La palabra digna de nacer

OSMÁN AVILÉS

La poesía me pertenece como el oxígeno o como la sangre…

Dulce María Loynaz

 

Irrefrenable impulso lleva a cruzar la verja, donde la poesía tiene cautivo su misterio. Muchos autores del género, inmersos en el hecho poético, han expresado sus concepciones en relación con el tema. Poe, Baudelaire, Banville son algunos, pero si la definición proviene del claro y profundo arroyo de poesía3 que es Dulce María Loynaz, esa agua de río …que se está yendo siempre… ¡Y no se va!,  seguramente nos ha de contagiar con la transparencia de su portentosa poética.4

El poeta –escribe Virgilio López Lemus en su libro Aguas tributarias– tiene la misión de crear (o recrear) el mundo, o de transformarlo, de modo que cada orbe poético es un universo en sí.5 Sin duda, se trata de una perspectiva creacionista, en la que el poeta, al decir de Vicente Huidobro en su «Arte poética», es un pequeño Dios, cuya impresión se equipara con la auto-proyección que Sartre le concede al hombre en su deseo de ser Dios. Mas esto último solo conduce al fracaso. Huidobro ha empleado sencillamente una metáfora.

Una acepción afín con la del poeta López Lemus la ofrece Dulce María Loynaz: Un poeta es alguien que ve más allá en el mundo circundante y más adentro en el mundo interior. Pero, además, debe unir a esas dos condiciones, una tercera más difícil: hacer ver lo que ve.6 Porque en la autora de Jardín, la poesía tiene otra dimensión, la realidad invisible; de ahí que ese hacer ver lo que ve solo es posible a través de la comunicación, cuyo factor es esencial para el poeta.

Ante la elección de las palabras –el sistema de signos tomados de la interpretación personal del mundo, donde es válido recurrir a la tradición lírica anterior–, el poeta escribe los versos obedeciendo a su ideal estético y a …su gran potencia observadora,7 sin descuidar al receptor, quien ha de reconstruir el significado, el cual acomoda continuamente.

No olvidemos la aguda mirada de Baudelaire: Hay que ir al fondo de lo desconocido para encontrar lo nuevo, decía el simbolista, quien, como lo cataloga Arthur Rimbaud, es el primer vidente, rey de poetas, un verdadero Dios, cuyo original acierto estriba en su acercamiento, por vez primera en la historia, a la función poética, abordada conscientemente como conocimiento sistemático de los misterios del alma.8

El poeta, creador de una poética –entendida esta como ese conjunto de principios o reglas, explícitos o no– en consonancia con su gusto estético puede definir lo que es para sí la poesía.

Eliseo Diego, bajo la influencia de esa enigmática experiencia humana, 9 quedó atrapado en su propio atisbo cuando intentaba definirla. Por eso, se interesó por la definición de Gustavo Adolfo Bécquer:

[…] Quizás, al fin y al cabo, la mejor definición sea la

célebre de la romántica rima según la cual poesía eres

tú si por tú entendemos, no solo la linda muchacha a

quien Gustavo Adolfo Bécquer dijo el requiebro cierta

mañana, o tarde, o noche, de su vida ya acabada, sino la

realidad en pleno que está en torno nuestro, siempre que

la miremos con amor, o con odio, o como sea, pero al modo

en que se mira a una mujer cuando le decimos tú con los

sentidos bien despiertos.10

Cada poeta, como algo inmanente al ser, entiende la poesía según el aspecto que esta tome en sus sentidos. Decir «tú» a esta realidad, cuya esencia tiene el sentido que camina y la melodía que vuela,11 halló para Edgar Allan Poe inspiración en la vigilia; para Baudelaire, expresión de belleza y hastío; y en Banville, una suerte de magia o de hechicería, lo que revela solo escasos ejemplos de cuán variada y misteriosa puede ser la naturaleza de la creación poética:

La poesía es traslación, es movimiento […] Si la poesía no nace con esta actitud dinámica, es inútil leerla o escribirla: no puede conducir a ningún lado. Es necesario que esta facultad esté enderezada al punto exacto, porque de lo contrario solo lograría caminar sin rumbo y no llegar jamás.12

Dulce María otorgó a la poesía una fuerza ciega o enérgica que adquiere movilidad, «enderezada» hacia una meta, limpia de expresión. Esta definición se relaciona, en principio, con la del autor hindú Rabindranath Tagore, quien le otorgaba carácter de infinito. Asimismo, la definición loynaciana, inevitablemente, mueve a citar el poema «Meta»: Yo seré como el río, que se despeña y choca, y salta y se retuerce… ¡Pero llega al mar!,13 quizás uno de aquellos que intercaló para ampliar sus Juegos de Agua.

