Era un trabajo inmenso pero muy fructífero y enriquecedor. Así fue como la cultura cubana llegó a muchos puntos del planeta.
Después Manolo decidió agregarle un segundo piso al edificio para allí tener una oficina donde trabajar y recibir a los escritores. Añadió también una sala para presentaciones de libros. “Toda mi familia está orgullosa de esta obra. Hasta mis padres aprendieron a ser libreros para trabajar por mucho tiempo en la librería. Los que en distintas épocas laboraron con nosotros fueron Ignacio Ortiz Bello, Luis Felipe Brión, Humberto Piñera, Manuel Rodríguez, Juan Carlos Castillón y Mariángel Salesas”.
En una entrevista al Diario Las Américas[xi] Manolo destacó el hecho de que el éxodo de Mariel de 1980 trajo a Miami el influjo de más de 125.000 cubanos en seis meses, y que “significó un resurgimiento cultural muy grande, tanto de lectores como de autores, y eso fue muy bien reflejado en la librería”, adonde empezó a acudir un público deseoso de leer lo que no pudo leer en Cuba y otro que se aprestaba a publicar lo que no le habían permitido publicar en la isla.
La Feria del Libro de Miami Pasaron los años y en 1984 quedó fundada una feria de libros que se llamó Libros en la Bahía (Books by the Bay) bajo la iniciativa del Miami Dade College, y que tenía una duración de solo dos días. Con el tiempo, y en la década del noventa, se llamó Feria del Libro de Miami que duraba una semana, y de la que Manolo fue uno de sus fundadores. Ya más tarde fue la Feria Internacional del Libro de Miami, la más grande de Estados Unidos. Venía el mes de noviembre y en la Feria estaba siempre presente la Librería Universal, en la que toda la familia Salvat trabajaba sin descanso para poder llevarnos lo último publicado a precios muy razonables. Era todo un proceso: desde la selección de libros que iban a llevar, empaquetarlos en las cajas, llevarlos para el downtown, y ya después colocarlos en las mesas de los quioscos de Universal. Era un trabajo tremendo pero que disfrutábamos todos: la familia Salvat y nosotros, los lectores. Era de sumo agrado, y ya casi un rito, ir a visitarlos todos los años durante la feria callejera.
Los libros de Universal llegaron también a Cuba
“Este era el sueño: rescatar obras esenciales de la cultura cubana y ponerlas a la disposición de los lectores”, dice el Gordo. “Servir de intermediarios a muchísimos creadores que, desterrados, no tenían posibilidades de ver sus obras en tinta y papel. Hemos desarrollado este esfuerzo durante 60 años y estamos muy orgullosos de los resultados. No ha sido fácil y no lo es. Nuestro pueblo está disperso y no podemos llegar a los cubanos de la Isla por la censura impuesta. Aunque muchas veces los libros circulan allá, escondidos y pasando de unos a otros. Antes, las bibliotecas de los obispados podían recibir libros, o alguien los llevaba en la mano al entrar en Cuba. Luego comenzaba el proceso de lectura, que es increíble: un libro lo pueden leer cien, doscientas personas” dice asombrado”. Y sigue diciendo. “La libertad es una necesidad para los seres humanos. En Cuba el pensamiento de José Martí no se conoce; el Martí de ellos es el que les conviene a ellos, al gobierno, pero no es el verdadero. En el siglo XIX se forjó la nacionalidad cubana, eso en Cuba no se conoce, no conocen a José de la Luz y Caballero, a Varela, a los grandes creadores de la nación. Nosotros tenemos la obligación de crear ese puente histórico con las nuevas generaciones, para salvar a ese país de alguna manera, salvar los vínculos con la historia nacional que ellos han destruido, y así el cubano pueda encontrarse con su propio destino”[xii].
En aquel homenaje que le hicieron en el 2014, Manolo también quiso comentar algo muy personal: “Tengo también que hablar de Cuba: sueño y pesadilla de todas nuestras noches y días; objetivo que se aleja y se acerca para seguir la esencia de sus contradicciones históricas pero que siempre tenemos presente. Una nación perdida y por recuperar nunca estará ausente; siempre estará en nuestros corazones y nuestros esfuerzos. Sí, la Librería Universal fue un tremendo esfuerzo por difundir lo cubano y mantenerlo en el alma de todos; por defender esa Cuba eterna que Pepito Sánchez Boudy proclama en todos sus escritos. Ediciones Universal fue la casa de cientos de escritores cubanos y trató de llevar sus obras a bibliotecas, lectores, librerías, centros académicos, y no solamente de los Estados Unidos, sino también de Europa, y a Cuba a través de difíciles y esquivas rutas”.
