La voz de mi madre y otros poemas
JOSÉ ABREU FELIPPE
LA VOZ DE MI MADRE
No me acuerdo de la voz de mi madre.
Veo su rostro ahí, como siempre,
que me sonríe.
Sé que me está diciendo algo,
pero solo consigo ver sus labios
que se mueven sin dejar de sonreír,
pero no escucho su voz,
que no recuerdo
y no sé qué me dice.
HOY HACE
un día en que ya nadie nos puede retener
BJ
Hoy hace un día bonito para morir,
amaneció lluvioso,
todavía hay charcos azules en la calle
y siento como el aire me gana una partida.
Como si fuera poco
hoy es un aniversario personal,
uno de esos días que solo tienen significado para mí,
algo que sucedió hace más de medio siglo
y que solo yo recuerdo.
No tengo prisa,
pero hoy hace un día bonito para morir.
Sería triste desaprovecharlo.
NO TENÍA LA MÚSICA
El problema estaba en la música.
Si él tuviera la música
todo le hubiese resultado menos amargo.
Pero no la tenía, nunca la tuvo, y ya era muy tarde.
Se sentía muerto. Sus palabras no tenían la música.
Él la veía en la tarde, estaba en el aire, en los colores
que se derretían dolorosamente sobre el cuerpo extendido.
Un cuerpo expuesto, abierto y extendido.
Entrañas de un animal que se contorsionaba
en una agonía repetitiva y lenta, muy lenta;
vergonzosamente lenta, y triste.
También estaba en la noche alta.
Él abría los ojos hacia arriba y dejaba que aquello lo inundara,
mientras la música brillaba profundo y giraba
hasta marearlo.
La noche
no era como la muerte de su madre rota contra el asfalto.
La noche
estaba más allá de él, fuera de él, y tenía la música.
El asfalto era también oscuro,
la sangre brillaba como noche o rabia en un charco irregular y
espeso.
Pasaban autos rajando la avenida. Sintió que debía observar bien
esos autos.
Se sentó a dos pasos del sitio donde cayó su madre
a contemplar los autos. Pero no pudo.
No había furia ni rabia en lo dulce que se secaba sobre
la sangre. Estaba la música, gorda, cayendo,
desde arriba de todo cayendo, iluminada y sin remedio.
Entonces limpió la losa con las manos,
colocó las flores en el vaso de plástico y se marchó.
No podía hacer nada.
Él no tenía la música y no estaba su madre.
CAMINO A CASA
Como en sueño, las blancas olas de la muerte llegan
a lamer los ojos de mi padre.
Como de sueño emergen y toman posesión de nuestra casa.
El brillo se apacigua y desgaja el miedo que antes resguardaba.
Los deseos se fueron diluyendo –esto se acaba– y el cuerpo,
cada vez menos cuerpo, va penetrando un ritmo
que en todo me es ajeno.
La lengua aún se esfuerza por mantener un diálogo imposible
y yo pienso que las cosas dejaron de funcionar como se suponía.
Como sueño, el cuerpo deja de luchar y se entrega
al otro sueño, que ocupa nuestras horas, no ya las suyas,
mientras órganos y costumbres se resienten.
No obstante, la muerte siempre tiene la manía de sorprenderme,
como esas flores, que no estaban la noche anterior en mi escalera.
LLEGAREMOS A TIEMPO
Para mi hermano N.
No hay que apurar el paso,
ni recoger, ni mucho menos guardar,
los colores aquellos.
Déjalos sobre el cemento junto al soldado,
los libros y el cenicero atestado de frustraciones.
No importa el río, el árbol,
ni aquella llanura donde los cuerpos
deslizaban la lluvia contra la fatiga
sin agotarla.
Tampoco el asfalto, la ciudad,
ni tú y yo corriendo como locos sobre el muro,
ni tantas promesas, ni el amor,
ni el mar como una costra o un pez boqueando.
El tiempo es ajeno a la esperanza,
y la orfandad pesa sobre los hombros
hoy más que ayer.
Así que no hay que apurar el paso,
tranquilo,
pase lo que pase,
hagamos lo que hagamos,
no te preocupes,
llegaremos a tiempo.
Imagen de portada: pintura de Mary Cassatt. “Mujer sentada con un niño en sus brazos”, 1890. Museo de Bellas Artes de Bilbao
José Abreu Felippe. La Habana, Cuba. 1947. Poeta, narrador y dramaturgo. Premio Internacional de Poesía Gastón Baquero (2000) y Premio Baco de Teatro (2012). Ha publicado, entre otros, cinco volúmenes de relatos, Cuentos mortales (2003), Yo no soy vegetariano (2006), Confrontaciones (2018), El camino de ayer (2019) y Treinta y dos historias (2021). Además, El olvido y la calma, una pentalogía formada por las novelas, Barrio Azul (2008), Sabanalamar (2002), Siempre la lluvia (1994), El instante (2011) y Dile adiós a la Virgen (2003). En unión de sus hermanos, los también escritores Nicolás y Juan, dio a conocer Habanera fue (1998), un homenaje a su madre fallecida en un accidente.