Politeísmo y monoteísmo: plausible influencia en la creación literaria

ARMANDO DE ARMAS

    

Todas las religiones son monoteístas en alguna medida, sería cuestión de grados, sólo que unas son más monoteístas que otras, y ciertamente los católicos no están entre los más monoteístas, cosa que por demás habría determinado su grandeza, su extenso reinado en este mundo. Porque, veamos, en Occidente a partir del 380 después de Nuestra Era bajo el emperador Teodosio I el Grande, todos de alguna manera hemos sido católicos, aun los anticatólicos como protestantes y comunistas.

Pensemos en el extremo de los comunistas. ¿De dónde les iba a venir a los camaradas su obsesión por imponer en este plano el paraíso proletario? Creo que lo sabemos, del catolicismo, herético pero catolicismo. ¿Que esa obsesión termina en el infierno de los fusilamientos y todo lo demás? También el catolicismo cayó en el infierno de la Santa Inquisición, infierno menor ciertamente comparado con el de los camaradas.

Nada está más cerca de una cosa que su contraria. De ahí la proximidad del paraíso y el infierno, del Cristo y el Anticristo. Esto último explicaría la inquietante leyenda herética acerca de que el Cristo y el Anticristo no serían más que hermanos gemelos o aún peor, un mismo ser; Uno y su Sombra.

El que los católicos no están entre los más monoteístas es algo de lo que se percata uno ante el más simple análisis teológico. ¿Pues qué es sino la Santísima Trinidad, el misterio de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo? Politeísmo, solapado pero politeísmo. Se puede argüir no sin cierta razón teológica que son tres en uno y que por tanto sigue siendo un asunto monoteísta. ¿Pero y los santos? ¿Cada santo no es en sí mismo un dios? ¿La Virgen no es una diosa? ¿Dónde pues el monoteísmo? Alguien argumentará, pero bueno, hay un Dios Supremo y la Virgen y los santos son sólo intercesores ante Él. Perfecto, pero… ya lo dice la sabiduría hermética que como es arriba es abajo. De manera, pongamos por caso, que si alguien quiere entrevistarse con el director de una empresa tendría que pedir primero la intercepción de su secretaria, y a veces hasta del portero. Claro que el director es quien decide, pero la secretaria y el mismo portero tienen un poder nada despreciable, el de elevar la petición o no elevarla, el de dejar pasar al pobre tipo o no dejarle pasar y por supuesto, el poder de predisponer en un sentido u otro al director respecto al pobre tipo.

El relativo monoteísmo se puede así comprender perfectamente respecto a los católicos. Muchos se consideran católicos -culturalmente al menos- debido a que, de alguna manera, ello les permite la posibilidad del politeísmo sin muchos cargos de conciencia, no importa que doctrinalmente el catolicismo lo condene y lo haya condenado, porque, bueno, a veces entre más nos parecemos a algo o alguien, más prevenciones tomamos contra ese algo o alguien.

¿Pero y respecto a los protestantes que llegan al atrevimiento de llamar paganos, idólatras y hasta demoniacos a los hermanos católicos por su politeísmo o poco monoteísmo?

Lo cierto es que ni siquiera ellos son totalmente monoteístas, aparte de que no crean ni en santos ni en vírgenes, pues qué es Cristo sino un dios, el Hijo de Dios, ahí sin dudas tenemos dos dioses, no importa de qué lo disfracen ¿Que uno es el Padre y el otro el Hijo? De acuerdo, pero siguen siendo dos dioses diferentes.

¿Y los judíos? A ver, tampoco son totalmente monoteístas por mucho que acusen a católicos y protestantes de no serlo. En realidad, el monoteísmo judaico sería un mito bastante tardío en la historia del pueblo hebreo y tendría origen aproximadamente en el siglo VII antes de Nuestra Era, así, la religión primordial de los semitas, entre ellos los hebreos, tenía un panteón profusamente politeísta en que el dios Yahvé sería originalmente sólo uno entre muchos dioses. De manera que el judaísmo ancla sus orígenes en el culto a las viejas divinidades de las religiones politeístas del Oriente Medio y el Mediterráneo. Por no hablar que sus profetas, ángeles y arcángeles no son otra cosa que divinidades, menores, pero divinidades.