Emocionado decía: “Pudimos contar, por ejemplo, con un escritor de la talla de Reinaldo Arenas, quién después de abandonar su país, se vio cerrado por todas las grandes editoriales de habla española. Esa también fue la experiencia de cientos de escritores exiliados cubanos. Arenas nos pidió poco antes de morir que le publicaremos “El Asalto” y “El color del verano”, esa novela extraordinaria, explosión de alucinaciones e imaginación en que explica como un pueblo desesperado por escapar se come la corteza insular de Cuba, y entonces la Isla queda a la deriva. Pero los cubanos discuten hacia dónde deben dirigirse. Unos quieren ir Estados Unidos; otros a África, los de allá a países latinoamericanos, y algunos a España. Y tanta fue la discusión que la isla se hundió para siempre. Triste futuro que está en nuestras manos evitar, que no hay que estar necesariamente unidos en una organización, pero si ser parte de un destino y estar dispuestos a sacrificarnos para lograrlo.
Premios y homenajes
Muchos premios y reconocimientos le fueron otorgados a Juan Manuel Salvat en sus años de labor.
Uno de aquellos eventos fue el que organizaron varias organizaciones del exilio cubano en la Casa Bacardí de la Universidad de Miami. En esa oportunidad hablaron varias personalidades del exilio, entre ellas el Dr. Rogelio de la Torre del Círculo de Cultura Panamericano, quien hizo un pequeño discurso en el que habló sobre la idea de ofrecerle ese homenaje a Manolo Salvat, pero no precisamente porque tuvo una editorial y porque vendió libros. Dijo De La Torre, que “todas estas organizaciones fueron rápidas en ofrecerse a contribuir al homenaje porque Manolo Salvat era mucho más que un editor y que un vendedor de libros. Manolo Salvat fue en su librería un centro de atracción para todos los cubanos que se preocupaban por las cosas de la historia y la literatura. Fue importante para todos los escritores, poetas, novelistas, ensayistas. Fue además una fuente de información bibliográfica para todos los profesores e intelectuales cubanos que necesitaban ponerse al día en estas cuestiones de las publicaciones”. “Manolo Salvat ha realizado una labor extraordinaria”, decía luego el gran poeta Ángel Cuadra. “Ha cumplido una misión importante. La obra realizada en el exilio acaso tenga mayor envergadura que la hecha en la isla oficialmente supervisada. A ese ingrediente trascendental ha contribuido Juan Manuel Salvat y su familia con Ediciones Universal, un aporte vital a la historia”.[xiii]
Manolo estuvo siempre dispuesto a publicar los libros de todos los cubanos. “Yo recuerdo cuando era profesor de una universidad en el estado de Indiana” decía de nuevo el Dr. Rogelio De la Torre, “que venía con frecuencia a Miami a visitar familiares y amigos, pero una de las visitas oficiales y reglamentarias mías era ir a la librería de Manolo e invariablemente allí, además de la sonrisa y del abrazo de Manolo; del cariño de Marta, encontraba siempre a otros intelectuales escritores, poetas, y se establecía el ambiente cubano que tanto necesitábamos cuando vivíamos fuera de la Florida. Tengo que admitir que cada vez que iba salía como si hubiera recibido un beneficioso baño de cubanía”.
La Librería y Distribuidora Universal cerró sus puertas al público en junio del 2013 “víctima de las nuevas tecnologías que han provocado un descenso en la lectura de libros impresos” anotaba el Diario las Américas.[xiv] "Toda la familia está muy triste y afectada. Es realmente terrible buscar una salida para los libros del almacén", añadió el “Gordo” en la entrevista. “Las nuevas generaciones no leen en español, sino solamente una pequeña minoría; y los que llegan ahora de Cuba vienen con la urgencia de levantarse y no están en el mundo de la lectura", lamentó Salvat. Pero a pesar de haber cerrado la librería, Manolo continuó publicando libros desde su casa durante casi 12 años más. Se siguió ocupando de las necesidades de la Iglesia cubana, y recibió y ayudó a todos los que tocaban a su puerta.