Nada sobra y nada falta en esta breve prosa poética. La hojarasca, como Dulce María consideró al adjetivo, ha sido podada antes del apego con las palabras, pues hay que expresarlas sin recurrir a ellos, o recurriendo lo menos posible.14

El uso de los verbos connota un movimiento raudo y vigoroso. El agua del río al final llega al mar. Este símil resume el alcance de su pensamiento.

Reflexiva cuanto soñadora, el talento en Dulce María va del verso a la prosa, pues la lira no abandona su horizonte de imágenes y metáforas, cualquiera que sea la forma de expresión. Su voluntad de escribir bien está impulsada por el don, que es innato; he aquí el «rango de milagro», cuyo ministerio ha de ser el noble servicio de escribir poesía.

Dulce María apunta que la poesía debe tener igualmente instinto de la altura; 15 esto es no quedarse en el arbusto, sino crecer hasta igualarse con el árbol… con agilidad y precisión, de lo contrario perderá el impulso original antes de alcanzar la meta.16 No debe adornarse, porque los aditamentos frenan la celeridad de ese crecimiento. Tampoco ser oscura, ni descuidar el mensaje destinado al público, aunque nuestra poetisa, a pesar de los esfuerzos por impedirlo, haya reconocido en su bregar literario a la luna, con una mitad en la sombra, que nunca –¿nunca?– podrá verse desde la Tierra. 17 Resulta atrayente cómo dentro de la realidad, la aprehensión estética –quizás la más importante para la verdad poética, entre las aprehensiones práctica y científica– permite a Dulce María expresarse mediante lo emotivo, lo sensorial y lo intelectivo; resortes que no se encuentran separados de su personalidad poética.

¿Cuál de estas capacidades predomina en los diferentes momentos del conjunto de su obra? En Versos, 1920-1938 prevalece lo emotivo, con el grifo de íntimas esencias; en los Juegos de agua, fascinados por el oído y la vista, nos conduce por el rumbo de la sensopercepción, donde nos confiamos a su juego acuífero-imaginativo; en Poemas sin nombre nos entrega una poesía propiamente intelectiva. No obstante, las tres capacidades de la aprehensión estética, resultado de la inteligencia de la realidad, se aprecian en toda su obra.

Otras alusiones de poesías se reflejan en sus textos; por ejemplo, en el «Poema CXII», el concepto se enlaza con el dolor; la libertad expresiva «En mi verso soy libre», y la síntesis en el «Poema CXI».18 Del mismo modo se devela su oposición con la oscuridad del verso en la opinión encontrada en una de las epístolas dirigidas a Emilio Ballagas.

Ahora el público le sonríe y la aplaude. Tal vez comprende que la poesía nace también de la inteligencia, el talento y el don de Dulce María, quien aseguró que nunca se propuso escribir versos sobre un tema específico. Mientras la imagino complacida, aclamada en el Lyceum de La Habana por la selecta concurrencia, creo entender por qué ha dicho que escribir no es cosa fácil en mí. 19 La poesía es la gracia del instante, un instante puro de sensibilidades. Pero ese instante de creación es doloroso. La voz de Dulce María aún resuena con absoluta precisión, como un eco que viene del lejano agosto de 1950: sólo con sangre y con espíritu es la palabra digna de nacer. 20

 

** Avilés, Osmán: Pilares de un reino. Una incursión por la obra de Dulce María Loynaz. [segunda edición revisada y ampliada] Miami: CAAW Ediciones, 2022, pp. 27-33.

 

Notas:

3 Conde, Carmen (1991): «Una isla que conserva intacto su misterio». En Simón, Pedro: Dulce María Loynaz. Valoración Múltiple. La Habana: Ediciones Casa de las Américas y Ediciones Letras Cubanas, p. 105.