Por otro lado, los musulmanes, no serían más que una mezcla de judaísmo y cristianismo. La historia del Corán es la historia de Mahoma, el último profeta, que vivió entre el 570 y 632 de Nuestra Era. Así según la tradición musulmana, el Corán fue revelado a Mahoma por Alá. ¿Directamente? ¡No, hombre qué va! ¿A quién se le ocurre semejante despropósito? A través de un intermediario. ¿Qué intermediario? El arcángel Gabriel, por cierto, una entidad espiritual común tanto al judaísmo como al cristianismo. ¡En puridad lo mismo Mahoma que Gabriel pueden ser tomados por dioses no importa lo que se diga! ¿Dónde pues el monoteísmo musulmán?

Ahora, lo contrario también es cierto. Todas las religiones son monoteístas incluyendo a las más politeístas, como el Palo Monte en Cuba, que no es que sea sólo politeísta sino que es además polidemonista. Bien, pues los paleros tienen una Deidad Suprema nombrada Nsambi. La diferencia es que mientras en las religiones monoteístas el Dios Supremo es sumamente activo, diríamos que dictatorial, en las religiones en extremo politeístas como el Palo Monte, resulta que ese Dios Supremo se comporta como un dios ocioso, deus otiosus, según Mircea Eliade. Significa que ese Dios Supremo hace tal cual haría un gran señor acá en la tierra, vivir en el ocio de sus rentas; ocio creativo claro está en el caso de Dios. A ver, si así aspira a vivir un gran señor imagine el lector, ¡un dios!, y no un dios cualquiera sino el Dios Supremo. Veamos qué es lo que hace un gran artista, lo más cercano a un dios en este plano, a saber, crea una obra maestra y se retira al disfrute del ocio creativo. Justo lo que hace en otra dimensión el Dios Supremo, crea el universo, o los universos, y se retira al disfrute del ocio creativo allá en las inconmensurables alturas celestiales.

Las religiones monoteístas serían así sumamente materiales. Al punto que, como ya hemos señalado, no sólo pretenden descender su Dios a la tierra sino que por si fuera poco pretenden ponerlo a trabajar; por eso el Cristo carpintero. De ahí pues la estulticia de considerar al trabajo como una actividad sacra. El cristianismo como el comienzo de la proletarización de este mundo, de la masificación. ¡Cómo si de verdad el trabajo fuese una actividad noble! ¡Cómo si el trabajar no fuese cosa de esclavos! Por supuesto, me refiero al trabajo no creativo; mecánico. Entonces los modernos vienen e inventan lo de la dignidad del trabajo; ¡vaya paquete! Porque el mundo moderno es un mundo de expertos en el disfraz de las cosas, en eufemismos… Para poder controlar mejor a los esclavos contentos, atiborrados de chucherías, así por arte de birlibirloque verbal, un esclavo no es más un esclavo, es un digno obrero, y si te apuras, un obrero de avanzada.

Digamos que meten a Dios en sus minucias y miserias materialistas. De ahí lo del Dios de la Historia o Dios de los Ejércitos. Dios rebajado a la categoría de gobernante o general. No importa que sea el máximo gobernante o el general en jefe. Es una degradación inconcebible para la mente politeísta, espiritualizada, que ve el Espíritu en todo, metido aun en la más grosera materia, pero con la aspiración de ascender; aspiración que vía la ascesis o la acción llevará siempre al politeísta a salir victorioso de vuelta a las inmarcesibles alturas de dónde provino. Tenemos así, según se ve, que mientras el monoteísmo procura rebajar a Dios a la categoría de hombre, el politeísmo procura transmutar al hombre en dios. Unos miran a la tierra y otros miran al cielo.

