“Cuaderno para la desmemoria”, un vaso comunicante entre lo recordado y lo olvidado
JORGE GARCÍA DE LA FE
Cuaderno para la desmemoria de María Eugenia Caseiro, un vaso comunicante entre lo recordado y lo olvidado
“Ella dio al desmemoriado / una almohadilla de olor…”
Jose Martí, La niña de Guatemala
En busca del tiempo perdido de Marcel Proust se fundamenta en la nitidez de la persistencia de la memoria a través de percepciones sensoriales olfativas y gustativas. Este no es propiamente el caso de Cuaderno para la desmemoria de la escritora cubanoamericana María Eugenia Caseiro, relato en el que un adulto –cual obstinado detective– se involucra en una batalla campal por la recuperación de un retazo de su vida casi inescrutable relacionado con el viaje que hizo como niño de nueve años a una locación distante de la ciudad en que vivía con su familia bajo la mentoría de una maestra.
A más de medio siglo del viaje, del que no sabré ya nunca cómo Concha convenció a mi padre de llevarme con ella, he venido a tropezar con un fantasma. Un fantasma ennegrecido, sombra resbaladiza como un alga: ninguno de mis familiares con vida recuerda el evento, tampoco que haya existido alguien con el nombre de Inés de la Concepción Valdivia, Conchita, mucho menos que haya viajado con ella desde mi natal Redención hasta Güinato de la Riviera.
No espere enfrascarse en una lectura fácil y complaciente quien se adentre en los vericuetos por los que transita esta madeja cuyos hilos se descruzan y entrecruzan de manera recurrente en medio de una atmósfera especulativa en la que se desdibujan los bordes entre lo veraz y lo verosímil. Pero ¿quién dijo que al envejecer nos resulta fácil reconstruir fragmentos de vida que ya han sido alterados por los visos de nuestras propias fantasías? Además, cuando repasamos un hecho vivido en común con otras personas es fácilmente verificable que todos los implicados no lo asumen desde el mismo punto de vista.
El relato no es simplemente una secuencia de narraciones que enmarcan el descubrimiento final de que la experiencia del viaje fue, sin lugar a duda, real. La misma consta de múltiples minitextos a manera de cuadrículas de un tablero de ajedrez entre los que se producen desplazamientos verticales, horizontales, diagonales y angulares. En ella podemos percibir diferentes encabezados: El diario, El viaje, El cuaderno, La carta, etc. La lógica de la totalidad del texto se construye desde una brumosa fragmentación en la que se alternan el narrador en primera persona (letra regular) y la transcripción del Cuaderno (letras en itálicas). Tras la lectura uno se pregunta si este experimento narratológico pudiera comulgar en algún punto con el espíritu que convocó a Cortázar a proponer diferentes lecturas de su Rayuela. Pero la conclusión es opuesta, porque el hilo caseiriano parece ser más bien el de un gato juguetón que desmadeja aleatoriamente una bola de estambre por toda la habitación del cerebro a manera de desafío racional.
El trayecto debe haberse perdido también en mi memoria. No aparece nada allí, ni la carretera, ni el sol, ni una nube, ni una palma, nada. Debimos viajar en automóvil, no en autobús ni en tren. Lo intuyo, como además intuyo que ninguna otra persona, como no fuera el chofer, iba con nosotros. Llegué a tal conclusión porque ella no sabía conducir, por eso tuvo que haber conducido otra persona. De las cosas que no recuerdo, pero estoy casi seguro, es que ella, la mujer buena, no sabía conducir. A diferencia de lo que no está asentado en mi memoria, lo que sí lo está posee cierto carácter conciliador, si puede llamarse así el recordar algo aunque ese recuerdo no lleve implícita la vena de la importancia, o la veta de lo interesante.
Otro de los aspectos que requieren atención en Cuaderno para la desmemoria es el de la contextualización espacial y temporal. Es evidente que se trata de la Cuba de los años sesenta.