4 Dulce María Loynaz escribió el texto titulado Mi poesía: autocrítica a petición de su amigo Raimundo Lazo, cuyas páginas presentó a un grupo de alumnos de la Escuela de Verano de la Universidad de La Habana, en agosto de 1950, en el Lyceum de La Habana. (N. del A.)

5 López Lemus, Virgilio (2003): Aguas tributarias. La Habana: Ediciones Unión, p. 15.

6 Simón, Pedro (1991): Dulce María Loynaz. Valoración Múltiple. La Habana: Ediciones Casa de las Américas y Ediciones Letras Cubanas, p. 81.

7 Martí, José (1975): «La poesía». En Obras Completas, t. VI. La Habana: Editorial Ciencias Sociales, p. 368.

8 Vitier, Cintio (1971): «La rebelión de la poesía». En Crítica sucesiva. La Habana: Ediciones Unión, p. 27.

9 Diego, Eliseo (1987): «Homenaje». En Letras Cubanas. La Habana: Editorial Letras Cubanas, año II, no. 5, julio/septiembre, p. 33.

10 Diego, Eliseo (1987): «Homenaje»…, p. 33.

11 Tagore, Rabindranath (1985): Obras escogidas. La Habana: Editorial Arte y Literatura, p. 418.

12 Loynaz, Dulce María (1991): «Mi poesía: autocrítica». En Simón, Pedro: Dulce María Loynaz. Valoración Múltiple. La Habana: Ediciones Casa de las Américas y Ediciones Letras Cubanas, p. 81.

13 Loynaz, Dulce María (2002): Poesía. La Habana: Editorial Letras Cubanas, p. 83.

14 Loynaz, Dulce María (1991): «Mi poesía: autocrítica»…, p. 95.

15 Ibídem, p. 81

16 Ibídem, p. 82.

17 Conde, Carmen (1991): «Una isla que conserva intacto su misterio»..., p. 104.

18 «He ido descortezando tanto mi poesía, que llegué a la semilla sin probarle la pulpa». (Poemas sin nombre).

19 Loynaz, Dulce María (1991): «Mi poesía: autocrítica»…, p. 97.

20 Ibídem.

Adquiera el libro: https://www.amazon.com/Pilares-reino-incursi%C3%B3n-Loynaz-Spanish/dp/1946762180


Osmán Avilés (La Habana, 1979). Pedagogo, poeta y escritor cubano americano. Estudió una maestría en Artes con concentración en Estudios Hispánicos por la Universidad de Puerto Rico. Es autor de varios libros publicados, entre los cuales se mencionan Los extraños monzones y Serafina Núñez: la verdad amaneciendo, en el género ensayo. Además, los títulos La persistencia de los fragmentos e Interpelaciones pertenecen al género poesía. Entre sus premios se destacan el 3er Premio en el IV Coloquio “…en el Jardín” 2002, Premio de ensayo Luis Rogelio Nogueras 2010 y Premio Ricardo Alegría de la Academia Puertorriqueña de la Lengua 2022. Actualmente se dedica a la docencia y lleva a su cargo el canal de youtube (@osmanaviles), donde realiza análisis de textos poéticos. 

OSMÁN AVILÉS

Osmán Avilés (La Habana, 1979). Pedagogo, poeta y escritor cubano americano. Estudió una maestría en Artes con concentración en Estudios Hispánicos por la Universidad de Puerto Rico. Es autor de varios libros publicados, entre los cuales se mencionan Los extraños monzones y Serafina Núñez: la verdad amaneciendo, en el género ensayo. Además, los títulos La persistencia de los fragmentos e Interpelaciones pertenecen al género poesía. Entre sus premios se destacan el 3er Premio en el IV Coloquio “…en el Jardín” 2002, Premio de ensayo Luis Rogelio Nogueras 2010 y Premio Ricardo Alegría de la Academia Puertorriqueña de la Lengua 2022. Actualmente se dedica a la docencia y lleva a su cargo el canal de youtube (@osmanaviles), donde realiza análisis de textos poéticos.  s.

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