En el politeísmo, el hombre no sólo está determinado por los dioses sino que él mismo deviene un dios no ya por vía de la ascesis y la acción sino de la acción heroica y violenta, vemos así en la Ilíada a Diomedes que se diviniza en la batalla como un astro: "Entonces Palas Atenea infundió a Diomedes Tidida valor y audacia, para que brillara entre todos los argivos y alcanzase inmensa gloria, e hizo salir de su casco y de su escudo una incesante llama parecida al astro que en otoño luce y centellea después de bañarse en el Océano. Tal resplandor despedían la cabeza y los hombros del héroe, cuando Atenea lo llevó al centro de la batalla, allí donde era mayor el número de guerreros que tumultuosamente se agitaban".

En el monoteísmo, el hombre no sólo está determinado por la divinidad, sino que deviene polvo por vía de la obediencia o, a lo sumo, del martirologio violento o el trabajo esclavo, de esta guisa vemos en Génesis: "Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás".

Por esa vertiente del monoteísmo y el Dios de la Historia es que hemos venido a parar en el historicismo, histerismo de nuestros días. En los destinos históricos, los líderes históricos, el materialismo histórico, el racionalismo, el cientifismo y, claro, el consumismo y el comunismo.

Puesto que la literatura no sería más que manifestación física de fuerzas espirituales, y puesto que por otro lado la literatura estaría entre las manifestaciones menos físicas dentro de lo ya físico, más espirituales dentro de lo que ya es de alguna manera materia, sería pues plausible aventurar que las religiones politeístas, por un lado, y las monoteístas, por el otro, den lugar entonces a diferenciadas expresiones del arte escritural que, como mismo sucede con el politeísmo y el monoteísmo, pueden mezclar elementos de una u otra fuente sin que por ello desaparezcan sus respectivas esencialidades; sobre todo ante el observador alerta. Y ya que la literatura desciende del mundo arquetípico, nada más apropiado que tomar como punto de referencia -y de partida para modos generales de la creación escritural- dos de los más importantes libros sacros de todos los tiempos, fidedignos reflejos de dos definidos y grandes arquetipos, el uno politeísta y el otro monoteísta: la Ilíada y la Biblia.

 Fragmento del libro Realismo metafísico: un texto mistérico acerca de la creación literaria.

Adquiera el libro: https://www.amazon.com/-/es/Armando-Armas/dp/B08KSKY52N


Armando de Armas (Santa Clara, Cuba, 1958). Ha publicado las novelas La tabla, Madrid (2008) y Miami (2020), Caballeros en el tiempo, Madrid (2013), Escapados del paraíso, Madrid (2017) y El guardián en la batalla, Miami (2017), Premio de Narrativa Reinaldo Arenas de ese año. También los libros de relatos Mala jugada, Miami (1996) y Nueva York (2012), Carga de la caballería, Miami (2006) y Luces en el cielo, Miami (2022). Cuentos suyos han sido incluidos en antologías de España, Italia, Francia, República Checa y Alemania. Sus libros de ensayo son Mitos del antiexilio, Miami (2007 y 2020), publicado en inglés, Miami (2007) y en italiano, Milán (2008), Los naipes en el espejo, Nueva York (2011), Miami (2016) y en inglés, Miami (2020), y Realismo metafísico: Un texto mistérico acerca de la creación literaria, Barcelona (2020), Premio Ensayo Ego de Kaska 2020. En 2022 la publicación InfoLibros lo reconoce entre los 15 escritores cubanos de más interés de todos los tiempos y entre los cinco del presente. De Armas fue incluido en el libro de entrevistas y valoraciones sobre vida y obra de pensadores, escritores y artistas -tanto de Occidente como del Oriente-,titulado Scrittori, artisti, Spirali, Milán (2009), del académico y escritor italiano Armando Verdiglione. Ha escrito para la revista Lettre International de Berlín y en 2018 fue reconocido por el Centro UNESCO de Cultura de Puerto Rico por su excelencia “en una incansable labor cultural manifestada en cada una de sus obras literarias e históricas”.

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