Después de pasar varios días hospitalizado, el 26 de noviembre de 2024 Juan Manuel Salvat entregó su alma a Dios. A nosotros hoy nos duele y nos cuesta sobrellevar su ausencia, pero yo sé que ya el hizo su labor; ya Manolo realizó el trabajo para el que Dios lo trajo al mundo: luchar como buen patriota por su amada Cuba, y trabajar como trasmisor de cultura en el exilio. Sé también que el “Gordo” está gozando del puesto que le pertenece en el teatro del cielo, y no sentado en una butaquita cualquiera, sino en un palco de honor y con un libro en las manos esperando la liberación de Cuba.
Se me ha ido un gran amigo, y hoy lo lloro. En su largo y fecundo caminar, mucho ha dejado atrás: su Patria irredenta; a su querida esposa Martica; sus hijos, nietos y bisnietos; los escritores y los poetas; los amigos y los clientes. Nos ha dejado los cientos de libros que publicó y la huella de su actividad patriótica. Pero, sobre todo, nos ha dejado sus sueños de libertad y su ejemplo de vida. Por todo ello nunca lo olvidaremos, y damos gracias a Dios porque estuvo entre nosotros.
Quiero terminar con una famosa estrofa de un poema de Antonio Machado que viene tan bien hoy en este homenaje:
Murió el poeta lejos del hogar
Le cubre el polvo de un país vecino
Al alejarse, le vieron llorar
Caminante, no hay camino,
Se hace camino al andar.
Miami, 24 de febrero, 2025, el Grito de Baire
[i] Entrevista Jesús Angulo a Juan Manuel Salvat, “Juan Manuel Salvat exponente vivo de la juventud cubana mártir de 1959 a 1970”. YouTube, @TV Para Cuba, Miami 2013.
[ii] Diario de Cuba, 'Fuimos los primeros expulsados de la Universidad de La Habana bajo el comunismo' entrevista de Boris González Arenas a Alberto Muller, 29 agosto, 2021.
[iii] Memoria de la Nación Cubana / Memory of the Cuban Nation, Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Checa y Florida International University, Miami 2017.
[iv] Entrevista de William Navarrete a Juan Manuel Salvat, Cubanet, www.cubanet.org., agosto 25, 2022, Miami, Florida.
[v] Entrevista con Jesús Angulo.
[vi] Entrevista de Pedro Corzo a Juan Manuel Salvat, Encuentros con la Memoria Histórica Cubana, Miami 2022.
[vii] Fue uno de los primeros grandes hoteles en ser construidos por inversionistas privados en la década de 1950 en La Habana.
[viii] Homenaje a Juan Manuel Salvat por varias organizaciones del exilio cubano: el Instituto de la Memoria Histórica Cubana contra el Totalitarismo, Plantados hasta la Libertad Total de Cuba, Pen Club de Escritores Cubanos en el Exilio, Capítulo de Miami, la Asociación Nacional de Educadores Cubano-Americanos (NACAE), el Círculo de Cultura Panamericano, Capítulo de Miami, La Editorial Cubana Luis J. Botifoll, La Fundación Padre Félix Varela y el Instituto de Estudios Cubanos y Cubano-Americanos (ICCAS). Miami, verano de 2013.
[ix] Xavier Carbonell, Árbol Invertido, entrevista del 18 octubre, 2021.
[x] Damasco es el camino hacia donde iba el Apóstol san Pablo, persiguiendo a los primeros cristianos y fue allí donde se convirtió en seguidor de Jesús.
[xi] Diario Las Américas, Ibidem.
[xii] Entrevista por Jesús Angulo, YouTube, Miami 2013.
[xiii] Ángel Cuadra, Fragmento de disertación en Homenaje a Juan M. Salvat, Universidad de Miami, verano 2013.
[xiv]Jesus Hernández, Son 5 años sin la librería Ediciones Universal, Diario Las Américas, julio 4, 2018.
Teresa Fernández Soneira (La Habana 1947), es una historiadora e investigadora que reside en los Estados Unidos desde que se exilió en 1961.
Tiene a su haber varias obras importantes, entre ellas: Apuntes desde el Destierro (1989); Cuba: historia de la educación católica (1997); Con la estrella y la cruz (2003); Mujeres de la Patria, contribución de la mujer a la independencia de Cuba, vols. 1 (Guerra del 68, 2014) y vol. 2 (Guerra del 95, 2018), y La Bella Cubana, rostros de mujeres en la Cuba del siglo XIX (2022).
Ha tomado parte en numerosos programas de radio y TV; impartido conferencias y participado en congresos del Cuban Research Institute de FIU y del Cuban Cultural Center of New York. Desde 1985 sus trabajos han aparecido en periódicos, revistas y publicaciones electrónicas.