Pude leer claramente -¿para eso nos habían alfabetizado?- las palabras que, aún en oscuridad el tren, laten y amenazan. La pantalla de cristal oceánico, que además era intermitente a capricho, se apagaba y, cuando intentaba olvidar que existía, cuando intentaba olvidar las palabras allí reverberantes, volvía a encenderse: ¡SEGUIREMOS ADELANTE POR EL CAMINO DE LA REVOLUCIÓN, POR EL CAMINO DEL SOCIALISMO, POR EL CAMINO DEL MARXISMO-LENINISMO!
Lo curioso es que se trata de lo transcrito del referido cuaderno. En él hay una deliberada voluntad de alegorizar lo real a través de un disfraz terminológico en el que se identifica todo lo relacionado con la vida bajo la llamada Revolución cubana con la existencia en el medioevo europeo. Habría que preguntarse el porqué de tal travestismo además de la obviedad asociativa.
Lo enclaustraron en una mazmorra del ducado de la UMAP y le sentenciaron a trabajos forzados en los que solamente le era lícito emplear el cuello, el tronco y las extremidades, nunca el cerebro. Allí le ingresaron en la nómina fatal como Galileo el Inmóvil. A renglón seguido, todos sus discursos fueron prohibidos y sus libros incendiados frente al Obelisco de la Catedral 26 de Julio, erigida en honor de la reina Vilma I de Lawton.
Todo el texto, tanto lo relatado como lo transcrito, constituye un rico y enjundioso entramado de reflexiones acerca de la complejidad del proceso mental desde las perspectivas ontogenética y filogenética. La relación entre la memoria, la desmemoria, la no memoria y todas las reflexiones al respecto conforman un sustento teórico de la psicología del discurrir del tiempo en la masa encefálica de cualquier mortal.
La desmemoria es -existe en forma de vacío reconocible- y esto otro sin nombre, la no memoria, no es o no existe. La desmemoria se diferencia de la no memoria, en que la primera ha extraviado lo que se tenía en la memoria; sin embargo, la no memoria no puede extraviarse en la memoria porque no ha existido en ella, aunque haya existido en otra parte. La no memoria es un desierto, lo no vivido, la no experiencia de algo. La desmemoria en cambio, es sinónimo de olvido. Incluso en el olvido puede hallarse lo que se asume por ocurrido, amoblando así, vanamente, el espacio de memoria a ser olvidado.
Las evidencias son categóricas e irrefutables en la lucha contra el olvido, son las mejores tabletas antialzheimer que puedan existir. El descubrimiento de una carta de Artiles Guerrero, el maestro de Gramática de la escuela nocturna de Güinato de la Riviera, dirigida al niño que de adulto lucha por reconstruir un episodio de su vida que daba por irrecuperable, constituye la epifanía de Cuaderno para la desmemoria.
El hallazgo me devolvió a una nueva certeza del viaje, me devolvió a mí mismo visto desde la perspectiva de Artiles. Y aquí estoy, devuelto de una vez en el tiempo de todos los tiempos, a la burbuja de las complejidades.
En resumen, tanto por el interés del tema abordado como por la maestría con que lo encauza a través de palabras e imágenes, decididamente recomiendo este relato de María Eugenia Caseiro que prueba ser un texto de total madurez en su quehacer literario.
11 de septiembre de 2024.
Para adquirir el libro: https://a.co/d/iECvwxf
Jorge Luis García de la Fe nació en Cárdenas, Cuba el 25 de septiembre de 1954. Es Licenciado en Lengua y Literaturas Hispánicas en la Universidad de la Habana (1981) y Máster en Literaturas y Culturas Latinoamericanas en Northeastern Illinois University, Chicago (2012).
En 2015 publicó el poemario Aunque la nieve caiga de repente (Editorial Pandora Press, 2015). También es uno de los autores antologados en Todo parecía, antología de temas gays y lésbicos publicada por Ediciones La Mirada (Nuevo México, 2015). En 2019 publicó el sonetario homoerótico Camino de imposesión (Ediciones La Mirada-El Béisman), el decimario Décimas inquietudes (ARJÉ, Miami 2019), el sonetario filosófico Cuerpo que se deja ir (Editorial VITRALES C.E. 2019), el poemario en décimas acerca de dicho y refranes Te lo digo en rima (Editorial VITRALES C. E. 2022) y el poemario en versos libres A contrapelo de silencios (Editorial VITRALES C. E. 2023).